COVID-19

COVID-19: Estrategias y ocurrencias

Por Lic. Mario Burgos (*) • 02/06/2021 00:01 • Tiempo estimado de lectura: 7 minutos

* Psicólogo APS, sanitarista. Ex ATAMDOS.  Co coordinador de la Subcomisión de salud mental del instituto PATRIA

Un grupo de investigadores habría presentado al gobierno nacional esta propuesta de «Aislamiento Selectivo Planificado e Intermitente (ASPI)»

El diario Página 12 publica la nota «ASPI: ¿en qué consiste y para qué podría servir ponerlo en marcha?»

Un grupo de investigadores habría presentado al gobierno nacional esta propuesta de «Aislamiento Selectivo Planificado e Intermitente (ASPI)» como estrategia. En palabras de Daniel Fierstein: “La dinámica que se proponía era más o menos así: podíamos cerrar nueve días para cortar la propagación y abrir 20 para estimular la economía. Este mismo proceso podría repetirse durante algunos meses”. Agrega Pablo Esteban: “Según los cálculos de los especialistas, podrían proponerse 9 días de cierre y 5 de apertura9 de cierre y 12 de apertura, o bien, 16 y 12”. Es decir, cierres con el argumento de parar la circulación del virus, aperturas para activar la economía. Esto combinado con medidas selectivas de acuerdo a la situación epidemiológica de cada lugar.

Estamos en estos días en una supuesta meseta de 30/35 mil contagios diarios detectados, con índices de desocupación, inflación y pobreza nada flexibles a la aplicación de medidas de estímulo económico de corto plazo.

La idea de periodos cortos de confinamiento y «aperturas» parece no reconocer que lo primero a resolver hoy es bajar sustancialmente el número de contagios, habida cuenta que tenemos un Malvinas cada tres días. Y que, en la medida que la velocidad de ocupación de camas UTI, pasillos y todos los espacios hospitalarios es mayor que la liberación de estos espacios para nuevos afectados, el colapso sanitario es inevitable en la curva actual. 

Hecha esta aclaración, la propuesta de intermitencias y selectividad geográfica no tiene en cuenta dos problemas.

El primero: los periodos de 9 días de confinamiento propuestos no se compadecen con el ciclo del COVID19. Vale revisar un dato del último mes: la cantidad de muertes no sigue la misma curva que los contagios. Aunque haya una disminución de estos últimos, las muertes de hoy revelan la cantidad de contagios de diez a veinte días atrás. Expresa tanto a los detectados como a una cifra equivalente no detectada pero reconocida como existente: sintomáticos no detectados, asintomáticos, etc.

Esa masa de contagios anterior, con excepción de las y los aislados y/o internadas e internados, sigue y seguirá circulando y transmitiendo COVID19 al resto de Ia población en proporción a su número. 

No hay ningún motivo para suponer entonces que cierres cortos puedan alterar este proceso. Menos evidencia hay respecto a que las aperturas, más prolongadas que los cierres, eviten el efecto acumulativo en la propagación viral que señalo. Por el contrario, estos cierres cortos preparan el terreno para que haya una circulación masiva en el día de «apertura”, movimiento que se proyectará a los días subsiguientes, promoviendo más circulación de virus.

Este no es un fenómeno matemático sino social: si se confina sólo en periodos nueve días, si el Estado lo dispone, si hay quienes lo justifiquen con argumentos que se pretenden científicos, el mensaje que se envía a la sociedad es que al llegar al día diez el peligro es menor: justo en ese día y los que siguen es cuando se concentra el mayor número de personas infectadas circulando.

Y es un fenómeno de índole psicológica: le vendemos a la población que basta encerrarse nueve días cada tanto para dar vuelta el curso de la pandemia. Esto redunda en una pérdida de su actitud de alerta. El mecanismo de negación que promueve un fenómeno inmanejable para la sociedad como lo es el COVID19 no puede ser confrontado más que promoviendo, con mensajes claros, esa actitud de alerta, ese estar en guardia.

