COVID-19
Río Cuarto: Historias de un día en el vacunatorio
Por Por Magdalena Bagliardelli (enredaccion.com.ar) • 29/06/2021 19:00 • Tiempo estimado de lectura: 11 minutos
Todas las mañanas, las puertas del Polideportivo Municipal se abren al público a las 8 y cierran al mediodía, o cerca de la hora del té, según la cantidad de dosis que haya para colocar.
Por Magdalena Bagliardelli (enredaccion.com.ar)
Omar Ríos tiene 81 años y cuenta que nunca se baja de la bicicleta. Sin embargo, el sábado anterior al día del padre, se “dejó llevar” en auto por su nieta al vacunatorio que funciona desde marzo en un galpón del Polideportivo Municipal Nº2 de Río Cuarto. Mientras él aguardaba su turno, sentado en una de las sillas dispuestas prolijamente en el interior del lugar, ella lo esperaba para llevarlo de vuelta a barrio Alberdi, donde viven. “Yo no me quería vacunar”, reconoce el hombre, vestido con sweater y campera para hacerle frente al frío de la mañana. “Yo ando muy bien, nunca me enfermo, pero ayer vinieron de la Municipalidad, y mi nieta, que vive conmigo, me dijo: ‘¿por qué no te vacunás?’”.
Días atrás, el Ministerio de Salud de la Provincia informó que en la ciudad había 1570 adultos mayores de 70 años sin vacunarse. Desde el Municipio, montaron un operativo para salir a buscarlos casa por casa para conocer por qué no se habían vacunado y motivarlos a inscribirse. En dos días, las equipos de salud recorrieron la ciudad y el rastrillaje arrojó que 467 personas no tenían intenciones de vacunarse por temor, 48 habían fallecido (se desconocen las causas), otras 510 personas no fueron localizadas, y 264 accedieron a recibir una dosis. Omar es uno de ellos.
Todas las mañanas, las puertas del Polideportivo Municipal se abren al público a las 8 y cierran al mediodía o cerca de la hora del té, según la cantidad de dosis que haya para colocar. El montaje comienza una hora antes: hay un encargado de buscar las vacunas que duermen en los freezers del Centro de Salud y trasladarlas 27 cuadras hasta donde serán aplicadas. Cerca de las 7.20 llegan las enfermeras y personal administrativo, quienes arman las 12 mesas con las cartillas de vacunación impresas, encienden las tablets para conectarse a un sistema de gestión de información de programas de salud y preparan las ampollas y descartables.
A veces hay gente esperando afuera hasta que habilitan el ingreso. Ahora que las temperaturas son más bajas, hay sillas y estufas distribuidas en el interior del galpón para que la espera no sea con frío. En promedio, desde que la persona ingresa hasta que se va, pueden pasar entre 20 y 30 minutos.
Una de las encargadas de vacunar es Claudia Salgado. Tiene 46 y hace 24 que es enfermera. Se sumó a la campaña de vacunación contra la Covid desde el comienzo, cuando recorrían los geriátricos. “Recuerdo la emoción, mezclada con miedo y alegría, del primer día, fue un momento único e histórico”, confiesa a ENREDACCIÓN.
No es el primer operativo masivo de vacunación en el que participa: en 2018 vacunó contra el sarampión y el año pasado caminó los barrios colocando vacunas antigripales. Además, trabaja en un dispensario y realiza horas extras en el vacunatorio contra Covid.
Hasta el sábado 26, la ciudad acumulaba 70.000 vecinos y vecinas con al menos una dosis, 20.350 contagios detectados desde el comienzo de la pandemia, de los cuales 18.466 personas ya fueron dados de alta, y 339 perdieron la vida.
“Me gusta el contacto con la gente, ver que vienen con ganas. Muchos lloran y dicen que están felices. Ves mucha emoción”, describe. Más allá de todo lo lindo, “la pandemia te priva de cosas personales” y dice que es difícil desenchufarse al final del día: “Muchas veces soñás con alguna situación que viviste durante el día”.
