Sociedad
La guerra, los buenos, los malos y la manipulación mediática
Los medios de comunicación son los encargados de modelar una visión única de la realidad. La lógica binaria de buenos y malos no aplica para entender el conflicto Rusia-Ucrania. Medios y periodistas.
Por Redacción PrensaRed • 15/04/2022 00:05 • Tiempo estimado de lectura: 10 minutos
Nuestro exterminio como especie ya no se ve amenazado solo por el inminente cambio climático, sino porque ahora, con la guerra en Ucrania, se nos aparece el fantasma de una tercera guerra mundial, atómica, terminal. Y eso también pareciera estar incluido en el abono del show-bussiness del relato del conflicto, de los buenos contra los malos.
Los medios occidentales de comunicación están tan desaforados como sus mandantes -gobierno y empresas que saben que la guerra es ante todo un negocio (o varios negocios)-, convenciéndonos que en nombre de la libertad y la democracia, éste es el único mundo posible. Prohibido soñar con otro mundo. Difícil hoy diferenciar entre verdad y posverdad.
El 24 de febrero, cuando las fuerzas rusas comenzaron su invasión, las historias de laboratorios biológicos financiados por Estados Unidos y la investigación de armas biológicas en Ucrania comenzaron a difundirse en las redes sociales.
En su afán de desmentir la información sobre los laboratorios estadounidenses, The Conversation buscó grupos coordinados de teóricos de la conspiración que promovieran la teoría de las armas biológicas. Obviamente se olvidó de la campaña de las falsas “armas de destrucción masiva” de Saddam Hussein en Irak o el caso del origen de la Covid de murciélagos, e incluso, de laboratorios chinos. O el caso del asesinato del entonces presidente John Kennedy.
Hoy, después que pasaron ocho años de la fecha límite para desclasificar los archivos que, según los especialistas, contienen la información sustantiva del asesinato, los sucesivos presidentes (incluso Joe Biden) aducen diversas razones para no cumplir con eso. Pero califican de «conspiranoicos» a quienes atribuyen el crimen al complejo militar-industrial que Eisenhower denunciara dos años y diez meses antes, y que era el “chiste” preferido de Kennedy antes de su muerte, con su dark sense of humour.
En el caso de los laboratorios biológicos (en Ucrania, Georgia, Azerbaijan) en la reunión del Consejo de Seguridad donde se trató el asunto los chinos, pidieron básicamente negociaciones tempranas para el establecimiento de un régimen de verificación de la Convención sobre Armas Biológicas, y que la parte involucrada responda a las preguntas y ofrezca clarificaciones para remover las dudas de la comunidad internacional. Pero la prensa occidental no lo difundió.
Si, como dicen los estadounidenses, los reclamos sobre el asunto serían “insustanciales” ¿cuál el temor de demostrar que son infundados y por qué no aprobar la solicitud china de una verificación de las denuncias?
Los medios, los periodistas
Los medios de comunicación son los encargados de modelar una visión única de la realidad. Lo que en esas instancias se diga termina siendo la opinión pública generalizada, la verdad oficial, normalizada, y finalmente aceptada como única. Al menos en el hemisferio occidental (y a veces cristiano). Hace ya más de 30 años que los medios estadounidenses y sus repetidoras a lo ancho y largo del mundo, vienen promocionando al mundo musulmán como el enemigo público de la “racionalidad” occidental.
Javier Valenzuela, corresponsal de El País de España en el Líbano, criticó la decisión de prohibir las emisiones de los canales rusos en el occidente europeo. “Si la opción es censurar a quien no sigue la línea oficial y hacer propaganda en vez de informar, estamos empezando a vender nuestro alma democrática y, en consecuencia, nos estamos pareciendo cada vez más a ese monstruo que decimos combatir”, afirmó.
