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Ellas leen: crecen los grupos de lectura feminista en las redes sociales
Por Redacción El Tajo • 24/04/2021 12:00 • Tiempo estimado de lectura: 13 minutos
Nota destacada: Redacción El Tajo
El interés en la literatura escrita por mujeres parece lejos de decaer. Algunos de los libros más leídos en 2020 en Argentina fueron Cometierra, de Dolores Reyes (Sigilo), Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez (Anagrama), Las malas, de Camila Sosa Villada (Tusquets) y Por qué volvías cada verano, de Belén López Peiró (Madreselva).
“Suelo pensar en la lectura de libros feministas como si hiciera nuevas amistades, con la conciencia de que otras mujeres han pasado por aquí antes”.
(Sara Ahmed)
Leer a mujeres y leer con otras. Leer a poetas, novelistas, teóricas, activistas, periodistas, transfeministas, ensayistas, cuentistas… leer a mujeres, conversar con ellas y con otras también. Hace rato que las lectoras vienen priorizando a las autoras, y es sabido cuánto gustan los encuentros para intercambiar sobre lo que ellas dicen. Pero ahora hay más: entre las autoras elegidas, hay alta preferencia por las feministas o por las que, sin hablar de ello, cuentan historias con las que es posible identificarse, reconocerse o repensarse.
Y en ese amplio universo de páginas por elegir, crece la avidez por los textos sobre género, heteropatriarcado, economía del cuidado, consentimiento, maternidad o teoría cuir. Así, mientras proliferan los títulos feministas en pequeñas y grandes editoriales, y se multiplican los libros en formato digital, crecen, aquí y en todas partes, los clubes / grupos / círculos de lectura que viven en y gracias a las redes sociales. Cada vez más mujeres se juntan a leer o a conversar sobre lo que leen y, pandemia mediante, esos espacios pronto se convierten en lugares de placer compartido y ámbitos de formación, y también en buenas excusas para la charla, la compañía y la confesión.
El interés en la literatura escrita por mujeres parece lejos de decaer. Basta recordar que algunos de los libros más leídos en 2020 en Argentina fueron Cometierra, de Dolores Reyes (Sigilo), Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez (Anagrama), Las malas, de Camila Sosa Villada (Tusquets) y Por qué volvías cada verano, de Belén López Peiró (Madreselva). En paralelo, la demanda de textos sobre feminismos (o con perspectiva feminista) y estudios de género viene en ascenso, y el mercado editorial ha tomado nota, lanzando títulos para todos los gustos, edades y niveles de formación: desde el reciente Reencantar el mundo, de Silvia Federici (Tinta limón) hasta el juvenil El futuro es femenino, Cuentos para que juntas cambiemos el mundo de Sara cano (Random House). Y ese movimiento de autoras y lectoras se refleja no solo en las librerías sino, muy especialmente, en las múltiples iniciativas que surgen en las redes sociales para leer, recomendar, comentar y hacer circular libros escritos por mujeres.
Comprender, criticar, dinamitar
El Club de Lectura Feminista, por ejemplo, es un espacio organizado por dos rosarinas, Cecilia de Michele y Florencia Bottazzi, que dicen: “Leemos libros y el mundo desde una mirada colectiva y feminista. Queremos comprender, criticar y dinamitarlo todo”. Nacieron en 2018 y tienen cuenta en Facebook, Instagram y un grupo paralelo en Telegram, donde se conectan con las socias. Según publicó una “lectora voraz”, las organizadoras apuestan a la potencia de leer colectivamente: “Sabíamos que nos queríamos conectar con la lectura porque es algo que nos da placer, sabíamos que queríamos hacerlo con otres, desde un espacio colectivo, y que queríamos construir una mirada feminista, en el ejercicio mismo de la lectura, en la exploración y elección de los textos y en el modo de compartir lo que todo eso nos provocaba”.
