Feminismos

Silvina

«¿Cuántas cosas perdemos en el vértigo del día a día siguiendo mandatos?», se preguntaba Silvina Luna en el libro que escribió. Ella perdió la vida. ¿Hay palabras reparadoras para acompañarla en este momento? Ofrezco algunas estampas de esos días de vértigo que acompañé en las temporadas de teatro en Villa Carlos Paz, para convocar escenas que abracen cuerpos que se expanden, caen o arrugan, o se vuelven lunas.

Ayer, Silvina murió y un torrente de rezos, salutaciones, enojos, tristezas y reflexiones acompañaron su partida. Escribimos desde el lugar donde nos toca. 

Hace una década, trabajaba intensamente en una tesis doctoral en Ciencias Antropológicas: «Sueños de Pluma. Una etnografía en las temporadas teatrales de verano en Villa Carlos Paz, 2011-2017». La tesis analizó prácticas sociales como actuaciones. Los materiales estudiados fueron las temporadas de teatro en verano en Villa Carlos Paz. 

En las sierras de Córdoba, desde hace 60 años, cada verano Carlos Paz recibe a la colonia artística que la engalana. Con más de veinte espectáculos teatrales, las noches despliegan alegría y glamour para turistas que llegan en vacaciones desde diferentes puntos del país. En busca del «éxito», comedias, revistas y shows humorísticos musicales renuevan antiguas y lejanas formas de manifestación teatral.

Las temporadas teatrales conllevan un saber hacer que se escenifica en la búsqueda de lograr algo «nunca visto». Las máscaras, que pueden cambiarse y superponerse, permiten a les personajes aparecer, transformarse, continuar. Autoridades, empresarios, equipo de producción, artistas (entre ellas, «las chicas»), espectadores, aparecen con actuaciones específicas que imprimen cuerpos y modos de vincularse.

Conocí presencialmente a Silvina en mis pesquisas doctorales, sus actuaciones y las escenas en que participaba fueron foco de atención durante algunos años. En uno de sus capítulos, la tesis se ocupó de escenificaciones de «las chicas» en las temporadas. Mujeres entre 20 y 30 años aproximadamente desplegaban en los escenarios cuerpos fibrosos y de grandes curvas, pieles bronceadas y descubiertas, vestuarios brillantes. Ofrecidas a varones, admiradas por mujeres, las chicas tenían el potencial de «calentar» y hacer «explotar» el verano.

Estas performances movilizaban valores y relaciones de género, clase, raza, edad. Las chicas debían calentar destapando sus curvas, pechos y nalgas, sin perder «naturalidad» ni llegar a «putas». Para ello, hacían de su plástico una verdad y de sus abundancias un arma de juego. Calentar no era suficiente. Las chicas debían actuar como mujeres jóvenes, como «finas» (evitar ser «negras») y como «buenas personas», «simpáticas», «inteligentes» y, sobre todo, «solidarias».

Para las chicas, era «una lucha» llegar a escena, implicaba «sacrificio». La permanencia se buscaba con «pasión» y «persistencia». Ser chicas era un paso, ellas querían ser locutoras, actrices. Tener un «buen cuerpo» les permitía entrar en vidriera, pero aspiraban a la palabra. Encargadas de hacer explotar el verano, las chicas aparecían entre actuaciones que ponían en juego las maneras de llegar a chica y de dejar de serlo.

Quienes nos sumergimos en el oficio antropológico, usamos el «diario de campo» como un camino para el conocimiento. Hoy que Silvina murió por lo que aquellos escenarios alentaban, comparto algunas notas de campo donde ella aparecía. Que estas palabras y lunas nos ayuden a imaginar escenas de alegrías donde todas las vidas importen y donde todas las cuerpas encuentren un lugar para expandirse.

FUENTE: La Tinta. Nota completa. Por Jimena Garrido.