Añadió que “el periodismo está siendo derrotado por la propaganda. Por un lado, una difusión machacona de una determinada visión del conflicto y, por otro, una comercialización de la guerra como espectáculo”. “Creo que la guerra del Vietnam la ganamos los periodistas frente al Pentágono y desde entonces el Pentágono y similares han ido ganando los conflictos”, señaló el periodista español.
EU aprendió la lección de Vietnam y cuando empezó la guerra en Iraq inventó el mecanismo de que fuesen los militares y los gobiernos los primeros en dar la información, antes que las cadenas de tevé y los periodistas. Y también en fijar el marco: “Saddam Hussein es un monstruo, ahora Vladimir Putin es un monstruo. Monstruos utilizados para convertirlos en odiosos para el espectador que está cenando en su sofá y viendo el telediario”, indicó.
Alejandro Pizarroso, catedrático español, señala que en todo conflicto bélico, el control de la información y la propaganda se convierten en “un arma de guerra, muchas veces más eficaz que otras armas”. Todas las guerras se libran a sangre y fuego. Pero no solo. También lo hacen a golpe de palabras, imágenes, discursos. En Rusia se ha prohibido el uso de la palabra “guerra” para referirse a un conflicto que el gobierno de Vladimir Putin ha bautizado eufemísticamente como “operación especial”
Por eso no es extraño, dice, que el 1 de marzo, las fuerzas rusas bombardearan la torre de la televisión ucraniana en Kiev, del mismo modo que, en 2021, los misiles israelíes impactaron sobre la sede la agencia de noticias AP y del canal de televisión Al Jazeera en Gaza, o, en 1999, aviones de la OTAN lanzaron sus bombas contra las instalaciones en Belgrado de la televisión serbia.
Putin desplegó cuatro líneas argumentales clave: la defensa de la población rusa de las regiones de Donetsk y Luhansk; la idea de la Gran Rusia, que cuestiona la propia existencia de Ucrania; la “desnazificación” de Ucrania, que enlace con la memoria colectiva de la Gran Guerra contra el nazismo, y la expansión al este de la OTAN como desencadenante del conflicto. Los dos últimos argumentos tienen para Moscú el valor añadido de conectar con la sensibilidad de una parte de la izquierda social europea.
El catedrático estadounidense Samuel Huntington alertaba por entonces sobre el “choque de civilizaciones” que se está viviendo, justificando en parte la estrategia de las guerras preventivas: matar a todos antes que puedan hacer, quizá, daño. Es el mismo modelo hollywoodense: los soldaos rubios y de ojos celestes buenos, castigan y matan (por las dudas) a los islamitas malos.
Casuales casualidades: esos países son ricos en petróleo. Si Washington necesita de sus empresas petroleras para garantizar el combustible para su guerra global, éstas precisan del Estado y el poder militar para controlar no solo los yacimientos petrolíferos sino también las rutas de transporte.
La dura verdad
Pero más allá de la versión holliwodesca, hay una realidad, otra verdad. Esta guerra nos ha dejado algunas cosas en claro como la aparición de Rusia como nuevo polo económico que, en junto a China, comienza a desbancar la moneda americana como patrón de referencia mundial, y la reconfiguración de los poderes globales, empezándose a construir –sin pasar al socialismo– un nuevo mundo multipolar.
Asimismo los hechos demuestran que Rusia es una superpotencia militar por encima de EU y la OTAN juntas y con las mismas estrategias del Pentágono, a partir de la demostración de nuevas armas únicas, que hasta ahora demostraron ser imbatibles. La lógica binaria de buenos y malos no aplica para entender el conflicto Rusia-Ucrania
Estamos condenados a ver la guerra por tevé, tomando partido por unos u otros, convencidos que nuestra opinión imprescindibles para las industrias y el combustible comenzarán a faltar. Y ya vivimos el déficit de alimentos. En realidad venimos del encierro de la pandemia y entre cuatro paredes somos carne de cañón de intereses corporativos, geoestratégicos y el poder.
