Sociedad

Es Ley

Por Lucía Gregorczuk • 30/12/2020 08:30 • Tiempo estimado de lectura: 4 minutos

Crónica de lo que fue la Vigilia por el debate del Aborto Legal, Seguro y Gratuito en el Senado.

No es caos. Ni es desorden.

Es una euforia que se mueve en forma de marea verde, con una fuerza de casi 15 años de campaña, 36 años de historia desde la vuelta de la democracia, mucho más de 50 de lucha y casi 100 en el Código Penal.

Los sonidos se magnifican entre Vélez Sarsfield e Yrigoyen, el calor sube desde el asfalto, la gente baila y salta, mientras más personas se van acercando.

Glitter y pañuelos, piedras bijouterie, maquillaje y transpiración.

Así se espera la decisión del Senado por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.

Los indecisos provocan tensión. Se siente en el aire: eran los pocos momentos en que el silencio le ganaba a los cantos, las charlas.

Después de adelantar el voto positivo, las últimas palabras las acompaña una explosión de aplausos, gritos y más cantos.

Algunas chicas, chicos y chiques bailan en ronda,

Muchas ni siquiera escuchan el debate. Esperan los resultados riendo y charlando junto a sus amigas.

La vigilia es eso: un momento de encuentro, de aguante.

Las que quieren escuchar lo que dicen las y los senadores, se acercan a las pantallas, mate en mano, tereré, jugo, cerveza o agua. 

Cuando habla alguien en contra del aborto legal, seguro y gratuito, algunas blanquean los ojos, salen comentarios al estilo de memes y hablan entre ellas, lo que ayuda a pasar el discurso que compara este proyecto con una Inglaterra del año 1315. 

“Tenemos que escuchar cada cosa”, dice Marita, con los párpados brillando de verde.

“Lo mismo de hace dos años, no tienen nuevos argumentos”, le responde Luciana, que después pregunta en la ronda si alguien quiere algo fresco para tomar.

La gente sigue sin saber cómo saludarse: el puño, el codo, el abrazo al final con un “y bueno”. El barbijo se respeta, la distancia social se hace cada vez más difícil.

Los círculos se arman en distintas partes de la ex Plaza Vélez Sarsfield y se espera a que caiga la noche, el fresco que no viene y la decisión del Senado que se va palpitando como positiva.

Algunas duermen, seguras, confiadas, entre sus compañeras. Otras velan por el sueño de las que están más cansadas.

Avanzan las horas y entre los grupos de Whatsapp y Telegram, corren archivos y páginas, que van actualizando los votos adelantados. 

A medida que terminan de pasar los indecisos el murmullo va subiendo de intensidad “Es ley”, “ES LEY”.

Alguna sugiere prudencia. No se quiere ilusionar.

La noche se vuelve madrugada, la gente se mueve hacia las pantallas, los cantos decrecen, se escucha, se espera.

Se respira entrecortado. Se respira calor y emoción.

¿Alguna vez sintieron en carne propia esa sensación de que “se puede cortar el aire con un cuchillo”? 

Los últimos discursos generan un momento que parece suspendido. Como la respiración que se aguanta. Las lágrimas que llegan y se guardan en la garganta.

Ya se sabe, pero el murmullo se ha callado.

En algún momento se había hecho silencio, pero el discurso del último senador parece una buena excusa para sacar el cancionero con letras a favor del aborto.

La adrenalina destraba la quietud de la tensión y se agitan los pañuelos.

Cada vez más chicas, chicos y chiques se ponen de pie, se toman de las manos y se acomodan todas frente al escenario.

Los miles de ojos que miran la pantalla, quieren que el último senador termine de una buena vez y que se haga la votación.

El recuento es eterno.

Se aplauden los positivos.

Ya todas lo saben, pero quieren ver el número reflejado en la pantalla.

En verde los votos positivos.

Y se vota.

38/29/1. 2 ausentes.

38 positivos.

29 negativos.

1 abstención.

El grito de emoción también se hace eterno y llena las calles y las plazas. Sube desde las gargantas que se han aguantado todo un día de tensión y espera.

Surgen los abrazos, las lágrimas. Se busca a la amiga más cercana o a la extraña que está dispuesta a abrir los brazos y fundirse en alegría.

Miles de pañuelos pintan la madrugada de Córdoba.

Miles de mujeres, personas no binarias y hombres, son parte de LA historia.

“Este día no lo vamos a olvidar nunca”, dice Guille y se abraza a Paulina. 

La madrugada cordobesa encuentra a la gente en la plaza, de fiesta, bailando canciones de Gilda.