Sociedad

Las escuelas ya no huelen a comida: ajuste en el PAICor

Según lo anunciado desde el Gobierno provincial, el PAICor recibirá un ajuste presupuestario. En un contexto de hambre y con un índice de pobreza mayor que la media nacional, desde la gestión actual deciden recortar en un derecho central de las infancias y juventudes: la alimentación. La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos ha presentado un informe donde advierten con preocupación la situación local. 

Por Redacción La Tinta • 29/10/2021 08:00 • Tiempo estimado de lectura: 11 minutos

El Programa de Asistencia Integral de Córdoba (PAICor), que es definido desde el gobierno provincial como “un apoyo a la economía familiar que promueve la comensalidad y se compone de los alimentos necesarios para cubrir las necesidades nutricionales de alumnos y alumnas”, ha sido históricamente un servicio polémico. Está vigente desde 1984, pero con los años fue mutando, sobre todo, haciéndose deficitario: un derecho convertido en un padrón con requisitos cada vez más excluyentes y con una calidad alimentaria pésima. Desde la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH Córdoba), presentaron el informe Infancias y nutrición: ajuste presupuestario del PAICor en la Provincia de Córdoba, donde analizan con preocupación el ajuste de presupuesto que sufrirá el PAICor. En un contexto en el que constatamos cómo la pandemia profundizó las situaciones de desigualdad y particularmente, en la provincia, el índice de pobreza (según los datos publicados por el INDEC) supera la media nacional. 


“En el 2020, el PAICor representó casi 40% del gasto total con finalidad de Promoción y Asistencia Social. Además, el presupuesto del PAICor, que está bajo la órbita de la Secretaría General de la Gobernación, equivale al 86% del gasto total del Ministerio de Desarrollo Social. Ante las críticas recibidas por el ajuste del PAICor durante la pandemia, el Gobierno de Córdoba -en vez de fortalecer al PAICor- publicó en junio 2021 un nuevo programa social llamado Programa Fortalecer, cuyo presupuesto mensual sería de $100 millones, es decir, implica destinar 23 pesos diarios por día por niñe (20 días por mes). El monto presupuestado para el Programa Fortalecer es tan bajo que es difícil imaginar qué tipo de alimentos podrán otorgar: si realmente serán alimentos nutritivos y saludables, o si se tratará de leche aguada con un poco de harina”, expresaron desde la Asamblea. 


El pasado 16 de octubre, desde el portal prensa de Gobierno de Córdoba, con motivo del Día Mundial de la Alimentación, expresaron que más de 310 mil niños, niñas y adolescentes escolarizados en escuelas públicas de Córdoba son beneficiarios del PAICor (incluyendo a los beneficiarios del programa Más Leche Más Proteínas). En la misma nota, mencionan que, al igual que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Córdoba tiene como parte de sus desafíos de la Agenda 2030 la meta de Hambre Cero. Presentan al PAICor como parte de un trabajo estructural para el desarrollo de las infancias y juventudes, junto con los programas: Salas CunaMás Leche, Más Proteínas, Atención al Celíaco, la asistencia a comedores de adultxs mayores y la Tarjeta Social. “Estas herramientas apoyan la nutrición y adecuada alimentación de más de 700 mil cordobeses en forma directa, conformando así una red de instrumentos de apoyo alimentario que buscan aliviar esta problemática global y promover mecanismos de igualación de oportunidades y justicia social”, expresaron desde el sitio oficial del Gobierno Provincial, mientras la partida presupuestaria sufre un grave ajuste. 

Conversamos con el Dr. en Economía e Investigador del CONICET, Alfredo Schclarek Curutchet, miembro de APDH Córdoba, y con la Dra. en Estudios Sociales de América Latina y Lic. en Nutrición, Juliana Huergo, para reflexionar qué es lo que está en juego con este nuevo recorte. “Lo que han mostrado los datos del INDEC es que la pobreza viene aumentando en los últimos 34 años, especialmente en 2018 y 2019. Con la pandemia el aumento fue significativo, especialmente en niños, niñas y adolescentes. Uno de cada dos niñxs vive en una familia en condiciones de pobreza. Es una situación dramática para el país y para Córdoba el escenario es peor. En ese sentido, el PAICor es un un programa esencial para este tipo de situaciones, incluso es el principal programa social que tiene la provincia, o sea que, si hay ajuste allí, lo habrá en todos los programas sociales, que parece que básicamente existen para hacer propaganda más que para impactar y mejorar realidades”, expresó el Economista.  

Hacer un ajuste en el PAICor en un contexto de hambre es de mínima escalofriante. Para Curutchet, existe una lógica perversa por parte del gobierno con una medida de ajuste de este tipo, en la calidad de la comida y en el alcance de la cobertura, “la política de alimentación no solo tiene efectos a larguísimo plazo, sino en el corto plazo significa que esos niñxs que reciben una peor alimentación van a tener un menor rendimiento escolar. Y es una condena a futuro, implica mayores niveles de pobreza a largo plazo y nos alejamos de un escenario de oportunidades laborales y desarrollo”, manifestó el especialista. 

En los últimos años, se ha hecho visible una serie de decisiones que apuntaron a precarizar el derecho y la calidad del servicio. Desde la tercerización a empresas que preparan las viandas, la burocratización con requisitos cada vez más excluyentes, la digitalización y reducción de los padrones, y el reemplazo de la vianda por el módulo alimentario en la pandemia (donde predominan fideos, sin carne ni frutas necesarias para una adecuada alimentación) que las familias retiraban de las escuelas, y que por supuesto resultaba escaso. 

