Córdoba obrera
Carpintería cooperativa y entre mujeres
La Cooperativa de Carreros y Recicladores La Esperanza impulsa diversas iniciativas que desbordan al carro y ponen en el centro otros modos de trabajo y vinculación. Una de estas es “Termitas”, el taller de carpintería itinerante con perspectiva de géneros que, entre fabricación de muebles, juegos y mateada, desafían las lógicas tradicionales de aprendizaje y encuentro.
Por Redacción La Tinta • 19/01/2022 08:00 • Tiempo estimado de lectura: 7 minutos
Llegamos a Villa La Lonja cerca de las 10 de la mañana. Para encontrar el taller, seguimos el sonido de los martillos. Agostina nos estaba esperando. En una mesa llena de maderas, clavos, lápices y herramientas, estaban los muebles en construcción que las mujeres se apuraban a terminar en las últimas jornadas del taller.
Gladys Álvarez nos saludó y nos dio un paneo general de lo que pasaba ahí: los bancos en proceso de armado, algunas participantes que no estaban por un evento vecinal, el espacio comunitario donde estábamos. Entre martillo y cinta métrica, quienes tienen más conocimiento del oficio tiraban tips para mejorar la tarea. Una mezcla de risa y concentración sobrevolaba el mesón de trabajo. “Cuando empezamos, nos dijeron que íbamos a hacer un banco solamente. ‘¿Un banco nomás?’, les dijimos, y estamos haciendo varias cosas”, nos dijo riendo la vecina.
La Cooperativa de Carreros y Recicladores La Esperanza nació en 2010 como una respuesta a una sociedad que “vulnera los derechos de las clases populares” y un Estado que “suele funcionar como garante de esa injusticia”, explican desde el espacio. Se autoconvocaron y organizaron por trabajo digno, contra el abandono y la persecución, para plantear lo que necesitaban y visibilizar la importancia de su trabajo en Córdoba. Hoy son parte de la Unión de Trabajadores y trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) en la rama cartonera, carrera, recicladora.
Actualmente, son unes 700 socies de casi 40 barrios de la ciudad de Córdoba y un equipo de técniques carpinteres, del campo jurídico, contable y comunicacional. Además del trabajo del carro, a lo largo de estos años crearon otros espacios comunitarios y laborales que hacen parte de la propuesta cooperativa.
El Taller de Carpintería es una de las actividades que desarrolla la coope desde hace varios años y que ha mutado según las necesidades de cada momento. Matías Unsain es carpintero y parte del equipo técnico. Fascinado por el trabajo que venía haciendo La Esperanza y por el “universo carrero”, llegó hace unos seis años a aportar desde su oficio. “Venía con el tema de reciclado de la madera y acá el orden de los materiales circula de una manera mucho más intensa -cuenta-. Al principio, empezamos a hacer carros. Ellos me enseñaron y arreglábamos los que estaban rotos, los recauchutábamos, yo me sumaba a las actividades que proponían”.
Desde la Cooperativa sostienen, además, comedores comunitarios en los territorios donde viven sus integrantes. En los últimos dos años, por la profundización de la crisis por la pandemia por COVID-19, compañeres organizades, mayoritariamente mujeres, impulsaron una decena de nuevos espacios de alimentación. “La gente abría el garaje de su casa para dar de comer y se convertía en un comedor, pero necesitaban bancos, caballetes, mesas, muebles para la mercadería”, explica Matías.
El equipo de carpintería acompañó la tarea de fabricarlos junto con las mujeres de cada espacio. En una jornada, compartiendo los conocimientos del oficio, armaban juntes cuatro bancos y dos mesas. Al finalizar, los cargaban en una camioneta y los llevaban a su comedor. “Estuvo buenísimo porque había una buena sinergia -continúa-. Las mujeres tenían muchas ganas de laburar y tienen una mejor noción del tiempo, lo aprovechan mejor, tienen más conciencia del cuidado de herramientas y de los materiales, y escuchan mucho”.
“Desde esta experiencia quedó palpitando el deseo de seguirla”, dice Matías. Deseo es una palabra que reaparece en el relato. La necesidad que deja lugar al deseo. De la urgencia del mobiliario para atender el colapso al taller para aprender porque tienen ganas. Además, con el gusto de reencontrarse en el hacer común y creativo después de dos años atravesados por la pandemia.
“La división sexual de trabajo es una realidad, en la Cooperativa también, aunque con lógicas más dialogadas -explica Matías-. Decidimos fundir la carpintería con el área géneros y empezamos a planificar cómo podemos crear una experiencia en la cual hagamos de las relaciones laborales un universo bonito y libre”.
Así llegaron a “Termitas”, una propuesta de taller itinerante que planean llevar a distintos barrios donde haya presencia de mujeres de la Cooperativa, aunque abierto a la comunidad. En el espacio buscan generar unidades de carpintería colectiva, en un formato de taller de pocos encuentros para armar una misma pieza. “Si son ocho participantes, armamos ocho entre todas y al final dividimos -explica Matías-. Tratamos de que sea una experiencia amable en términos humanos y que se potencie el deseo. Proponemos la excusa de hacerlo con maderas y con las manos, compartiendo eso que sabemos que es gratificante”.
“Sabemos que laburar con mujeres no falla”, dice Agostina Clemente, integrante del área de géneros. Sonreímos. En un recreo entre los clavos y la cola vinílica, nos cuenta que esta iniciativa es parte del desarrollo de políticas de géneros al interior de la Cooperativa, que trasciende el acompañamiento de situaciones de violencia.
Pensar el taller desde esta mirada es fortalecer los espacios donde están las mujeres, incorporando las dinámicas de trabajo que ellas aportan. “Seguimos vinculándonos diferente entre mujeres, se generan cosas distintas, la palabra circula de otra forma, hay otras lógicas de laburo”, señala Agostina.
“Partimos de un universo material que conocen, es la madera de la tarima, tarimba o pallet, que se usa generalmente para romperlo y tirarlo al fuego de la olla para cocinar”, explica Matías. En el taller, “ese material termina siendo un banco que se la banca, es importante para nosotros que sea de buena calidad y durabilidad”, señala.
Mientras trabajan, Marcos “Tano” Taraborelli suspende por un momento su tarea y nos explica que, para compartir el oficio, propusieron hacer un banco como un modelo para comprender algunas nociones de estructura, cómo se colocan las piezas y cómo se utilizan los materiales. Además, ponen énfasis en construir usando herramientas manuales que suelen estar en la casa, para acercar el oficio a las posibilidades de todas las participantes.
Al costado, bajo una luz cenital discreta, Ludmila Oviedo pinta flores en uno de los bancos fabricados. Mientras rellena pétalos, cuenta que nunca había usado una amoladora y que pudo aprender ahí, que hay herramientas que no usan las mujeres y que estos talleres sirven para eso. En el espacio funcionan otros cursos, como cocina y panadería, pero ella eligió carpintería para poder hacer muebles para ella misma.
Cada miércoles de noviembre y diciembre, las quince personas del taller se reunían cerca de las 9 de la mañana para desayunar juntas, conversar, jugar un rato, generando un clima de confianza para después empezar con la carpintería. El esfuerzo está puesto en que “Termitas” sea un espacio donde circule la palabra “más libremente, sin coacciones, donde haya un trato amable y dándonos la oportunidad de preguntarnos qué deseamos. Llevar adelante algo que se anhela, que no es poco como experiencia”, concluye Matías.
Fuente: Por Anabella Antonelli para La tinta
