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Dame fuego

Por Redacción El Tajo • 30/05/2021 12:00 • Tiempo estimado de lectura: 10 minutos

El Tajo. Por Pate Palero

Pocas actividades más asociadas a la masculinidad que la de bombero. En Argentina, el primer cuartel surgió en La Boca (Buenos Aires) en 1884, y la incorporación de mujeres se registra “formalmente” recién a partir del 20001. Transitando el siglo veintiuno, el Cuartel 143 del municipio cordobés de Malvinas Argentinas demuestra con su equipo femenino que valentía y sensibilidad, heroísmo y cuidado, pueden ser compatibles.

Históricamente las asociaciones de bomberos fueron instituciones vedadas a las mujeres. Nombrarte “bombera” solía ser, incluso, una expresión discriminatoria y prejuiciosa que presumía una orientación homosexual. A su vez, el heroísmo, el riesgo, la fuerza fueron siempre atribuidos a varones, representados en diferentes relatos como príncipes valientes, aventureros de siete mares, cides y quijotes de distintas tallas. Nosotras, en cambio, fuimos siempre retratadas como pasivas princesas durmientes, sumisas, humildes, sensuales y de sonrisa fácil.

En el cuartel de la ciudad de Malvinas Argentinas, hubo tempranamente un grupo de mujeres que consolidaron una cuota de género, con la paciencia y la perseverancia como herramientas fundamentales para enfrentar todo tipo de siniestros.

Traé la Coca

Son las 9 de la noche y la luz del gran galpón sobre calle Belgrano está encendida para iluminar una larga mesa rodeada de unas 15 jóvenes y mujeres de entre 13 y 60 años. Los mamelucos naranjas y los borcegos negros no empañan las pestañas bien arqueadas de las más chicas y las sonrisas brillantes de las más grandes. Todas con la pasión intacta, se disponen a relatar la pasión que las une. 

Sandra Castillo, por ejemplo, ocupa hoy la presidencia. Está finalizando una jornada laboral que le insumió 10 horas de trabajo y cuatro colectivos, intercalados con llamadas y consultas permanentes referidas a su actividad voluntaria. Es bombera desde el 2005, cuando su hija menor cumplió cinco meses de vida. En aquel momento tuvo que convencer a su marido. “Él era reacio. Hoy no lo puedo sacar de aquí. Es el jefe del Cuerpo Activo”No sólo lo incorporó a él, sino que en estos 15 años de servicio fue sumando a dos hijas, un hijo, y su suegra: Verta, hoy la colaboradora con más años de todo el equipo.

Alejandra, por fuera del cuartel, es “la vieja de Lengua”. Docente en el colegio Arturo Capdevila, hace 21 años que participa como auxiliar. Entiende la tarea en el cuartel como una oportunidad para fortalecer valores de solidaridad, de cuidado del ambiente, de protección de los animales. Por eso, no deja pasar oportunidades de combinar la actividad de las aulas con la bomberil.

Beatriz también es de las primeras, y recuerda que siempre fueron muchas mujeres porque los hombres trabajaban. Antaño, el cuartel estaba sobre la avenida principal y ellas debían maniobrar un camión Mercedes Benz. Pese a ser chofer experimentada, por su infancia campestre “domando” tractores, destaca que “la mayoría de las veces tenía que manejarlo de parada”.

A Sandra el “11-14” le dejó un sabor amargo: “El espacio para entrarlo era muy ajustado. Pasaba horas para meterlo marcha atrás, me subía de vereda a vereda y siempre chocaba algo. ¡Me hacía sufrir tanto!”.

Entre risas y anécdotas aparece también la mención a “La Gauchita”, una estanciera amarilla que funcionó como «autobomba” en la pre-historia de la dotación. Y hablando de “bombas”, las voluntarias reclaman “traigan a la Coca”. La mascota asoma, con arnés de rigor y nombre de homenaje. Jamás Isabel Sarli imaginaría revivir en una “perra bombera”.