La cachetada de Will Smith en la entrega de los Premios Oscar fue por mucho, largamente más comentada que el aumento del precio del crudo, o que los laboratorios con armas químicas estadounidenses en Ucrania, o que la continuada represión israelí sobre Palestina, o que la cantidad de muertos que deja el hambre cada día más allá del de la Covid-19, eventos todos ellos que tienen mayor importancia en la dinámica mundial, con consecuencias mucho más profundas, reflexiona Marcelo Colussi.
Y nos quieren hacer ver el mundo en términos maniqueístas, de buenos y malos, muchachitos blancos, defensores de la “democracia y el estilo de vida occidental y cristiano”, castigando a bandidos (indios, negros, musulmanes. rusos, chinos), mientras sus expertos nos quieren convencer de que la historia la escriben los que ganan. Aún no ganaron nada, salvo la guerra mediática con el asesinato de la verdad.
Bertolt Brecht nos llamaba a la realidad con un poema: “Alejandro conquistó la India. ¿Él solo? César derrotó a los galos. ¿No llevaba siquiera cocinero?” Marx y Engels señalaban que la “la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”, no de individuos buenos y malos, sino de grandes masas en una dinámica transindividual.
Sin sonrojarse siquiera, Estados Unidos llamó a comenzar “un juicio contra Vladimir Putin por crímenes de guerra”, pero hete aquí que Washington no reconoce, y hasta ha amenazado con represalias a la instancia internacional encargada de esos juicios, la Corte Penal Internacional, y la solución posible es asignarle la tarea al siempre solícito presidente de Ucrania.
El rebote
El problema es el rebote, comentan Nieves y Miro Fuenzalida. Por ejemplo las sanciones económicas que EU dispuso contra Rusia tienen un doble filo. Las complejas cadenas de suministros, construidas sobre la creencia en un régimen comercial estable, basado en los principios de la Organización Mundial del Comercio, parecen desmoronarse como castillo de naipes.
Los que mandan (o sea la clase empresario-comercial de Estados Unidos que se opone a una participación militar directa en Ucrania) está dándose cuenta que más allá de ser un petroestado, es un país que les suministra materiales críticos a su industria y ejército, además de ser un importante proveedor de trigo y fertilizantes, éste un elemento clave en la producción agrícola estadounidense.
Pravir Purkayastha editor de Newsclick, señala que la fe en EU como banquero mundial y en el dólar como moneda de reserva mundial están en entredicho, tras la incautación de fondos de Rusia equivalentes a 300 mil millones de dólares (antes ya lo habían hecho el dinero, las empresas y el oro venezolano). Y entonces surge la pregunta de por qué los países que tienen un superávit comercial los van a depositar en el extranjero si pueden ser incautados a voluntad a través de sanciones impuestas por EU o Inglaterra.
Obviamente, la idea del dólar como moneda de reserva mundial se basaba en fe de que todos los excedentes en dólares estaban seguros, idea que se desmoronó con la incautación de 9.500 millones de dólares del banco central afgano en poder del banco central de EU, como su propio dinero.
La incautación de las reservas de divisas de Rusia por parte de un puñado de países occidentales, estados excoloniales y coloniales, muestra que el llamado orden basado en reglas ahora se basa en el uso del dólar como arma y en el control de Occidente sobre el sistema financiero global.
La revista británica The Economist dice que “la mejor disuasión es que la OTAN haga frente a la amenaza velada de Putin y deje en claro que una atrocidad nuclear o química conduciría al aislamiento total de Rusia”. O sea, EU no parece tener apuro en que el conflicto termine, quizá partiendo de la premisa de que es Rusia la que está sufriendo las consecuencias y que una derrota –de continuar la guerra- disuadiría a China de involucrarse o linearse con Rusia. O no.
Fuente: Por Álvaro Verzi Rangel. Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). Publicado en Rebelión.