Derechos Humanos
De centro clandestino en la dictadura a refugio de la economía popular
En el Refugio Libertad, un predio de 880 hectáreas donde se encontraba el ex Grupo de Artillería 141 del Ejército Argentino en José de la Quintana, hoy funcionan unas diez unidades productivas de distintos tipos.
El Refugio Libertad es un predio de 880 hectáreas ubicado a 60 kilómetros de la ciudad de Córdoba, donde se encontraba el ex Grupo de Artillería 141 del Ejército Argentino que funcionaba como centro clandestino de detención y tortura durante la dictadura militar, y hoy es un lugar luminoso, lleno de vida y productivo, gracias al impulso de un grupo de mujeres de la economía popular.
La rama rural de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (Utep), los denominados Trabajadores Unidos por la Tierra (Traut), compuesto en su mayoría por mujeres, lograron la posesión de esas tierras en 2018, y con un notable esfuerzo pudieron convertir el lugar en un campo comunitario donde funcionan unas diez unidades productivas de distintos tipos.
Desde junio de 2018, por medio de un Convenio firmado entre la Agencia Administradora de Bienes del Estado (AABE) y la Asociación Civil Construyendo Dignidad, se accedió a un permiso de uso sobre las aproximadamente 70 hectáreas cultivables del predio la organización de trabajadores/as rurales Traut.
Mercedes Ferrero, integrante de Traut, contó las sensaciones que le provocan recuperar un lugar donde se respiraba desilusión, para convertirlo ahora en otro en el que la esperanza está en cada hectárea. «Siento orgullo de pertenecer a una comunidad de un grupo de trabajadores que estamos haciendo una tarea que es enorme. Es recuperar un predio abandonado por décadas, y con muchísima energía el espacio ya es hoy un lugar poblado de vida, actividad, presencia, creación de unidades productivas que dan trabajo a un montón de familias de la zona», explicó Ferrero.
El predio se ubica en la margen norte del Río Los Molinos llegando hasta el Dique de José de la Quintana, y colinda con las localidades y ejidos de José de la Quintana (al norte y noroeste), Villa San Isidro (al noreste) y Los Molinos (al sur); todas ellas de menos de 1.000 habitantes. «Logramos construir unidades de la agricultura comunitaria, y estamos tratando de producir alimentos sanos para las propias familias y comunidad de la zona», contó la trabajadora. Con esos alimentos que producen en el lugar abastecen a comedores populares y se comercializa solo a nivel local, ya que los instrumentos de trabajo son precarios y no pueden aún alcanzar una gran escala de producción. «La idea es ir generando una red de comercialización cuando la escala productiva aumente», detalló Ferrero.
Como en todo espacio de memoria, llegar al Refugio Libertad es sentir ese silencio que habla desde los muros abandonados, donde predominan numerosas edificaciones de gran envergadura, y hasta hay testigos que aseguran que funcionaban centros de fusilamiento en el lugar. Las celdas de detención quedaron de la misma manera: frías, estrechas, sin sentido, y por eso quienes acuden diariamente al lugar con el nuevo objetivo de producir, piden que se reconozca oficialmente el lugar como lo que fue. «Es algo que nos llama la atención, es un sitio que está a 60 kilómetros de capital y muchísimo tiempo permaneció en silencio y ocultamiento, recién en 2018 fue reconocido en el registro único de terrorismo de estado», explicó Ferrero. En ese sentido, advirtió: «Hay una trama por detrás, y falta un trabajo, por más que funcionamos como un sitio de memoria, todavía no logramos que el sitio se señalice formalmente».
En el predio en el momento de esplendor dicen que llegaron a vivir 3 mil personas, era un centro económico y neurálgico. En la zona durante mucho tiempo la vida giró en torno a la presencia del Ejército y de la Iglesia. «El desmantelamiento del Grupo de Artillería significó la pérdida de un montón de fuentes laborales», aseguró Ferrero, a la vez que contó que el genocida Luciano Benjamín Menéndez pasó un tiempo de su prisión domiciliaria en una de las casonas del lugar.
«Sabemos que estuvo acá en contexto de prisión, y estando en prisión era el rey y señor mientras estaba siendo juzgado. Lo relatan todos los vecinos de la zona que en ese momento entraban a cumplir tareas laborales», contó la mujer.
Las leyendas escritas en las paredes del lugar recuerdan el sufrimiento de quienes estuvieron allí detenidos. ‘Dios Patria y Hogar’, escribieron en la arcada de ingreso a un pabellón, ‘La victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana’, se lee en la pared de una habitación. En otro muro, con el techo cayéndose a pedazos, dice: ‘Camaradas de la División Sur. No tenemos yerba, ni tabaco, ni pan, ni recursos, ni esperanzas de recibirlos. Estamos en la última miseria: pero tenemos deberes que cumplir y cumpliremos ¡Adelante y Viva la Patria!’.
Durante la década del 40′ se construyó en el predio una fábrica de pólvora que nunca inició su funcionamiento; y durante la última dictadura cívico-militar, en el predio funcionó un Centro Clandestino de Detención y Tortura. Es por ello, que existe una medida de no innovar en una zona específica del predio, en el marco de una causa que investiga la presencia de posibles enterramientos.
Las instalaciones del predio se encuentran en estado de total abandono desde que el GA141 fue trasladado en el año 1993 y, a pesar de que en el predio siguió estando presente una guardia (dependiente de la Fábrica Militar de Río Tercero), los edificios fueron en buena medida desmantelados. La única excepción a esta situación es una planta potabilizadora de agua que se encuentra dentro del predio y que abastece a la Cooperativa José de la Quintana, que distribuye agua en la localidad que lleva el mismo nombre.
Desde que el predio fue recuperado en junio de 2018, se está desarrollando este proyecto integral que busca transformar un espacio que estuvo al servicio de un proyecto de muerte en un proyecto de cuidado de la vida.
Fuente: Javier Pennacchioni (Télam)