Derechos Humanos
La crudeza del dolor y como prevenirlo
Por Valeria Plaza (*)
Las cárceles son un termómetro social de los niveles de dolor que estamos dispuestos a tolerar que imparta el Estado. Algunos autores sostienen que se pueden comparar las sociedades, en términos históricos y geográficos, en función de analizar la forma en que se imparten los castigos, es decir, analizando las cárceles.
Muchos consideran la historia penal como una serie de etapas en progreso. Partiendo de la descripción con la que Foucault inicia el célebre libro “Vigilar y castigar” (1975), quien relata la horrenda ejecución pública de Damiens, en 1757, pasando por la reconstrucción histórica de la cárcel como funcional al sistema de producción social en la que se haya inserta y particularmente, al sistema capitalista que construyen Rusche y Kirchheimer en “Pena y Estructura Social” (1939), no nos queda mucho más para agregar.
Estas cuestiones son centrales para la ciencia social, y no es mi interés ahora examinar si los castigos que impartimos en nuestra sociedad, los dolores, son más fuertes que otros, si el dolor ha disminuido o aumentado en el mundo. Sino, lo que puedo hacer y haré, es describir algunos actos planeados como castigos acá y ahora. Lo que viene pasando en nuestras cárceles, las decisiones sobre dichos actos en un contexto de auge de los defensores del punitivismo (la imposición de demanda de más y severas sanciones penales como forma –fracasada- de resolver los problemas del delito).
Me refiero al caso puntual, que emerge como punta del iceberg, la denuncia de una tortura seguida de muerte que esta semana culminó con las detenciones de un ex director del módulo MD1 de la cárcel ubicada en la localidad de Bower, seis guardiacárceles y un médico del Servicio Penitenciario de Córdoba. Las 8 personas están acusadas de ser parte o encubrir la tortura y posterior muerte de un interno en setiembre del 2023.
El mismo recibió una fuerte golpiza y luego fue atado, de manos y pies en una cama de sujeción, medida que había sido cuestionada en numerosas ocasiones en los informes producidos en sus visitas por los miembros del Comité Nacional contra la Tortura y en particular, por un informe local que produjimos desde la Facultad de Ciencias Sociales.
Y eso nos genera un alerta mayor. Ya no se trata sólo de denunciar y que las autoridades esbocen tibias promesas de mejoras, sino que es esta muerte la que nos golpea y nos interpela a pensar una las premisas básicas que debería involucrar a más ciudadanos y ciudadanas: luchar para que se reduzca en el mundo el dolor infligido por el Estado.
Me dirán que el dolor hace crecer a la gente; que la hace más madura, tener un discernimiento más profundo, experimentar más gozo si se desvanece el dolor según algunos sistemas de creencias. Algunos/as de nosotros/as quizá hayamos experimentado algunos de estos beneficios. Pero también hemos experimentado lo contrario: el dolor que detiene el crecimiento, el dolor que retrasa, el dolor que hace perversas a las personas y en estos casos, el dolor mata. Como dice Nils Christie en “Los límites del dolor” (1984), no puedo ver ninguna buena razón para creer que el nivel reciente de imposición de dolor sea correcto y natural ni lleve de ninguna manera a reducir la violencia social, los delitos, sino más bien lo contrario.
Este asunto es importante: no veo otra posición defendible que la de luchar para que disminuya el dolor. Una de las reglas sería entonces: cuando se esté en duda, no se debe imponer dolor. Otra regla sería: impóngase el mínimo dolor posible. Busquemos opciones a los castigos, no sólo castigos opcionales.
Ya no es suficiente aceptar que lo que ha hecho está mall, que el sistema penitenciario como rehabilitador social no funciona, sino que creo que es necesario ahora que estas muertes se conviertan en un punto de partida para un diálogo real. Los sistemas sociales deben construirse de tal manera que pueda tener lugar un diálogo.
Esa es la intención con la que estamos invitando a participar de un conversatorio titulado “Hacia la creación de un “Mecanismo de prevención de la tortura para la provincia de Córdoba”. Diagnóstico y propuestas: ¿Por qué es importante que la provincia de Córdoba tenga un mecanismo local?”.
Se va a realizar el jueves 18 de abril en el Museo de antropología, Hipólito Yrigoyen 174, de 18.30 a 20:00 hs. En el mismo disertarán Gustavo Palmieri y Josefina Ignacio, comisionados del Comité Nacional de Prevención de la Tortura, Macarena Fernandez Hofman del CELS y representantes de la Red por los Derechos Humanos en contexto de encierro Córdoba, que es la organizadora de esta jornada. En el mismo contaremos además con la participación de legisladores y funcionarios del poder ejecutivo y judicial local. Una invitación, un punto de partida para construir diálogos que disminuyan los dolores, que prevengan en lo posible estas muertas y que sirvan para comenzar a re pensar nuestros consensos sociales tan necesarios en este tiempo.
(*) Docente FCS/ Investigadora CIECS- CONICET. Integrante de la “Red por los Derechos Humanos en contexto de encierro Córdoba”