Según el informe publicado, durante la pandemia, el gasto en alimentos por beneficiarix del PAICor se redujo un 10%, pasando de $17.915 por niñx en 2019 (en términos reales a precios de 2020) a $16.218. Si se compara con el 2016, la reducción en lo gastado en alimentos por beneficiarix ha sido de 33% en cinco años.

Desde el equipo de investigación del Instituto de Estudios en Comunicación, Expresión y Tecnología (IECET, FCC, UNC) que coordinan Juliana Huergo e Ileana Ibañez en el marco de un proyecto de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Córdoba, estudian desde el año 2014 políticas públicas cordobesas que tienen un papel significativo en la vida de las infancias. Con la mirada puesta en el hábitat y la alimentación, Huergo nos cuenta que, cuando iban a los barrios, “cada vez que se hablaba de la alimentación, aparecía el PAICor en los relatos como parte de las biografías y las historias alimentarias de las familias de más de tres generaciones: abuelas, madres y niñxs hablando del PAICor”. 

El trabajo que están haciendo es una reconstrucción histórica de este programa y cómo, a lo largo de sus más de tres décadas de funcionamiento, cambiaron sus lógicas. La investigadora empieza por historizar y cuenta que el PAICor fue creado por decreto en 1984 como programa de emergencia en el marco de la etapa de transición democrática y como forma de remediar el deterioro que se estaba viviendo de indicadores de salud y nutrición infantiles en el marco de una fuerte crisis socioeconómica. El programa daba respuesta a la situación de bajo peso, talla, anemia y desnutrición. Fue considerado una estrategia modelo de atención integral de la infancia única en el país y en Sudamérica. 

“Implicaba un compromiso de todos los Ministerios -cultura, educación, producción, trabajo- para llevar adelante esta política pensada integralmente desde la prestación alimentaria y el monitoreo de consumo alimentos, el descenso de peso y talla, la atención médica, psicopedagógica, el aporte de útiles, calzados, guardapolvos, lentes. Luego se empezó a pensar en el PAICor deporte, cultura, que era una forma de nutrir las bibliotecas de las escuelas, vacaciones con salidas recreativas y turísticas dentro y fuera de la provincia, y el PAICor tercera edad. En los 80, fue una política alimentaria articulada con las otras políticas del Estado, ahí radicaba la integralidad y universalidad”, detalla Huergo. 

En sus inicios, se cocinaba al interior de las escuelas; en las que no tenían infraestructura, se entregaba un menú frío, las gestiones directivas estaban a cargo de todas las contrataciones de proveedores y no había licitaciones públicas. El comedor estaba postulado como un espacio pedagógico, lo que acontecía allí tenía tanta importancia como lo que pasaba en el aula, nos explica la especialista en nutrición. El comer como aprendizaje estaba jerarquizado. Comer no solo para incorporar nutrientes, sino como disfrute de la comida y disfrute social, y en las infancias como un importante ordenador del tiempo, espacio, de las formas de vincularse y la incorporación de normas y valores. “Quienes fueron comensales en los 80 vivenciaron la integralidad y universalidad: ir al comedor como una práctica de encuentro y no de diferencias socioeconómicas. Hoy, muchas son mamás de niñxs y dicen que ‘anhelan el olor a comida que había en las escuelas y que hoy ya no está’ y ‘que la comida actual no es rica, es fría y no tiene sabor’”. 

En 1995, en el paso de gestión de Angeloz a Mestre, ahí vira el PAICor hacia la tercerización y la comida pasa a estar en manos de empresas de catering. “Este cambio se realizó bajo el criterio de ahorro en comida, en personal (que las empresas absorban a cocinerxs, camarerxs, agentes del Estado) y en cantidad de comensales. De la universalidad a la focalización: había que acreditar pobreza monetaria para asistir al comedor. Este Sistema de Racionamiento cocido a la boca se masificó (durante los 80, solo se utilizaba en las escuelas que no tenían infraestructura). Con las empresas de por medio, se genera un gran negocio de la comida, es mucho más barato brindar alimentos procesados que alimentos frescos y de origen natural y que provengan de agriculturas familiares y en proceso de transición a la agroecología. Ya no sabés quién te cocina, el plato de comida viaja en un contenedor térmico con altas temperaturas: la comida que salió de la planta no es la que llega, se ven modificados el sabor, el olor, la textura, la temperatura. También se modificaron los tiempos en los que hoy se come y el comedor como un espacio pedagógico”, explica Huergo como parte de las reflexiones que vienen generando desde el Equipo. 

En los 90, como marca de época, las empresas aparecen en el medio del Estado y la escuela, como parte de la implementación de un modelo neoliberal feroz de ajuste en el gasto público, que sigue vigente hoy en nuestra provincia. Y que, en este caso, repercute en la calidad del menú. “El recorte es en las vitaminas, minerales y proteínas de origen animal: se recorta en fruta, verduras, carnes y derivados lácteos. Personas que han trabajado en empresas de catering, que hoy se animan a hablar, cuentan cómo se estira la proteína con el texturizado de soja o se reemplazan cortes de carne por vísceras. Como el manejo de verduras crudas y frutas implican riesgo de contaminación, se reemplazan por alimentos procesados. Por ejemplo, para los postres, desayunos y meriendas, se dan barritas de cereal, alfajores y turrones. Se cocina a granel, no hay margen para la magia de la comida casera, la condimentación y el toque afectivo entre quien cocina y quien come”, explica la especialista.

El PAICor comenzó como una emergencia, pero hoy es regla, se ha naturalizado en la vida de muchas familias. Para muchxs, es el plato nutricionalmente más fuerte del día y tiene una fuerte presencia a la hora de definir saberes y sabores. Este ajuste no solo es una amenaza del presente, sino una hipoteca del futuro de las infancias de nuestra provincia. ¿Cómo van a crecer y aprender lxs niñxs?