Sociedad
Año nuevo: El renacer de la vida
El 21 de junio es el solsticio de invierno. Se celebra el renacer de la vida y el año nuevo. Norita Maidana de la Comunidad Diaguita y Elvio Altamirano de la Comunidad Paravachasca de Cami-Chingones reflexionaron sobre la fecha.
Por Redacción Diario Tortuga • 21/06/2022 20:00 • Tiempo estimado de lectura: 2 minutos
El día de la noche más larga, se celebra el Inti Raymi (quechua), el Ara Pyau (Guaraní), el Wiñoy Xipantu (Mapuche) o el Illampusin (Kakán), según las distintas lenguas.
Norita Maidana, vecina del Valle e integrante de la Comunidad Diaguita, explicó que con «este solsticio de invierno en el hemisferio sur, renace la vida«.
«El solsticio de invierno, el año nuevo, o la fiesta del sol, es donde esperamos ver el primer sol del año«, indicó por su parte Elvio Altamirano, de la Comunidad Paravachasca de Cami-Chingones.
Invisibilización
Según Altamirano, luego del adoctrinamiento de la Iglesia Católica tras la colonización, «se buscó invisibilizar» las costumbres de nuestros pueblos.
En este sentido, Norita planteó: «Actualmente nosotros celebramos el año nuevo en diciembre, utilizando un calendario que nos impuso la civilización occidental cuando nos conquistó«.
La vecina también consideró que es «incoherente celebrar el comienzo de la vida cuando estamos recién terminando de cosechar en diciembre«.
Asimismo, recordó que el solsticio de invierno es parte de un calendario agrario «con el que se guiaban nuestros pueblos originarios«.
El mismo tiene varias etapas y celebraciones como la Pachamama en agosto, la fiesta de honra a las almas y los espíritus en noviembre, la fiesta del agua en febrero, o la fiesta de la Cruz Andina en mayo.
«Vuelo del sol»
De esta manera llamó la comunidad Diaguita a la celebración que se hacía la noche más larga del año.
«Calculaban cuál era la noche más larga, y la comunidad al atardecer se reunía alrededor de una gran fogata que se hacía con la madera de siete árboles diferentes, y así esperaban el sol del amanecer«, relató Norita.
Además, narró que durante toda la noche, las personas compartían alrededor del fuego alimentos e historias, «pero sobre todo el canto y el baile«.
«El baile no podía faltar porque ellos sabían que los espíritus del monte estaban un poco tristes por el frío, por la noche tan larga. Entonces se alegraban, se despertaban y se preparaban para acompañarlos amablemente todo el año que se iniciaba esa noche«, señaló.
De esta manera, cuando el sol se levantaba por fin, todas y todos con las manos en alto saludaban al sol y celebraban su llegada.
«El sol también saludaba a la comunidad con un baile alegre, con movimiento. Ese amanecer, el primero, después de la noche tan larga, era el amanecer del sol que baila«, finalizó Norita.