Córdoba obrera

Otra historia

Por Guillermo Borioli (*) • 29/05/2021 00:01 • Tiempo estimado de lectura: 3 minutos

* Periodista

Córdoba en su historia guarda contradicciones y retrocesos no explicados, a los que alguna vez habrá que ponerle letra.

Mojones como la Reforma del 18, la apertura de la Universidad en el 45, la resistencia a Onganía en el 66, el Cordobazo, el Viborazo y el gobierno popular de Obregón Cano y Atilio López, nada tienen que ver con los comandos civiles del 55, el silencio durante el onganiato, frente a la destitución policial del Navarrazo, la complicidad frente a la muerte en dictadura, tarea profundizada en lo económico por el menendismo, todo en los 38 años de alternancia neoliberal en Córdoba, periodo que nos ha sumergido en un grave deterioro en casi todos los ámbitos, menos en los círculos de un poder intocable protegido por una guardia mediática local y nacional.

En ese juego degradante, se han perdido los equilibrios, imponiéndose la pacata Córdoba conservadora sobre los sueños del cambio justo y necesario.

El Cordobazo fue una protesta obrero, estudiantil y vecinal -este un sesgo olvidado- que desde Barrio Patricios con La Coordinadora a la cabeza, orientada por Mario Vicario, puso lo suyo.

La CGT nacional, burócrata, llamó a una huelga general para el 30 de Mayo, pidiendo restablecer la negociación colectiva de salarios, suspendidas desde 1967. Córdoba, según propuesta de Agustín Tosco, dispuso adelantar la protesta un día con abandono de trabajo por treinta y seis horas. Lo que para la central obrera nacional debía ser una huelga reivindicativa que contuviera la indignación, se transformó en una protesta de fondo, apuntada al facto, al atropello a las libertades públicas, a las garantías vulneradas y por recuperar la democracia.
El malestar social venía en crecimiento y al enojo obrero se sumó el malestar estudiantil por las persecuciones a la militancia y con las casas de altos estudios intervenidas. Como nunca los barrios cordobeses abrieron sus puertas.

El resultado fue una jornada incontrolada, con claros propósitos manifestados, que durante 48 horas mantuvo al poder dictatorial en vilo y a Córdoba en manos de militantes populares que horadaron a la dictadura.

Lo que vino después fue tanto o más importante. El sindicalismo vio nacer un clasismo sin vueltas y en el movimiento estudiantil se hizo carne la resistencia sin límites. Esta realidad predispuso a las clases dominantes y nacieron entonces las simientes de una propuesta vil que en el tiempo devino en esta Córdoba, reaccionaria y elitista, que desintegra y oculta su estilo y gestión depredadora, opresiva.
El furor transformador del Cordobazo levantó las bases del triunfo popular del 73, al tiempo que desató la resistencia conservadora. Desde entonces reina un modelo neoliberal que nos ha condenado. La fundación Mediterránea ha sido el brazo ejecutor.

La represión abierta en el 74 hizo de la provincia campo orégano y el neoliberalismo despiadado sentó primacia. Nada escapa a los poderes dominantes y en el medio una enorme masa, desclasada y sin principios, sucumbe. Un progresismo pálido no ha podido escapar a la Córdoba de las campanas y todo huele a lo mismo.

El 29 de mayo llama a la reflexión. Debe emerger una conducta cívica distinta, capaz de bregar por una construcción sin ataduras, decidida a alcanzar sin falsas tutelas la igualdad y la equidad.