Clima

La política de los incendios forestales

Por Medardo Ávila Vázquez

De manera creciente los incendios forestales se multiplican por todo el mundo en un contexto de calentamiento global. Por la degradación ambiental estos son más frecuentes, grandes y difíciles de controlar. En Argentina tuvimos 700.000 ha. quemadas en 2022, y casi 70.000 ha. se quemaron esta semana en Córdoba.

Brigadistas y bomberos poniendo el cuerpo contra el fuego

Las Ciencias del Fuego están teniendo un gran desarrollo buscando las mejores respuestas para entender y detener gigantescos incendios como los de Australia, California, Grecia o España (todos en zonas semiáridas como la nuestra). Y desde el año 1997 la Argentina tiene un Plan de Manejo del Fuego, una ley desde 2012 y fondos suficientes para desarrollar y equipar una estructura que pueda protegernos. Se financia con la alícuota del 3% de las pólizas de todos los seguros y Córdoba tuvo financiación extra propia. Se compraron miles de autobombas, camionetas, aviones y equipos personales (cada equipo individual de bombero cuesta 1000 u$s) y se organizaron cuarteles de bomberos voluntarios por todo lados, antes muy dispersos y descoordinados.

Paralelamente, la presión sobre la naturaleza crece en un país condenado a la reprimarización económica y al extractivismo por el orden económico global al que nos resignamos. Las necesidades productivas, aunque debería decir lucrativas, de los grupos económicos se anteponen a cualquier otro principio o derecho ya sean laborales, sociales, políticos o ambientales. El incendio forestal es el desmonte más barato y más rápido, el Presidente de la Sociedad Rural y la Vicegobernadora de Córdoba Myriam Prunoto, un día antes de que se encendiera el ultimo fogón cordobés, afirmaron en un acto ruralista que la culpa del fuego la tienen los bosques y montes que ellos quieren hacer desaparecer para llevar sus vacas desplazadas por la soja en las planicies.

De todas maneras, el fuego es una gran amenaza contra la vida y los hogares de mucha gente que se debe proteger. Pero el significado de los incendios forestales en una provincia agobiada por la degradación ecológica requiere determinar prioridades distintas a las que otorga el estado cordobés instrumentalizado para el servicio de los intereses del agronegocio y las empresas constructoras y sus desarrollistas inmobiliarios.

Las olas de calor son cada vez más frecuentes y largas, la mortalidad se acelera en esos dias en todo el mundo y en Córdoba también, la crisis hídrica es patente con la contaminación por cianotoxinas y la escasez de agua en superficie o en napas subterráneas y la vegetación es esencial para su protección. Los árboles, el monte, la vegetación regulan la temperatura, son nuestros aires acondicionados naturales, fijan el agua, humedecen la atmosfera, oxigenan el aire y eliminan al dióxido que aumenta el calentamiento. Hay que ser muy ciegos o muy avaros para solo ver el bolsillo y no donde y cuando estamos viviendo, esto es lo político de los incendios. Necesitamos una política contra incendios que considere la necesidad de evitar la destrucción de nuestra naturaleza.

Áreas incendiadas en Córdoba – Septiembre 2024 – CONAE

El Fuego es inaceptable para Córdoba hoy, debería existir una Prevención fuerte, una Alerta Temprana (desmantelada en 2018) con satélites y vigías humanos regionales, coordinados con Respuesta Inmediata que apague el fuego apenas se prende, y un Plan de Control del fuego que lo apague. Claro, lo primero es que no se ponga en peligro a personas ni lugares habitados, pero, si también ponemos la centralidad en apagarlo es mucho más probable que nadie pueda correr riesgos, algo que parece lógico, pero no pasa. Apagar un incendio forestal de dimensiones no es imposible, no es fácil, pero las ciencias del fuego y las experiencias mundiales acumuladas nos ayudan.

El Plan de Manejo de Fuego cordobés, como el original creado por la Secretaria de Recursos Naturales de Menem, Maria Julia Alsogaray, considera al bosque, monte y pastizales como combustibles del fuego que se prenden periódicamente y cuyo incendio hay que manejar para minimizar daños humanos. Con absoluta ceguera ecológica se sigue manejando a los bomberos y bomberas que con gran voluntad y determinación se presentan al combate del fuego, con muy buenos equipos, pero con tácticas defensivas, pasivas y limitadas, se corre al lado del fuego que se extiende que fluye quemando nuestras zonas ambientales más necesarias.

Esto podría ser diferente, con estos recursos puestos a cuidar nuestros Bienes Comunes del fuego podríamos lograr Fuego Cero, aunque lejos estamos de ese objetivo aún. Por ahora, la construcción comunitaria local aporta brigadas forestales autogestionadas que en cada lugar cuidan su territorio. Brigadas Comunitarias de mis compañeres y mis hermanites que nacieron para apagar el fuego del monte, de los bosques, de los pastizales que el Gobierno no apaga. Son dos concepciones distintas, las Brigadas defienden el monte porque se sienten parte de él, saben que los necesitamos, que no tendremos agua, que el clima se calentara, que los incendios degradan al ambiente haciéndolo cada vez menos habitable y menos sano.

¿Cuánto pueden valer esos árboles? nos preguntan los ciegos ecológicos. Esta semana se quemaron en la zona de Capilla del Monte y en el Valle del Rio Pintos bosques de 500 años de quebrachos blancos, orcoquebrachos, algarrobos, guayacanes, cina-cinas cocos, molles y mistoles que durante su vida elevaban cada uno al menos 2.500 toneladas de agua desde la raíz a la copa evaporándola a la atmósfera, habían dispersado CO2, habían emitido millones de kg de oxígeno para la respiración del ser humano y los animales, habían fijado una cantidad de calor enorme. No es cuestión de conocimiento, de saber o ser ignorante, es un problema político, unos solo quieren otra cancha de golf, otra cantera, un barrio residencial de altura, campos de pastoreo o más agricultura tóxica con soja, otros queremos la vida.