Universidades
Crónica puertas adentro de la UNC, entre el hambre y la criminalización
El pasado martes, la Asamblea por el Comedor logró ingresar a una sesión del Consejo Superior de la UNC para manifestarles a las autoridades pertinentes dos demandas centrales: la gratuidad del Comedor Universitario y que el CS se expida a favor de la absolución de 27 estudiantes que serán enjuiciados por la toma del Pabellón Argentina en 2018, el próximo viernes 29. Enfant dialogó conciliarios presentes de distintas fuerzas y con el Rector, Jhon Boretto. Una crónica sobre el encuentro entre asambleas y autoridades.
Por Redacción Enfant Terrible. RMD • 21/09/2023 23:57 • Tiempo estimado de lectura: 6 minutos
Casualmente, en el día del nacimiento de Paulo Freire, padre de la pedagogía de la liberación y crítico del sistema educativo de valores occidentales, estudiantes que se organizan en la Asamblea por el Comedor se movilizaron hacia una sesión Consejo Superior de la Universidad Nacional de Córdoba (CS-UNC) para exigir a las autoridades dos demandas concretas:
- Que el CS-UNC se pronuncie a favor de la absolución de 27 estudiantes, procesados en 2018 por la toma del Pabellón Argentina, en el marco de la rebelión educativa que se daba en el país.
- La gratuidad en el Comedor Universitario, el aumento del número de raciones diarias y la reapertura del comedor ubicado barrio Centro.
A continuación, una breve crónica de lo sucedido.
Contrastes y resistencias en la cuna de la Reforma Universitaria
Dentro del recinto donde el Consejo Superior sesiona semanalmente, el Rector Jhon Boretto, de traje negro y mirada seria, se apresta a empezar la reunión junto a las autoridades decanales y conciliarias docentes y no docentes. Sin embargo, no podrá decir “buenas tardes” porque su mirada se pierde en una columna de estudiantes que copan la entrada principal en cuestión de segundos.
Fuera del recinto, juventudes de diversas organizaciones y facultades exigen ingresar a la sesión advirtiendo su carácter público. Dos policías y otros tres funcionarios impiden su paso, argumentando que “no se puede interrumpir la reunión”.
“¡Yo sabía, yo sabía, que a Boretto, lo cuida la Policía!”, cantan desde afuera, mientras sube la tensión.
Con carteles que expresan “con hambre no puedo estudiar”, “luchar por la educación no es delito”,“plata para la educación, no para el FMI”, jóvenes argumentan que hace tres meses vinieron a exigir respuestas, pero sólo obtuvieron el aumento del precio de la ración del Comedor que pasó de ser gratuito, a valer $348 en marzo y a $520 en agosto. Esto empeoró la situación ya denunciada por la asamblea, con un aumento del 150% en cuestión de cinco meses. “Ni la inflación subió tanto”, se aquejó una estudiante.
La secretaria del Rector, de forma arrogante, exige: “Van a pasar, pero sin tocar los bombos ni hacer desorden, sólo va a hablar uno de ustedes y luego se retiran”. El adultocentrismo imperará a lo largo de toda la jornada y en todas las expresiones de las autoridades universitarias. “No nos digan qué hacer, no tenemos sus mismas formas, necesitamos de manera urgente respuestas ante una situación de emergencia, tenemos el derecho a expresarnos en este lugar”, remata una joven.
A pesar de las resistencias de las autoridades, el colectivo estudiantil logra ingresar a la sala de sesiones, la cuál luce cuatro enormes pantallas led en su centro, cámaras de filmación por doquier y cuenta con una gran mesa en forma de anillo donde todos los caminos conducen a la máxima autoridad: Jhon Boretto.
Desde su jerárquica ubicación, el mandatario promete escuchar a los estudiantes pero con la condición de que la sesión pase a cuarto intermedio, con la intención de que no quede registrada en la filmación y página web de la UNC.
Los y las jóvenes pasan con sus instrumentos, banderas negras y rojas, carteles de todos los tamaños y un megáfono, contrastando con la formalidad de las autoridades universitarias. Las juventudes de pie, incomodando; las autoridades sentadas -por el momento-, cómodas.
Paulo Freire solía insistir en la construcción de una pedagogía de la pregunta. “Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los estudiantes no han hecho”, dirá el educador popular en una de sus últimas entrevistas. Esto último sucederá de principio a fin en la sesión, con educandos que tomarán la palabra, harán preguntas, ejercerán su derecho a la libre expresión, y educadores que no responderán a sus inquietudes.
“El Proyecto 360 dejó afuera a miles de estudiantes que hoy tienen hambre. En la década del 70′ las raciones eran superior a 20mil y hoy son solamente 2.600. Tenemos estudiantes que se desmayan en las clases, que comen una sola vez al día. No se puede estudiar con la panza vacía, ¿por qué se creen que hay tanta deserción?, ¿qué están discutiendo acá todos ustedes?”, comienza a interpelar una joven asamblearia.
Mientras la estudiante sigue con su discurso, el Rector empieza a escribir en una libreta, pero luego se presta a usar el celular. “Nos dijiste que nos ibas a escuchar y te pones con el celular” exclama un joven; “Es un irrespetuoso” se queja otra. “Este es el rector de la universidad” expone quien tomaba hasta entonces la palabra. Boretto, en silencio y demostrando cierta incomodidad en su pálido rostro, procede a guardar su dispositivo móvil.
“Venimos a exigir que el comedor vuelva a ser gratuito como lo era hasta hace poco tiempo, que ustedes nos envían a la Policía violando la autonomía universitaria, cuando nosotros hacemos ollas populares, a las que se acercan muchísimos estudiantes, lo cuál expone el ajuste que hicieron con el comedor”, continúa la asambleísta.
La máxima autoridad universitaria, en un intento de culminar la protesta, comunica que “justo hoy” el CS estaba por aprobar 500 becas más. “Son migajas”, “necesitamos miles”, “es una burla”, le responden a su anuncio.
De nuevo, Freire nos permite pensar algo acerca de este “gesto” rectoral:“los opresores, falsamente generosos, tienen necesidad de que la situación de injusticia permanezca, a fin de que su ‘generosidad’ continúe teniendo la posibilidad de realizarse. El ‘orden’ social injusto es la fuente generadora, permanente, de esta ‘generosidad’, que se nutre de la muerte, del desaliento y de la miseria” (Pedagogía del Oprimido, p. 41, 1970).
El Rector toma nuevamente la palabra y -de la galera- anuncia 200 becas más, completando una oferta de 700 becas.
“Este es el problema, usted dirige la universidad como si fuera una empresa, y no, esto es la universidad pública, no puede jugar con el hambre y la educación. Si quieren dirigir una empresa, vayan a la Siglo XXI”, interpela una joven. El rector, notablemente nervioso, en tono autoritario exige que se termine el diálogo para poder seguir con la sesión, a lo que el estudiantado responde con más cánticos y percusión.
El clima dentro del recinto es denso. Se corta el diálogo entre ambas posiciones. Las autoridades hablan otro lenguaje. “¿Saben ustedes cuánto está el kilo de pan? ¿Ustedes alquilan como nosotrxs? ¿En qué realidad viven?”, cuestiona el estudiantado ante la mirada cada vez más atónita de sus representantes universitarios.