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El orgullo como motor de nuestra lucha: ¿cuáles son los derechos que siempre hay que reivindicar?

La Marcha del Orgullo comenzó siendo un reclamo político, histórico y social. No sólo para decidir con quién coger -como ironizaba Perlongher- sino sobre todo, como una respuesta para nadie decida sobre nuestros cuerpes y sobre nuestros derechos. ¿Por qué ahora se pone en discusión si el orgullo es una propuesta política?

Foto: Juan Cristián Castro

Por Redacción Enfant Terrible • 22/11/2022 08:41 • Tiempo estimado de lectura: 4 minutos

La Marcha del Orgullo comenzó siendo un reclamo político, histórico y social. No sólo para decidir con quién coger -como ironizaba Perlongher- sino sobre todo, como una respuesta para nadie decida sobre nuestros cuerpes y sobre nuestros derechos. ¿Por qué ahora se pone en discusión si el orgullo es una propuesta política?

¿Por qué ahora pareciera que se pone en discusión si el orgullo es una propuesta política? Quizás sea porque no nos encontramos en 1992. En aquel histórico y conmemorativo primer encuentro, donde diferentes organizaciones se nucleraron en la CHA (Comunidad Homosexual Argentina) e iniciaron la primera marcha con Carlos Jáuregui como presidente y representante de la organización, quién comprendió que los peores enemigos de los derechos de las personas homosexuales eran “el ocultamiento y el sentimiento de vergüenza que solía prevalecer”.

De aquel mítico encuentro, donde un objetivo era “el reclamo por los derechos civiles de quienes han optado por modalidades de vida distintas a la heteronorma”, han pasado 30 años, aunque hoy, los reclamos siguen siendo relativamente los mismos, solo que con un contexto completamente transformado.

La necesidad de reclamar y de mostrarse siendo “las locas, las mariposas, las maricas, putas y tortilleras, VIH+” terminó por transformarse en una manera de encontrarse, de festejar, acompañarse y construir memorias de manera colectiva, abriéndose terreno con la intención de que hoy continuemos realizando los reclamos que históricamente se vinieron cimentando.

Hoy en día se ha logrado muchísimo en materia de derechos, como la promulgación de la Ley de Matrimonio Igualitario en 2010, la Ley de Identidad de Género promulgada en 2012, la derogación de los edictos policiales en 1998 con que nos perseguían por revelarnos contra la heteronorma y decidir vivir nuestras identidades, porque fuimos torturades y desaparecides, antes, durante y después de la dictadura cívico-militar.

Sin ir más lejos, este año “las bichosas”, como políticamente se nombran y posicionan con orgullo ante el estigma y la exclusión social, consiguieron la aprobación de la Ley 27.675, con que el Estado debe prever el acceso al sistema de salud público para la atención y el tratamiento de VIH e ITS de manera gratuíta y anónima. Hasta la promulgación de un decreto que, aunque es del 1%, rige que toda persona de la población travesti, trans y no binaries puedan acceder a un cargo público y a un trabajo estable sin necesidad de tener que ejercer el trabajo sexual de manera obligatoria, por las vulneraciones sistemáticas con las que nos encontramos.

Quizás sea que ya no nos encontramos en un contexto como lo puede haber sido en 1992, cuando se marchaba con las caras tapadas para resguardarse de las múltiples violencias atravesadas por la orientación sexual y/o identidad de género. Parece que hoy, al haber “tantos derechos conquistados”, algunes olvidaron que, sin política, el orgullo y la bandera no son más que un slogan de campaña al mejor estilo pinkwashing.

Hablar de derechos sin reconocer el orgullo como parte de la potencia reivindicadora, es olvidarnos de la historia que nos conforma como colectivo y como movimiento social e histórico.

Si no es con orgullo que no sea entonces. Si no es rememorando a nuestras compañeras, compañeres y compañeros que supieron que en “nuestros cuerpos están las huellas de la memoria” como dice Ivanna Aguilera, una de nuestras travas sobrevivientes, es omitir que en las calles florecimos para escribir y narrar nuestras propias memorias.

Como dice la famosa frase de Carlos Jáuregui:

“En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”. 

No deja de implicar habitar la contradicción de lo que simboliza y significa para cada quién ese concepto, que puede ir desde “salir del clóset, nombrarse y no esconderse más”; “poder decir, elegiría este devenir desidente sexual otra vez… saber que aún estamos siendo”; “un lugar de encuentro y de celebración de ser unx mismx”; hasta “una consigna, un bajón, nada”, según las respuestas que me dieron distintes compañeres en estos días previos a la Marcha.

Así, la Marcha implica la posibilidad de poder ser libre que es, en definitiva, la posibilidad de ser, de encontrarnos, de continuar luchando y de apañarnos cuando a veces la realidad parece insostenible. Esperemos que acá en adelante, eso que alguna vez fue nuestro leitmotiv, lo resignifiquemos como parte de nuestra historia, para recordar que si nos mantenemos resistiendo es también gracias a las memorias de las sobrevivientes.

FUENTE: Enfant Terrible. Por Agustina Chora . Nota completa: https://enfantterrible.com.ar/opinion/el-orgullo-como-motor-de-nuestra-lucha-cuales-son-los-derechos-que-siempre-hay-que-reivindicar/