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El precio del show

Por Facundo Arzamendia • 13/06/2021 14:04 • Tiempo estimado de lectura: 7 minutos

No es la primera vez en la historia, que un evento deportivo entra en debate por una pandemia o por intereses económicos.

Por Facundo Arzamendia

No es la primera vez en la historia, que un evento deportivo entra en debate por una pandemia o por intereses económicos. En 1918, Brasil era el responsable de organizar el “Campeonato Sudamericano” (lo que es la Copa América hoy). El impacto de la gripe española, que provocó 50 millones de muertes en todo el mundo y unas 30 mil en Brasil, generó que se suspenda la competencia.

Sin irnos tan lejos, la primera ola de la actual pandemia de coronavirus obligó a suspender los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Desde el COI (Comité Olímpico Internacional), plantearon suspenderlo hasta julio de 2021, con la esperanza de que el coronavirus sea controlado para entonces.

El negocio del deporte no se puede dar el lujo de suspender sus actividades. A pesar del rechazo de expertos de salud y de más del 80 por ciento de la población, nadie duda de que los juegos olímpicos se llevaran a cabo. Mientras, en India, fue un medio de comunicación quien frenó el cricket. En el país asiático, la Liga de cricket india (IPL), mueve 700 millones de dólares anuales por derechos de retransmisión y patrocinadores. El campeonato se jugó como si nada mientras en el país había 3.600 muertes y 380 mil contagios diarios. Fue recién cuando el “New Indian Expres” definió suspender la cobertura que se planteó darle un freno al torneo.

Cuando comenzaron las manifestaciones en Colombia, hace ya más de un mes, una de las consignas entre los manifestantes era la de suspender la organización de la Copa América y utilizar ese dinero para paliar la crisis económica que atraviesa el país. La Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol), se vio obligada a tomar cartas en el asunto luego de que las manifestaciones en las calles se hicieron escuchar en partidos de la Copa Libertadores.

Hace unos días, el portal “Carta Maior”, publicó que la Conmebol “canceló primero en Colombia por colapso político y luego en Argentina por colapso sanitario”, para llevar la Copa América a Brasil, “donde hay colapso político y sanitario”. La Confederación Sudamericana elije a Brasil como organizador del certamen bajo el argumento de que contaba con la infraestructura por haber sido el organizador en 2019. Los locales se quedaron con el título continental y en la foto de la celebración se pudo ver al presidente Jair Bolsonaro levantar el trofeo junto a los jugadores. En aquel entonces se presentaron denuncias, ya que se lo que consideró una «injerencia» política, algo que la FIFA prohíbe.

Algo similar ocurrió en 2002, cuando Olimpia de Paraguay gana la Copa Libertadores. En esa oportunidad, el presidente Osvaldo Domínguez Dibb peleó en el palco para besar el trofeo. La Conmebol lo multó a Domínguez Dibb con 50.000 dólares, mientras que a Bolsonaro lo premió con la organización del mismo certamen, dos años después.

El presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, se pasea orgulloso jactándose de que el protocolo anticovid funciona con un 99% de efectividad, y que la confederación consiguió vacunas para inocular a los jugadores y cuerpo técnico. Nada dice de los trabajadores que quedan en el camino. No hubo ni una mención a Gustavo Insúa, el chofer del micro de River fallecido por Covid y que se contagió de jugadores “millonarios” a los que la Conmebol obligó a jugar en Colombia, a pesar de que en las calles las protestas sociales eran sangrientamente reprimidas por la policía y se rompía el protocolo antipandemia. Los jugadores se contagian y el show debe continuar. Comunicadores venden como “proeza” que un jugador de campo juegue como arquero porque sus colegas están enfermos y no pueden ser de la partida. Al jugador contagiado le buscan reemplazo inmediato. Hay que seguir jugando como sea. ¿Qué hacemos con los Gustavo Insúa que quedan en el camino?