La gente anda leyendo, en tanto, es un “recomendador y club de lectura” coordinado por Maru Drozd, quien cree que el feminismo tiene el potencial de cambiar no sólo la vida de las mujeres, sino la de todas aquellas personas que busquen claves para transformarla. Desde su cuenta en Instagram propone textos para leer en grupo y también organiza eventos de lectura, siempre con autoras irresistibles. Para esta próxima tanda, sugiere Un cuarto propio, de Virginia Woolf; Bellas para morir, de Esther Pineda; El fin del amor, de Tamara Tenenbaum; Contra los hijos, de Lina Meruane, y Las inseparables, de Simone de Beauvoir.
Si la escritura de mujeres ha sido históricamente silenciada, como bien dijo la poetisa Adrienne Rich, hoy hay un ímpetu por recuperar nuestra genealogía literaria. Es lo que hacen en Diccionario de Escritoras donde, además de recomendar o compartir lecturas, están contruyendo una lista de autoras -ordenada alfabéticamente, como todo diccionario- de poesía y narrativa de América Latina. Jugando con las letras, Natalia Armas y Mariana Lardone han ido armando con espíritu artesanal un inventario de escritoras a las que presentan con gracia, calidez y calidad.
Para el armado de ese repertorio son fundamentales, claro, las casi cinco mil seguidoras que aportan sugerencias de nombres, títulos y hasta pequeñas biografías de autoras de todas las épocas. Cada tantos días, el Diccionario propone una letra (“a”, por ejemplo) e invita a proponer autoras cuyos nombres o apellidos comiencen con tal grafema. El Diccionario también funciona como club de lectura, y en estos días anuncia un ciclo de poesía con perspectiva local: “Venimos a contarles sobre este taller en el que vamos a leer cinco autoras cordobesas que nos gustan precisamente porque hacen de la literatura un espacio de libertad para disfrutar ese fueguito ‘vano, entusiasta y ridículo’ que al señor Jorge Luis le parecía tan poco digno de la literatura en serio”.
El taller de lectura #EnBuscaDeUnaLiteraturaPropia, por ejemplo, analiza todos los jueves la obra y contexto de narradoras latinoamericanas. El curso es organizado por la Casa Estudio Cien Años de Soledad, es gratuito, abierto a todo público y las sesiones son transmitidas por las redes sociales.
El libro como iniciación
Los clubes de lectura creados por y para mujeres son espacios donde es posible compartir intereses, descubrir autoras, conversar y aprender sobre literatura. Pero el circuito se ha especializado: entre la enorme variedad, crecen las iniciativas para aprender sobre género y feminismos. En México y España hay muchísimos de este tipo, como el Club de Lectura Feminista Guadalajara, que se presenta así: “Nos reunimos cada 15 días a hacer lo que nos gusta, leer y hablar de feminismo para hacer del mundo un lugar mejor”.
Muchos de los grupos o clubes son impulsados por organizaciones y colectivas feministas, pero muchos otros son espacios que nacieron por iniciativas personales o de grupos de amigas que comenzaron comunicándose por WhatsApp, subiendo textos a la nube y que cada 15 días se encuentran vía videoconferencia para leer y comentar. Emuladoras en la era digital de Jo March, una de las Mujercitas de Louise May Alcott, que tozudamente propuso crear su club de libros y que sirvió de inspiración a varias generaciones de mujeres que buscaron abrirse espacio en el masculino mundo de la escritura y las editoriales.
En las redes hay convocatorias como esta: “Cita a ciegas con un libro feminista”. O invitaciones del tipo «#Conectatealapoesía y sumate a la guerrilla literaria feminista de nuestro club». Sería interesante investigar qué lugar ocupan estos espacios en la vida actual y en la construcción de la subjetividad de las mujeres. La escritora francesa Laure Adler, especialista en la historia de los feminismos, dice que «el libro puede llegar a ser más importante que la vida» y que éste «enseña a las mujeres que la verdadera vida no es aquella que les hacen vivir». Y agrega: «… no se resignan a cerrar el libro sin que algo haya cambiado en su propia vida. El libro se convierte en iniciación». Según Adler, existe un nexo especial entre la mujer y el libro: «Desde los albores del cristianismo hasta hoy circula entre ellos y nosotras una corriente cálida, una afinidad secreta, una relación extraña y singular, entretejida de prohibiciones, de aprobaciones, de reincorporaciones».
