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¿De dónde vienen los carnavales? Historia y contexto actual de una fiesta popular

Vuelven los carnavales en todo el país y rememoramos la génesis de este evento histórico para nuestra sociedad. ¿De dónde nace? ¿Cómo surge? Además, el testimonio de personas travestis y trans que viven estos días como «el único momento de libertad».

Por Redacción El Resaltador • 26/02/2022 12:00 • Tiempo estimado de lectura: 3 minutos

Máscaras, dioses y carrozas ¿Por qué celebramos el carnaval?

El carnaval probablemente se originó a partir de los rituales paganos a Baco -el dios del vino-, o en los festines que se realizaban en Egipto en honor al buey Apis, o tal vez por las saturnalias romanas en honor al dios Saturno. Luego, se expandió por toda Europa; y según el cristianismo, se define como una celebración de tres días -de domingo a martes- antes del inicio de la Cuaresma. 

Según la tradición cristiana, la Cuaresma es el período que se corresponde entre el miércoles de Ceniza hasta el domingo de Pascua, considerado un tiempo de reflexión, ayuno y abstinencia dentro del cual no está permitido el consumo de carne roja. En ese sentido, una de las interpretaciones sobre el origen del nombre, es que deriva del latín “carnevale” cuyo significado hace alusión justamente a esa abstención de la carne. 

Poco a poco, con el pasar de los años, el carnaval se iría alejando de esta concepción religiosa para convertirse en una celebración popular. En América Latina, el carnaval llegó desde Europa por navegantes y colonizadores a partir del siglo XV, adquiriendo características propias en cada país o región. En nuestro país, también adopta formas diferentes a lo largo y a lo ancho.

El carnaval entonces es una expresión cultural, una fiesta popular donde la vida se intensifica mientras dura. Fiesta que sobrevive al paso del tiempo, confluyendo en ella todos los elementos del espíritu lúdico y festivo de distintas celebraciones pasadas. 

Crédito: Carnaval del País. Gualeguaychú 2019.

En este escenario festivo, se genera un espacio donde abunda la diversidad y pluralidad, pero en simultáneo todos son iguales, entre máscaras, disfraces, bailes y distintos personajes, las personas juegan y crean nuevas formas deshinibidas y alegres, dando paso a la diversión y el disfrute.

Durante el carnaval el espacio también se resignifica, las calles se pueblan reivindicandose como lugares de interacción donde las dinámicas y vínculos sociales son totalmente móviles y variados; espectadores y actores se entremezclan y enuncian de formas diferentes.

“El Carnaval era el único momento de libertad»

Para gran parte del colectivo de travestis, los corsos del Carnaval significaba un momento de reivindicación. Esos seis días pasaban a dejar el encierro y la persecución que sufrían, para tomar el centro de la escena.

“Esperábamos todo el año los seis días de corso en los que podíamos salir a la calle y ser nosotras en libertad: nos encontrábamos, nos divertíamos, nos poníamos todo. Era como un sueño de divas, algo que sólo se podía vivir en el Carnaval o el exilio. Eran 6 días de libertad y 350 de cárcel«. El texto es parte de uno de los relatos recopilados en el Archivo de la memoria trans.

Uno de los carnavales más conocidos fue el de «Los Caballeros de la Noche», en Salta. Este corso nació en 1984 año en donde se empezó a romper contra todos los esquemas de una provincia conservadora. La primera vez que desfilaron fue en la Avenida Belgrano y ganaron el primer premio. Susana (Víctor Hugo Sosa), Mary (M. F. Robles), Deborah, La Beto, Nené, Marypy, Viviana, Fofo, Pinky, Pirucha Cresini y Yeny fueron las pioneras con un grupo de músicos que las acompañaban.

Las creadoras de «Los Caballeros de la Noche».

Allí, cuenta Marcia Gabriela Collota, las travestis «se sentían vedettes, porque era el lugar, el espacio que se le daba en la provincia de Salta para que ese corso sea de ellas».

«Era el lugar donde nosotras podíamos desplegar todas las plumas que queríamos y brillar. Ese era nuestro espacio. A los recuerdos más lindos, los tengo de ahí», cuenta, en diálogo con EL RESALTADOR.

Nota por: Agustina Bortolon y Emi Urouro