«La Gauchita» fue el primer medio de movilidad del que dispuso el Cuartel de Bomberos y Bomberas de Malvinas Argentinas

Juntas a la par

¿Cuáles son las razones que encuentran estas mujeres para relegar su tiempo de descanso o su recreación personal, por esta tarea comunitaria? Sin remuneración, sin reconocimiento institucional, con pocas posibilidades de ascensos, de construir carrera profesional o de ejercer autoridad. Basta repasar las fotos en las páginas web, o los listados de autoridades e integrantes de los diferentes cuerpos para advertir que el cupo femenino no está en agenda.

Se estima que en todo el país hay 40 cuarteles, que congregan a unos 40 mil bomberos, entre los cuales con “toda la furia” se cuentan 7 mil mujeres. En la mayoría de estos espacios, la experiencia o conocimientos femeninos son menospreciados, siendo relegadas estrictamente a la engorrosa e ingrata tarea administrativa.

Muchas de ellas vienen de otros activismos sociales. Centros de capacitación, comunidades terapéuticas, postas sanitarias, espacios religiosos, guarderías barriales, comisiones de fútbol, organizaciones políticas… La vocación comunitaria parece guiar esa necesidad de ayudar a otros y otras “cualquiera sea su condición social, o sus creencias”.

Subirse a la autobomba, mover maquinarias o herramientas, cargar pesos… son desafíos que, en Malvinas, las chicas han ido ganando en pie de igualdad. No sin costos y con una enorme voluntad. Quizás sean éstas algunas de las claves que expliquen por qué muchas de las jóvenes están allí presentes. La mayoría de ellas, alguna vez navegando sus pantallas se “colgaron” en un estado de WatsappInstagram o Facebook que las invitaba a formar parte de ese equipo en el que las mujeres participan “a la par”.


La cabo primera Beatriz Maidana, a cargo de la Autobomba

Cada una, una historia

Florencia tiene 18 y hace 2 que se incorporó. Llegó por Mélani, que subía imágenes a sus estados de Whatsapp“Veo a amigos que tienen un ritmo de vida muy distinto. Yo no puedo juntarme, pero no lo lamento. Vengo con ganas, no me arrepiento”. Su hermana, al poco tiempo, también se enganchó. Tiene 17, y se llama Sofía“Pensé que no me iba a gustar. Vine tipo ‘por un ratito’ y ya me quedé. Siempre hay cosas para hacer. No tenés respiro, pero te gusta igual”.

Ximena siempre había querido averiguar. Pero se decidió a los 15, luego de que su papá tuviera un accidente en el que salvó su vida de milagro, y gracias a la colaboración de los bomberos. “Cuando llegué a casa, a dos días del alta de mi papá, les conté. No querían. Les costó, porque habían quedado muy asustados. Al tiempo empezamos con la escuela. Ingresé y desde el primer día me gustó mucho. Es algo inexplicable. Si fuera por mí, vendría a vivir aquí”.

Aylén es la más chiquita, con 13. “Empecé hace dos años y medio. Me llamó la atención porque me gusta ayudar. Veía en noticias a los bomberos en los incendios o salvando gente. Mi mamá me avisó que había inscripciones para adolescentes, y me anoté”.

La mamá la acompañó el primer año, pero luego también se sumó formalmente como aspirante. Se llama Ángela, vive hace más de 20 años en Malvinas y es masajista, acompañante terapéutica, estudiante de psicología y electricista matriculada. “Me gusta poder aplicar mi capacitación aquí. Un día agarré la caja de herramientas y me puse a hacer mantenimiento. Hubo algunos comentarios típicamente machistas, pero acá siempre podés preguntar, compartir. Los compañeros son generosos y colaboradores”.