Brasil ha superado los 480.000 muertos y los 17,5 millones de infectados de Covid. Se han detectado variantes de las cepas brasileña e india, tiene retrasos en la vacunación y una subida de la ocupación en los hospitales. Los expertos prevén la inminencia de una tercera ola aún más mortífera que las anteriores. ¿En estas condiciones se anuncia a Brasil como organizador? ¿Cómo no hacerlo si la Conmebol, según dijo el año pasado Alejandro Domínguez, espera que la Copa América le deje un ingreso que supere los 200 millones de dólares?

Mientras Bolsonaro, un negacionista de la pandemia, celebra la decisión de ser anfitrión. “La cortina de humo es hacer un evento absolutamente inoportuno en un momento en que el Gobierno está acorralado. Bolsonaro está en campaña electoral y jugará con todo lo que tiene para mantener su popularidad. Es natural que utilice políticamente el deporte más popular del país”, señala el historiador Flavio de Campos. Bolsonaro mueve sus fichas mientras que recientes sondeos ubican al expresidente Lula por delante en una posible segunda vuelta para las elecciones del 2022.

Muchas de las críticas a la realización de la Copa América en Brasil vienen por parte de periodistas del grupo Globo. Esto se debe a que el poderoso medio era dueño de las trasmisiones de los torneos, pero con la llegada de Bolsonaro esos derechos pasaron a manos de SBT, cadena amiga del popular magnate Silvio Santos (se sumó Disney-Brasil). Bolsonaro se preguntó, de manera irónica por cadena nacional, por qué tanta indignación si en Brasil, que tiene estadios modernos tras el Mundial 2014, son jugados sin protestas campeonatos locales, Sudamericana y Libertadores.

Lo que se protesta es el poder simbólico, la excepcionalidad del fútbol, la burla en medio de casi medio millón de muertos y el anuncio de una tercera ola que estallaría en pleno torneo. Pero en los últimos días se abrió un frente que ni el mismo Bolsonaro tenia pensado: Los jugadores de la selección de Brasil se niegan a jugar. Tenían la impresión de que el certamen seria cancelado debido a la pandemia y pidieron una reunión con el director técnico Tite (Adenor Leonardo Bacchi) y Rogelio Caboclo (Presidente de la Confederación Brasilera de Futbol). La reunión fue tan fuerte que Caboclo prohibió a Casemiro, capitán del seleccionado, ir a una conferencia de prensa a exponer su postura, lo que agravó la situación. Durante algunas horas se analizó la posibilidad de que jugadores de otros seleccionados se solidarizaran. Técnicos y dirigentes tomaron nota al respecto. Desde Asociación del Fútbol Argentino (AFA) se publicó en redes que “tal como lo refleja nuestro espíritu deportivo”, la selección participará de la Copa América en Brasil.

Aunque la revuelta de los jugadores cariocas no terminó desde el Gobierno brasilero, buscan tomar cartas en el asunto. Es por eso que el coronel Antônio Carlos Nunes de Lima, dirigente en la dictadura brasileña, remplazará a Rogério Caboclo por 30 días en la presidencia de la Confederación Brasileña de Fútbol. El ex militar, presidió la CBF entre 2017 y 2019. Caboclo se convirtió en el primer fusible en saltar, pero nadie asegura que sea el último si los jugadores se mantenían firmes en su postura de no jugar.

El presidente Jair Bolsonaro, buscando asociar política y deporte, levantó dos copas: la de Palmeiras ganando el Brasileirao en 2018 (era presidente electo en ese momento), y la Copa América 2019, obtenida por la “la Verde-amarela” en el estadio Maracaná. Algunos futbolistas brasileños celebraron la presencia del primer mandatario (las crónicas mencionaron al capitán Felipe Melo, que le hizo un saludo militar). Pero lo que más se recuerda es lo que dijo Dani Alves (esta vez ausente por lesión), tras la obtención de la Copa América hace dos años: «Ojalá podamos volver a festejar más títulos con él».

Fuente: PrensaRed (prensared.org.ar), la agencia del Cispren

Imágenes: Agencia Télam