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Se nota mucho Diego: Argentina, en el Maracaná; Italia, en Wembley
Por Fabián Menichetti – Editor Tercer Río Noticias • 13/07/2021 00:01 • Tiempo estimado de lectura: 5 minutos
La Selección Argentina, el sábado se impuso en el mítico Maracaná a Brasil, logrando la Copa América. El domingo, en otra catedral del fútbol, Wembley, en Inglaterra, Italia derrotó al local y alzó la Eurocopa.
Por Fabián Menichetti – Editor Tercer Río Noticias.
«Se nota mucho Diego: Argentina, en el Maracaná; Italia, en Wembley», dijo el relator de un canal que transmitía la final que se disputaba en Inglaterra, en donde Italia, como visitante, el domingo, se imponía al local, logrando la Eurocopa. Hacía pocas horas, la albiceleste le había otorgado una alegría al país, luego de 28 años, con un torneo continental, la Copa América. Sí, quien envió el mensaje que leyó el relator, aludía a Diego Maradona.
Para muchas personas, trazar paralelismos, buscar coincidencias (que siempre existen), pensar en el más allá, que puede cambiar cosas en el más acá, responde a pura superstición, misticismo, o como quiera llamarse; pero inevitablemente, en circunstancias, deportivas, claro está, como las sucedidas, se hace inevitable, por lo menos, el no pensarlas.
Fue un día 10, apenas una jornada después del 9 de Julio, cuando el 10, Lionel Messi, a quien dirigió Maradona, el 10 eterno, en el Mundial de Sudáfrica, y a quien solicitaba que no lo comparen («No comparen, que le hacen mal a Lio», señalaba el mejor jugador de todos los tiempos) pudo levantar la copa, su primera copa con la Selección Argentina. Y fue nada menos que en el Maracaná. Y fue nada menos que frente a Brasil. Era imposible que la gente no exteriorizara su felicidad, como no sucedía desde hacía tiempo, con banderas argentinas, levantándolas, pero de manera genuina, sentida, no mezquinamente.
En todo caso, es como lo señalaba un relator cuando ingresaba la selección en uno de los primeros encuentros del torneo continental en Brasil: «No joroben más, no es Diego o Lio, es Diego y Lio». Tal cual. Tal vez desde ese lugar, debamos comenzar a pensar un poco más las cosas los argentinos, y no sólo en el terreno del fútbol. «Para quien decían que no era argentino, que no cantaba bien el himno, ahora ¿qué van a decir? Nos va a dar muchas satisfacciones», decía Diego, hace unos tres años, en una entrevista. Casi premonitorio.
Fue un día después, el domingo 11, que Italia daba cuenta de Inglaterra en el estadio de Wembley, en un torneo que, considerando como había derrotado el local a Dinamarca en la semifinal, con un penal inexistente sin revisión del VAR, parecía preparado para el dueño de casa. No fue así. Los italianos le ganaron por penales a los ingleses, enmudeciendo a ese escenario del fútbol mundial, coronándose campeones de la Eurocopa.
Como lo señaló alguien en los comentarios posteriores: si existían dos escenarios deseados para que perdieran los locales, por lo menos para esta tierra, eran el Maracaná y Wembley. Por historia, herencias, afinidades, pasiones, y algo más. Sí, es fútbol, pero las pasiones, en este caso futboleras, suelen trascender a la pelota que se desplaza en una cancha.
Diego, sin dudas, hubiera disfrutado como nunca (tal vez lo hizo), que la Selección Nacional, levantara su copa en el Maracaná, y frente a Brasil. Y que, además, lo pudiera hacer su sucesor en la albiceleste, y sobre quien, señaló, le brindaría muchas satisfacciones al país. Y también, sin dudas, a pesar de la silbatina de la final en Italia ’90, cuando sonaba el himno, a quienes les respondió sin dudarlo, y sin guardar modales, hubiera disfrutado (tal vez lo hizo), que Italia levantara la copa en Wembley, y nada menos que ante Inglaterra.
A no olvidarse que la consagración de Diego fue en Nápoles, Italia, y coincidió, precisamente con México ’86, cuando le convirtió los dos goles más recordados a Inglaterra: el de la Mano de Dios y el mejor de la historia de los mundiales, que fue admirado inclusive por los propios británicos, que hasta elaboraron una teoría económica.
Diego, como está señalado, fue invitado hasta por los ingleses, y no dudó tampoco en abrazarse con Gary Winston Lineker, delantero que estuvo en aquella selección a la que le convirtió ambos tantos. Compartieron un amistoso benéfico en Wembley. El delantero inglés, fue aquel que convirtió el tanto para su equipo en México. Años después, señalaría: «(…) Nunca he visto a nadie con una habilidad igual con el balón, Diego era increíble”. Agregaba: “Fue el mejor jugador de nuestra época”. El abrazo de Lio con Neimar, luego del encuentro, a pesar de la rivalidad de las selecciones, fue otra imagen del ahora.
Está claro, a no engañarse: el deporte, el fútbol, en este caso, es deporte al fin y al cabo, pero también es pasión. No convertirá en enemigos a los de un bando y a los del otro bando, pero al momento de defender la casaca del país al que se representa, si se ama a ese país, se dejará hasta el alma en el juego, por ganarle a los del otro país. Y se conoce: se disfruta más del triunfo, si al que se le gana es «ese». Después, obvio, la pasión pasa y llega la razón.
Sí. Tal vez sea demasiado. Puede que sea creer en que desde el más allá, la gambeta del 10 eterno, pueda haber incidido en el más acá. No obstante, nunca más que en el fin de semana, pueda elaborarse la frase que dejó alguien al cierre del encuentro en Inglaterra:
«Se nota mucho Diego: Argentina, en el Maracaná; Italia, en Wembley».
Fuente: 3rionoticias.com