Cada una sigue tomando la palabra, respeta su tiempo y relata su propia anécdota. Sofía, aspirante menor, con 13 años cuenta: “Se prendió fuego al frente de la casa de mi abuela y vi cómo ayudaban los bomberos, y acá estoy. En mi casa todavía tienen miedo, y algunas veces a mí también me da temor”. Milagros concurre hace dos años: “Este año hicimos virtual… era un embole”. Lourdes tenía cinco meses cuando sus papás se sumaron al cuartel: “Cuando pude, me anoté y me quedé”. En tanto una tocaya suya, entró en enero pasado: “Escuchaba la sirena del camión y salíamos todos a la vereda. Me ilusionó poder hacer algo por otras personas”.

Pero los y las aspirantes no sólo hacen prácticas en el cuartel, también pueden participar en acciones concretas. Como le pasó a Guadalupe, que con 18 años le tocó cruzar las Sierras Grandes para ir a combatir los incendios de Traslasierra. Es menudita, angelical. Cuando escucho su relato grabado en mi celular, se me vuelve a erizar la piel: “Fuimos a Luyaba. En un momento quedamos encerradas en un círculo de fuego. Ahí sentí… un miedo. Justo el viento cambió, y salimos gracias a nuestra chofer. Sentíamos el calor, el fuego y le decíamos: ‘pase, pase, no pare’. Zafamos y a la noche dormimos en un colegio. Ahí me comí el guiso más rico de mi vida”.

Cada año, el Departamento Aspirantes realiza su convocatoria. El cuerpo activo cuenta con unos/as 30 integrantes, 8 aspirantes mayores (varones y chicas de 17 a 39 años) y 14 aspirantes menores (varones y chicas  de 9 a 17 años). Incluso en pandemia, el Departamento siguió trabajando. “A veces sorteando demoras en los recursos económicos, salimos a distribuir los materiales, para que los chicos se mantuvieran en actividad”. A cargo de la tarea está Isabel Quispe, responsable del Departamento y con una vocación que rápidamente se convierte en lágrimas.

La sargento Isabel Quispe, responsable del Departamento Aspirantes, a cargo de la capacitación de bomberos y bomberas voluntarias de Malvinas

Andá a lavar los platos

Si hay un tester para medir igualdad, son las tareas de limpieza en baños y cocinas. Quizás eso explique la diatriba que automovilistas machirulos siguen profiriendo a algunas conductoras. En Malvinas, Chabela Quispe supo ponerle pragmatismo equitativo al cuartel, instalando el criterio: “Aquí todo el mundo limpia el baño”.

Ella tiene 17 años en la institución. “Tuve que enfrentar muchos desafíos. Pensé que no estaba preparada. Pero el grupo humano me sostuvo para que esto siga creciendo día a día. Todas han hecho la historia de este cuartel. Todas son parte. Siempre traté de que haya una igualdad y demostrar que juntas podemos. Cuando solas no podíamos activar la motosierra, la hacíamos andar haciendo fuerza juntas”.

Además de su compromiso con la formación, Chabela reconoce que “No hay cosa más linda que salir a un incendio… la adrenalina, la ansiedad. Antes la sirena estaba en la comisaría. No había Whatsapp. Cuando la escuchábamos, dejábamos todo y salíamos en bici o corriendo, porque no teníamos medio de movilidad. A veces mis compañeras me esperaban en la ruta, y si ´la gauchita´ se rompía, teníamos que pagar un remis de nuestro bolsillo”.

El momento en el que un equipo de bomberos y bomberas se hace presente, es siempre un momento traumático. Cualquiera sea la situación de que se trate, hay riesgos, pérdidas de diferentes tipos, ansiedad y necesidad de respuestas urgentes. Pocas veces reparamos en la condición de voluntarios y voluntarias de la tarea, en la precariedad de su actividad y en su vocación de servicio desinteresada.

Mucho menos en la condición de género, que atraviesa a las bomberas con todo tipo de desigualdades y desventajas. Incluso en la invisibilización del masculino genérico que las nombras.

Que el próximo 2 de junio sea el “Día Nacional de los bomberos… y las bomberas”, como para empezar a creer que la igualdad se multiplica desde Malvinas, al infinito y más allá.