Una de sus compañeras, Vanina López, hace 15 años que es enfermera. Es asmática por lo que comenzó con tareas desde su casa y ni bien fue vacunada se sumó al operativo contra el coronavirus. Vanina es mamá de dos hijos: uno de 9, que va a cuarto grado y una de 18, que es universitaria. Ambos estudian desde la virtualidad y ella no está en casi todo el día, así que solos se las arreglan para cumplir con sus obligaciones.
En la misma mesa de vacunación, trabaja Camila, que se sumó al Centro de Salud Municipal en agosto del 2020. Esa mañana, se levantó con la presión baja. “Llegó con la cara blanca”, dice Vanina. El día anterior había trabajado 11 horas. “Extraño estar con mi hijo”, dice Camila. Y es en lo primero que piensa apenas se despierta: “Hoy hasta las seis de la tarde no vuelvo a casa”.
El ABC de la vacunación
Antes de aplicar la vacuna, la enfermera consulta si se vacunó por otro motivo en los últimos 15 días. Si la respuesta es “no”, informan la marca de la vacuna que van a colocar y algunos efectos que podría generar. Hay personas que piden cambiar de laboratorio, pero no es posible. Si por algún motivo no se la quieren aplicar, las mandan a hablar con la jefa de inmunizaciones, Roxana Macció, que está todos los días en el operativo.
Con el nombre, DNI y teléfono de la persona que recibió una dosis se llena una planilla a mano y a la vez, se cargan los datos en el sistema de gestión de información la Provincia. Luego, la persona vacunada recibe la cartilla de vacunación, y se le invita a pasar a la zona de recuperación a esperar 10 o 15 minutos para ver si surge alguna reacción adversa.
“En medio del caos me conmueve ver la importancia de las vacunas. Es la esperanza en un acto de salud pública y pienso que aún se puede llegar a más personas que quedan afuera por no tener acceso a CIDI”, expresa Stefani Becerra. Ella trabaja frente a una computadora, a un costado de las mesas donde vacunan. Su rol es controlar que coincidan las cantidades declaradas con las colocadas. “Hay un padrón por día, por persona y por marca”, explica.
¿Qué opinás de los movimientos antivacunas o la gente que desconfía de las vacunas anti covid?, le pregunta este medio.
Los que desconfían o no se quieren vacunar son minoría. Y a pesar de que pueda haber miedo, si ya alguien vino hasta acá, es porque tiene ganas de aplicarse la vacuna.
Hasta 3.000 personas por día pueden ser vacunadas en el Polideportivo. Del murmullo general, en ciertos momentos pueden distinguirse cataratas de aplausos, un feliz cumpleaños y en el mejor de los casos, hay músicos locales que cantan en vivo para alegrar la jornada.
Días agitados
Es sábado, 10.40, y Marcelo Ferrario, médico cirujano y secretario de Salud del Municipio de Río Cuarto, llega al Polideportivo después de haber pinchado una goma del auto. Se mueve de un lado a otro, con el teléfono en la mano o pegado a la oreja. Busca resolver los imponderables de la jornada y asiste a los voluntarios que reciben a los ciudadanos a medida que llegan y los acomodan frente a las mesas de vacunación. La jornada acabará cerca de las 14, y al día siguiente, día del padre, no hay dosis para colocar.
Si bien el promedio de contagios viene bajando en la ciudad (unos 50 por día) las internaciones y el caso de más jóvenes afectados se mantiene. “Uno espera ver que los casos disminuyan”, asegura el funcionario.
Fue Ferarrio quien le comunicó al Ministerio de Salud de la Provincia, en los días previos a Navidad, que un joven llamado Ignacio Martín, quien había llegado a trabajar a la ciudad junto al COE provincial en el peor momento del brote de Covid, en realidad no era médico. La maniobra se detectó cuando Martín brindó una matrícula falsa al intentar conseguir un contrato de locación de servicios con el municipio. La situación recién salió a la luz el 28 de enero cuando la Justicia dio curso a la denuncia penal que realizó la cartera de Salud. Martín saltó a la opinión pública como “el médico trucho” y desde el 4 de febrero está alojado en la cárcel local detenido por orden del fiscal Pablo Jávega, imputado como presunto autor de “usurpación de título y ejercicio ilegal de la medicina en concurso real; uso de documento privado falso; defraudación calificada y falsedad ideológica y defraudación calificada en grado de tentativa, todo en concurso real”.