Por otro lado, también funcionan grupos con perfil y objetivos académicos específicos, como el Círculo de Estudios Maternidades y Maternajes Situados UNSAM, que va por su segundo año de funcionamiento y ofrece, de manera gratuita, un espacio de discusión en torno a un menú imprescindible de textos para pensar las maternidades en la actualidad. O también, el flamante “Lo que ellas dicen”, un grupo de lectura sobre género y feminismos que funciona en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba.
Decime qué puedo leer
Si para poder escribir se necesita un cuarto propio, como nos enseñó Virginia Woolf en 1928 –y lo confirmamos con creces en tiempos pandémicos y de convivencia familiar intensiva- hoy podría decirse que para poder leer se necesita, apenas, ser usuaria de una red social. Porque además de los grupos y clubes de lectura, existen otros espacios digitales donde es posible encontrar textos clásicos y descubrir novedades de los feminismos, leer reseñas y, sobre todo, pedir recomendaciones para todos los gustos.
El Círculo de lectura feminista Raíces Violetas, por ejemplo, tiene poco más de un año de vida (creado en marzo de 2020) y es uno de los grupos más numerosos de su tipo en Facebook: cuenta con más de 60 mil integrantes. “Somos una comunidad de mujeres lectoras que buscan profundizar en diversos temas, compartiendo en sororidad nuestras perspectivas, opiniones y experiencias con los libros abordados”, se presentan. Afirman que “las letras son nuestras” y creen que “la lectura feminista es una herramienta que nos libera”. Sobre el funcionamiento del grupo, explican: “Leemos un texto a la semana y una compañera realiza un live comentando el texto. Las demás podemos participar con nuestros aportes, que son valiosos para hacer comunidad”. Y agregan: “Puedes pedir y compartir todo lo que quieras que esté relacionado con la lectura, la escritura, la literatura de mujeres y el feminismo”.
Y así sucede; se pide y se comparte una gran variedad de textos, siempre en formato digital. Desde libros de epistemología feminista de Sandra Harding hasta obras de autoras infaltables como Chimamanda Ngozi Adichie. Al cierre de esta nota, los últimos textos compartidos eran Las mujeres que leen son peligrosas, de Stefan Bollmann, y Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar, de Ame Soler. Y la diversidad de pedidos que hacen las participantes abarca un abanico amplio que va desde el feminismo “de autoayuda” hasta el feminismo descolonial, sin descuidar nunca las novelas escritas por mujeres.
“¿Qué lecturas me recomiendan para estudiar la culpa en las mujeres?” / “¿Me pueden recomendar algún libro para una relación amorosa sana?” / “¿Podrían recomendarme libros que hablen sobre la aceptación y el amor propio?” / ¿Cuál es su novela feminista favorita?”… y la lista es interminable. En la mayoría de los grupos hay dos infaltables: pedidos de textos sobre “empoderamiento femenino” y “crianza de niñxs feministas”.
“Estoy buscando lectura para niñas con trastornos alimentarios (anorexia) -dice una seguidora de Raíces Violetas- Estoy segura de que un gran componente de este trastorno es la estructura patriarcal, y estoy desesperada por poder entregar ayuda; creo que un libro que aborde el tema con perspectiva feminista sería lo ideal. De antemano, muchas gracias”.
“¡Hola a todas! Busco referencias (libros, ensayos, podcast, películas, proyectos, lo que sea) sobre erotizarnos, masturbación, placer, corporalidad (reflexiones en torno a la relación con nuestras cuerpas y la diversidad del placer)”
Allí también se inician debates o conversaciones sobre temas afines: “Queridas todas, ¿me pueden ayudar con su definición personal de sororidad? Me interesan sus puntos de vista (…)” / “Hermanas, para ustedes ¿qué es la responsabilidad afectiva?”. Y así, con una extensa lista de asuntos que preocupan, interpelan o interesan a las mujeres de habla hispana. Porque allí confluyen distintas edades y varias nacionalidades. Como buena práctica feminista, se trata de encontrarse -para leer o conversar- y reconocerse en otras.
