Opinión
El desconcierto
Tras el triunfo de Javier Milei y la llegada al gobierno del “anarco capitalismo” –así declamado por su ignota fuerza política, La Libertad Avanza- se generó confusión y desconcierto en todo el arco político.
Sin estructura ni experiencia de gestión, con la sola promesa de destruir las instituciones del Estado, más las expectativas espertadas en torno a que, después de un tremendo esfuerzo y sufrimiento, el país emergerá y ocupará el lugar de potencia que tuvo hace cien años, el gobierno transita estos primeros meses acumulando desatinos e improlijidades producto de su amateurismo. Pero debe decirse que con sus ideas fuerza “motosierra” y “licuadora” -más allá de lo disruptivo de su gestión caótica- en este corto lapso, ha producido modificaciones radicales que afectan las relaciones sociales, el trabajo, la producción.
Y si alguien califica de “torpeza” la manera que se dictaron normas fundantes del nuevo orden, la ultraderecha en el poder avanza y avanza. Esto, a diferencia de lo que hubiera sucedido con cualquier otra fuerza en su lugar, no parece pagar por de pronto los costos políticos lógicos para un país como Argentina. Es decir, con sus tradiciones políticas, su historia en la construcción de un Estado presente y su diferencial de otras naciones de la región en términos de tener abierta, siempre, la puja distributiva y la tensión entre país de economía primaria o país industrial.
Crisis política, crisis de representación
La Libertad Avanza en el poder dejó al desnudo la crisis política argentina. Una sociedad fragmentada, donde un amplio segmento se expresa a modo de minorías intensas, pero sin ofrecer una síntesis política para un horizonte mejor. El desconcierto prima en todo el arco político, aunque ahora valga centrarse en el que, a priori, todos supusimos que encarnaría “la oposición”.
“El arma de captación no puede ser otra que la persuasión”, supo decir Juan Domingo Perón.
¿Milei cooptó a una franja del pueblo no politizada? ¿Cooptó el voto de esos argentinos a los que no se atendió ni se les acercó propuestas superadoras?
¿Es posible discutir la política, abandonar zonas de confort donde abundan análisis fundados, apenas, en la simplificación del asunto? ¿Es la política un terreno de disputa entre buenos y malos o entre proyectos?
La “oposición” está en dificultades a la hora de delinear una salida con un proyecto político que vuelva a enamorar a los ciudadanos y las ciudadanas desamoradas, si se empecina en analizar el gobierno con el prisma con que veía las delirantes propuestas de Javier Milei durante la campaña.
Ya fue, ahora estamos frente a un avance descomunal de las fuerzas reaccionarias y, lo peor, con todavía margen de acción.
Porque si se trata de repetir la cantinela “nacionalizar la banca y el comercio exterior, aplicar la ley de abastecimiento, control estatal de la producción de la energía, aumento salarial de emergencia y tantos etcéteras”, es posible que se hable a un sector acotado, sin la necesaria empatía hacia los postergados, ignorando las más de las veces sus intereses.
¿A quién se habla cuando se habla? Claramente estamos frente a una profunda crisis de representación, y hoy Milei está ganando, sigue ganando. Los partidos tradicionales, englobados en el concepto “nacionales y populares”, carecen de propuesta política, sin siquiera evaluar razonablemente las razones de los fallidos últimos cuatro años de gobierno.
Arriesgando una explicación, el fracaso está asociado a la pérdida de identidad y la carencia demostrada desde el ejercicio del poder político a la hora de resolver cuestiones de larga data de las clases populares. La caída en la pirámide de ingresos y el cada vez más bajo valor del salario, que se hayan profundizado durante un gobierno peronista, la memoria y las tradiciones del pueblo no lo perdona.
Los que encarnan la oposición
Desde el mismo 10 de diciembre, puede considerarse que el rol de la confrontación política al modelo ultra liberal lo cumplió el movimiento obrero, con sus distintas vertientes. Los gobernadores, sumergidos en la gestión en sus distritos y buscando controlar el poder en los territorios, solo mostraron amagues de resistencia, que cedieron ante el recorte de recursos que brutalmente impone el gobierno central.
Fue la denostada CGT –centro de críticas desde la izquierda a la ultraderecha, un dato por demás curioso- quien llamó a una medida de fuerza transcurrido poco más de un mes de gobierno. Y fue exitosa, generó unidad en el amplio espectro de los sindicatos y las organizaciones sociales.
Después vinieron dos multitudinarias expresiones en la calle: el 8 y el 24 de marzo, el Día de la Memoria. Pero la vacancia está en el terreno político.
Ahora, la central obrera le puso fecha al segundo paro general contra Milei. Será el 9 de mayo y, además, confirmó que participará de la marcha de universitarios del 23 de abril y que movilizará el 1° de mayo por el Día Internacional del Trabajador.
La decisión del Consejo Directivo, que se produjo horas después del encuentro de los dirigentes cegetistas con dos ministros en la Casa Rosada, echó por tierra las versiones que corrieron desde usinas mediáticas en términos de que se había negociado bajar la medida.
Por el contrario, la CGT dispuso profundizar el plan de lucha tras conocer la nueva versión del proyecto de la Ley de Bases y contra el DNU 70/23.
Es curioso: en algunos discursos radicalizados, los ataques continúan centrándose más hacia la CGT que hacia las políticas del presidente Javier Milei.
Es cierto la cuestión de “los tiempos” a la hora de reconfigurarse una fuerza y encarnar una oposición. En particular en el caso del peronismo, donde se cifran las mayores expectativas.
Aunque la crisis de representación es tal, que con Milei rompiendo todas las reglas de la política, con sus yerros, irracionalidades y torpezas que no parecen hacerle mella, lo que se debe reconocer es que no emerge todavía un espacio político que los pueda capitalizar y mostrarse como alternativa.