Por ejemplo: hasta que la gran mayoría esté vacunada y hayamos bajado la curva de contagios, cualquier salida de casa puede redundar en contagio, enfermedad, muerte. Otro: ni el Estado, ni más o menos científicos pueden garantizar una sola vida entre aquellas personas que circulen.

Otro: la circulación no esencial pone en peligro a las trabajadoras y trabajadores que nos proveen de alimentos, energía, higiene, salud y seguridad.

Hay otro problema y es de índole política. Si los únicos factores a considerar fueran magnitud de contagios, camas UTI disponibles, alteraciones leves en la curva, por supuesto se podría ser selectivo: aumentar las medidas públicas de cuidado allí donde la situación sea crítica y reducirlas donde no lo es. Pero esos no son los únicos factores ni los principales: está el factor gestión política local, el factor gestión provincial, gestión proFdeT, gestión antiFdeT, está el factor «voy donde hay menos contagio, controlan menos», está el factor «que vengan que necesitamos que gasten». 

Esos son los factores principales a considerar en la estrategia epidemiológica, 

Los saltos en el número de contagios lo mostraban ya el año pasado.

Los contagios se multiplican primero en CABA gracias a un paquete de decisiones que no cambia: circulación innecesaria, recreativa, en forma de bolicheo, paseos de todo tipo, compras en comercios no esenciales, ningún control de que se cumplan las pocas medidas de cuidado que el gobierno de la ciudad dice aceptar. Y agreguemos las clases presenciales, siempre a considerar a la hora de ver por qué desde febrero estamos como estamos. También porque CABA es principal puerta de entrada y destino del turismo interno y externo, nunca lo suficientemente restringidos. También porque CABA aparece a los ojos de las y los desocupados de la periferia, como el último recurso para changas y/o recolección de algo que resuelva el factor “no hay de comer en casa”.

El AMBA sigue el proceso, activado por los dos, tres millones que van a trabajar a la ciudad con la consecuencia de que muchos vuelvan con COVID y terminen figurando como contagio provincial. También aporta la circulación innecesaria, activada por flujos comerciales, culturales, etc. 

El segundo cordón se acopla. El interior de la provincia, que mostraba índices más bajos y por lo tanto experimentaba políticas más light, es invadido gracias a esa ventaja comparativa por quienes vienen de AMBA, sean esenciales, sean buscadores de lugares con menos «restricciones». Se los recibe fácil porque activan la deteriorada economía local. 

El COVID avanza al interior en un mismo flujo: primero desde la urbe metropolitana hacia las urbes locales, sobre todo las de gestión negacionista. Luego al interior.  Y tenemos la situación actual: provincias explotadas con sistemas de salud más precarios que el lugar donde comienza el flujo viral. 

Resumiendo: si las medidas de reducción de la circulación a las personas no esenciales no se toman por un tiempo que supere el ciclo del COVI19, y se promueven para toda la población en todo el país, se multiplica la incidencia de estos factores al infinito, con su carga de decenas de miles de muertes evitables, cuerpos devastados, vidas destruidas. 

Y una economía en caída al ritmo de este proceso: las y los muertos no consumen, las y los internados no producen, las y los aislados están más ocupados en su salud que en gastar. Este panorama económico no se resuelve con aperturas cortas sino bajando los contagios. Proveyendo alimentos e insumos vitales en las casas con carencias, liberando espacios y transportes y organizando turnos diferenciados de actividad para que las y los esenciales se desplacen y trabajen con menos peligro. Y vacunando a esas 9 millones de personas que hacen posible nuestra vida cotidiana.   De lo contrario, el dolor y la negación convivirán con nosotros hasta atravesar generaciones, descubriendo y ocultando que pudimos hacerlo mejor, que no hicimos lo posible, que nos superó un virus.