Todas las redes todas
Otro grupo enorme es Libros y Feminismo, con 49 mil seguidoras. Surgido de un blog personal, el grupo de Facebook hace “recomendaciones y análisis de libros con perspectiva feminista”. Allí se encuentran textos sobre el deseo, los cuerpos, las negritudes, las identidades y, sobre todo, mucha literatura escrita por mujeres. Las últimas obras recomendadas son La azotea, de la uruguaya Fernanda Trías; Lo que no aprendí, de la colombiana Margarita García Robayo; Casas vacías, de la mexicana Brenda Navarro; Loca, de Nelly Arcan; Un detalle menor, de la palestina Adanía Shibli y Una família en Bruselas, de Chantal Akerman.
Un dato que ilustra la magnitud de la movida es la cantidad de seguidorxs de la cuenta Estudios de género en América Latina, que si bien difunde información académica (convocatorias de revistas científicas, eventos, artículos, etcétera) también funciona como un enorme repositorio de libros feministas. La página tiene nada menos que 1.058.000 seguidorxs, que pueden descargar materiales tan variados como textos sobre ecofeminismo o un manual sobre cómo abortar con medicamentos.
Además de los clubes, abundan las bibliotecas digitales y los sitios que funcionan como repositorio. Entre las primeras, Bibliografía Feminista (FemEP) es un archivo-biblioteca basado en el intercambio activo de materiales en diferentes formatos, sin ánimo de lucro, y que también tiene cuenta en Twitter. En Biblioteca Feminista C.O (con 16 mil miembrxs) interactúan mujeres de muchos países latinoamericanos y allí también se piden recomendaciones y se sugieren lecturas de todos los feminismos. También está la Biblioteca anarcofeminista, que es un grupo privado y entre sus reglas dice explícitamente: “Este grupo es separatista, no aceptamos hombres”, y luego indica que “no se permite el bullying ni los comentarios degradantes sobre raza, religión, cultura, orientación sexual, género o identidad”, y finalmente invita a “compartir conocimientos libertarios y feministas”.
En tiempos de convergencia digital, sin embargo, no todo es palabra escrita. Los libros también circulan en podcast y videos. “Hola compas queridas, ¡les comento que me estoy mudando a Spotify!”, anuncia Soledad y, antes de postear su canal de Audiolibros Feministas, dice: “Espero que todas estas lecturas nos puedan servir en nuestro proceso de revolución antipatriarcal ¡Un abrazo grande a todas!”. En la nueva cuenta hay material sobre ecofeminismo, feminismo comunitario y anticolonial, feminismo antiespecista y anarcofeminismo. “Los audios han sido creados con la esperanza de que estos nos ayuden en nuestro proceso de liberación colectiva y por ello el acceso es gratuito y sin restricciones”.
En otro posteo se lee: “¡Hola! En este canal de Telegram todas las semanas compartimos libros escritos por mujeres y/o con temática feminista; justo esta semana estaremos compartiendo bibliografía sobre feminicidio, por si gustas suscribirte”. Por otro lado, la creadora de Lecturas feministas, que tiene 1200 seguidoras, dice que allí es posible encontrar audiolibros y que su canal es hecho “por mujeres y para mujeres”.
Parece haber surgido un nuevo paradigma textual que no solo acerca a autoras y lectoras y teje redes de intereses y afectos; además, podría ser un camino para des-institucionalizar los feminismos, creando versiones digitales de los clásicos grupos de autoconciencia, ahora asistidos por tecnologías y alimentados por páginas escritas con historias y conceptos… Mujeres reunidas en torno a novelas, teorías e ideas. Mujeres leyendo e intercambiando. “Feminismo para todo el mundo”, como dice bell hooks, y libros para todo el mundo, también.