Pueblos Originarios

Tensar la trama con los pies en la tierra

El IX Congreso de Culturas Originarias impulsado por el Instituto Superior de Culturas Aborígenes, que sucedió desde el 13 al 15 del corriente, en las baterías D de Ciudad Universitaria.Se realizaron  conversatorios, talleres, presentaciones, paneles y movilizaciones en clave decolonial, feminista y de resistencia indígena.

Por Nicolás Viglietti. Docente, escritor, editor. • 20/10/2022 21:18 • Tiempo estimado de lectura: 7 minutos

El evento “Desde el ICA, 30 años de resistencia indígena, negra y popular en Córdoba” estuvo atravesado por el eje Interculturalidad y Educación en Córdoba. 

Con más de 300  inscriptos y utilizando los espacios dentro de Ciudad Universitaria que fueron cedidos a tal fin (Baterias D de aulas, las aulas de Casa Verde y la planta alta del Pabellón Venezuela), el Congreso fue convocante y prometedor.

El tránsito dentro de la institución está poblado de cruces de caminos; donde las comunidades llegan para compartir sus realidades, muchos otros participantes se suman en la escucha, el prestar un espacio o sumar momentos que se transforman en articulación situada. Porque el Congreso de Culturas Originarias es precisamente eso: un sitio donde pueden leerse, contarse y volver a escribirse las historias necesarias para revincularnos con otros saberes, otros mundos, otras epistemes.

El IX Congreso de Culturas Originarias contuvo algunos paneles que hablan del carácter no academicista del espacio; no sólo en los conversatorios y mesas donde se trataron temáticas que dialogan con la coyuntura histórica en la que vivimos, sino el retomar procesos que, debido a la temporalidad en la que se desarrollan, bien pueden caer en algo parecido al silencio. Pero hay hablantes, hay cuerpos y hay ganas de compartir, y el Congreso genera intercambios que de tan ricos terminan siendo fundamentales para la historia contemporánea. 

Los talleres del IX Congreso  buscaron ofrecer nuevos abordajes y herramientas para problemáticas permanentes -como, por ejemplo, el Taller de Efemérides desde una perspectiva Intercultural y de Género- hasta mesas que trataban temáticas fundamentales dentro del tejido vivo de las comunidades -como el Panel de mujeres y disidencias, una mirada descolonial de/desde los cuerpos-territorios-garantizaron los espacios para convocar las articulaciones necesarias entre organizaciones, personas e instituciones que vienen trabajando la interculturalidad. Otras maneras de caminar y de ser

La perspectiva intercultural permite que los sujetos puedan hablar desde su propia voz y contar con sus palabras, a su manera: nunca mejor dicho, en su lengua junto con otros involucrados en la temática convocante. Una dimensión que habilita para que los sujetos dejen de ser hablados.  En este sentido es importante recalcar que el habitar un espacio académico conversando de saberes otros contiene, en sí mismo, un planteo político-pedagógico que hace evidente que no existe un punto de partida, sino muchos desde donde empezar a pensar el congreso.

Para algunas muestras de esto bastaría recordar el Taller de alimentación y cocina de cultura Aymara para el buen vivir o vivir bien, además del Panel sobre Interculturalidad y Salud: Diplomatura de salud e interculturalidad. Espacios que notablemente son descartados o categorizados como saberes menores o no formales puestos a dialogar con el conocimiento validado en la vida institucional de los claustros y en el devenir consuetudinario del cotidiano de cada uno de nosotros. En el primero por colocar las costumbres y la nutrición bajo la lupa de la práctica de taller para que la experiencia no quede localizada ni encerrada en un encuentro puntual, sino que genere una práctica que se oriente hacia lo que muchas comunidades originarias llaman el buen vivir; en el segundo, buscar trabajar la misma concepción de salud desde diferentes abordajes, desde el garantizado desde los derechos  constitucionales que se orientan hacia las diversas prácticas de las culturas de tantísimos pueblos que habitan el territorio conocido como República Argentina hasta los saberes fundamentados en la medicina alopática puestos en conversación y franca disputa con otras formas de sanar.

Otras formas; tranquilamente, estas dos palabras pueden dar cuenta resumida del espíritu del congreso, que buscó y busca año a año y edición a edición sostener los sitios donde se pueden abordar, pensar y trabajar otras maneras de transitar la vida, de entender como personas, de construir comunidad. En ese sentido retomamos las palabras que se dijeron durante la Mesa de disidencias, donde la dimensión interseccional era casi inevitable: buscar un Padre-Estado o habitar una Madre-Comunidad. Este contraste es interesante si queremos empezar a acercarnos a las maneras otras que se traman en estos espacios.

Tensar la trama con los pies en la tierra

La cabeza piensa donde los pies pisan, decía Paulo Freire, y es así que el Congreso finalizó con una invitación a una visita a la Comunidad Pluma Blanca con acampe incluído para quienes quisieran y pudieran sumarse al mismo. La elección no es azarosa: La Comunidad viene sufriendo sistemáticamente diversos tipos de violencias con énfasis en lo territorial desde hace un buen tiempo. Este archipiélago de situaciones de violencia, sostenidas a lo largo del tiempo, se suman a muchísimas otras que sufren las comunidades originarias de Córdoba y que son silenciadas o no reciben la atención necesaria de la población, las instituciones correspondientes o los medios de comunicación (con sus excepciones en todos los casos). 

Pluma Blanca no es un caso aislado, pero es un caso convocante para las comunidades que, en 2021, caminaron por el centro de Córdoba unidos bajo las consignas del cese a las hostilidades y las amenazas que las familias sufren en el territorio, además de retomar la larga lista de derechos y garantías vulnerados de manera prácticamente diaria. Que un Congreso de Culturas Originarias decida dar finalización en el propio territorio es mucho más que sumarse a una causa; es leer y comprender la coyuntura histórica, es extender el tiempo de encuentro y transportarlo a los lugares donde están sucediendo todas las cosas de las que estuvimos dialogando. Es, en cierta manera, invertir el territorio-cuerpo en cuerpo territorio, buscar el revés de la trama, encontrarse en el aquí y el ahora en vez de redundar en abstracciones o cristalizar la palabra en un paper o una exposición.

De la larga caminata

En este trayecto largo y continuado que vienen llevando las comunidades originarias de Córdoba, el Congreso de Culturas Originarias del Instituto Superior de Lenguas y Culturas Aborígenes es apenas un ancla más en el tiempo donde concertar conversaciones, cuerpos y trabajo para que el quehacer continúe construyéndose. Con las ceremonias necesarias para pedir permiso a las autoridades espirituales y los ancestros, reconociendo los sitios sagrados que continúan existiendo y reivindicando el derecho a habitar el territorio con la identidad aborigen, reconocida y garantizada. 

Y si algo queda realmente claro, después de haber vivido estas jornadas, es que la palabra comunidad no es un adorno que queda elegante dentro de un rosario de palabras que se podrían considerar “adecuadas” a la temática. No hay palabras, gestos o esfuerzos al azar. No hay cuerpos sin trabajar ni tampoco comunidad quieta y fosilizada, pieza de museo que quede inmóbil. No: lo que hay es una comunidad cada vez más grande, plural y divergente: una inquietud generalizada que hace a la articulación entre comunidades cada vez más necesaria, urgente y la traslada a un “estar-siendo” en vez de un “ser-estando”.

A la trama construída por años de opresión, tortura, violación, epistemicidio y genocidio se la desteje entre muchos. Y está siendo convertida en otra cosa por sus propios actores, en este preciso instante, mientras terminamos de leer esta nota.