Haciendo un balance, ¿qué aprendizaje le deja esta pandemia?
En lo personal, en momentos tan críticos como éste, uno ve las grandezas y las miserias de la gente. Yo lo veo en mis compañeros de la gestión pública y en la gente que viene acá a trabajar y te hace sentir orgulloso. Las miserias son pocas y no nos tienen que diezmar, sino darnos fuerzas para seguir trabajando. Mi mayor aprendizaje es actuar con el ejemplo. Si yo estoy acá al lado del equipo de salud, eso hace que no quieran bajar los brazos.
Vacunas de ilusiones
Después de recibir la vacuna, los vacunados sueltan su alegría y la mayoría se va agradeciendo a los vacunadores.
En el caso de Carlos Marzari, de 46, trabajador esencial del rubro de las telecomunicaciones, llegó para recibir su primera dosis de Astrazeneca. Cada frasco contiene 10 dosis, pero hay una o dos de remanente y los equipos de salud están autorizados a utilizarlas.
“Estoy muy emocionado. Lo venía esperando. Este tiempo estuve con cuidados extremos por temor a contagiar a mi familia, a mis viejos. Me tranquilizó mucho que ellos se vacunaran también”, cuenta.
Con 80 años, Nelly Ferrero también se acercó a recibir su primera dosis. “Me inscribí dos veces y ahora pude venir. Yo me cuido mucho, estuve todo el año en casa y salgo una vez por mes a hacer las compras. Me encanta como cuidan a los viejitos, felicito a todo el equipo”, dice. Su hijo, en cambio, de 53, que la acompañó hasta el predio, no se quiere vacunar. “Yo quiero la Pfizer”, argumenta, “porque es en la que más creo”.
La enfermera Roxana Macció es la jefa de inmunizaciones del municipio y quien todos los días está en el operativo de vacunación. Reconoce que la tarea de vacunar es “la mejor parte”, porque dan “esperanza”, les toca tratar con gente bien predispuesta y llevarse “lo lindo”.
“Mi vida se convirtió en esto”, asegura la mujer que hace 32 años es empleada de la comuna. Para ella participar de esta campaña es una experiencia “única, y otro desafío”.
Cuando en abril se conoció que una enfermera había robado una dosis de Sputnik V para aplicársela a su pareja, quien no estaba en los listados oficiales para ser inoculado en dicha jornada, Rosana dice que se “bajoneó” porque hace mucho tiempo que trabajaba en el sistema de salud del municipio y porque en estos meses “se ha logrado un equipo que tira parejo para el mismo lado”.
El caso llegó a la Justicia y luego la misma enfermera acusó en medios de comunicación, que “secretarios” y “esposos de funcionarias” también habían sido vacunados sin estar en los listados oficiales. Finalmente, la investigación por la sustracción de la vacuna, continúa por la vía judicial. Con la llegada de más vacunas y el avance del operativo, el hecho pasó a un segundo plano.
“Yo trato de incentivar al equipo con la satisfacción de la tarea cumplida: ustedes van a hacer historia, les digo”, cuenta Macció.
Ya pasaron 180 días desde aquél martes 29 de diciembre, cuando arribaron las primeras vacunas para el personal de salud, y el operativo sigue. A partir de esta semana, el municipio instalará tres puntos fijos en la ciudad para asesorar a personas entre 18 y 60 que deseen ser vacunados, y por directivas del Ministerio de Salud, personas embarazadas podrán recibir una dosis. Se espera para los primeros días de julio llegar a 80.000 personas vacunadas, que son las que se inscribieron, mientras que el público objetivo es de 120.000 personas.
Quizá, después, el alivio se haga más grande. Mientras tanto, cada uno de los que se vacunan salen con la ilusión de vivir sin miedo y la esperanza de que un día regrese la vida que el COVID metió en el freezer.
Fuente: enredaccion.com.ar