Córdoba obrera
Unquillo: la memoria del Agua
Crónica sobre lo que fue el encuentro del 15F, que conmemora y recuerda las inundaciones del 2015, pero que tuvo que terminarse abruptamente cuando la lluvia arreció sobre la ciudad.
El 15F es una fecha para conmemorar y no olvidar: el agua pasó hace 6 años por Unquillo y varios lugares de Sierras Chicas, se llevó vidas, casas, parte de la ciudad.
Cada año la Asamblea del Monte Unquillo (AMU), junto organizaciones sociales como Tagua, Radio Nativa, Rincón Teatro, entre otras, coordinan un festival de baile, canto, reflexión e información.
«Acá se borran las diferencias políticas, religiosas, regionales, acá nos unimos todos porque hemos vivido y nos duelen las inundaciones de 2015», comenta Cecilia Michelazzo, que participa en AMU.
Sin embargo, este año fue diferente. La pandemia obligó a un encuentro tranquilo, con barbijos, bolsas para limpiar el río y pintura para hacer carteles y una muraleada.
La Radio Abierta acompañó el evento y se escuchó a Cecilia decir que «hay mucha gente que cree que esto no va a volver a pasar, pero los casos recientes de Punilla nos recuerdan que no es el agua, es el desmonte lo que ha vuelto a provocar estas inundaciones en nuestras sierras».
La gente aplaude, recuerda. Pero también baila, ríe, canta, se saluda con un codo, con el puño. Algunas personas, con más confianza, se funden en un abrazo.
Hay niños, niñas, niñes, que corretean entre adultos y adultas que saben bajar la pequeña barranquita que se forma a los lados del arroyo. Juegan con los perros, juegan, cruzan un tronco que es puente improvisado y se hacen apuestas y bromas.
El encuentro se ubica en lo que se conoce como Costanera y Doble Avenida, donde han elegido un muro para escribir la consigna que se ha escuchado en la Radio Abierta: No es la Lluvia es el Desmonte.
La gente charla, se pone al día. Algunas personas recogen basura, otras pintan carteles y hay quienes se han puesto a intervenir latas y han creado pequeños cestos para «puchos», porque una sola colilla de cigarrillo contamina 20 litros de agua… y encuentran muchas, demasiadas, a la vera del arroyo que está ahí, a la vuelta de la Municipalidad.
Así como también levantan basura, mucha basura: botellas de plástico y vidrio, tapitas, chapitas, envoltorios, algún preservativo usado, varias latas de cerveza. Sí, ahí, a la vuelta de la Municipalidad.
Y si uno va a arroyo arriba, ya sea por el Ensenada, que pasa al lado del Hospital Regional de Unquillo o el Cabana, que baja directamente de las vertientes de la Reserva Hídrica, el panorama de basura y abandono se repite.
Se limpian las calles céntricas, pero a los arroyos sólo los mantienen las organizaciones y algunos vecinos y vecinas.
Estos datos pasan como comentarios entre quienes están colaborando, pero más que comentarios, son parte de una realidad: no hay una política pública de mantenimiento de los arroyos (más allá del desmalezamiento), ni de educación y concientización ciudadana, a pesar de ser espacios verdes muy concurridos.
Sin embargo, en pocos minutos la vera del arroyo está limpia por el accionar de unas pocas manos. La gente sigue llegando.
Alguien mira a las nubes y chasquea la lengua «se viene la lluvia», anuncia. Algunas miradas se levantan inquietas.
Aunque la tormenta danza un rato alrededor, la gente sigue charlando, se forma un círculo de sikus que alegran la tarde, aunque cada vez hay más ojos que se dirigen al cielo.
Así como dijo Cecilia «hay mucha gente que cree que esto no va a volver a pasar» y, sin embargo, el Agua tiene memoria.
Cuando las primeras gotas caen, empiezan a levantar rápidamente los equipos, los carteles recién pintados.
Y en pocos minutos, la llovizna se vuelve lluvia. La lluvia no da mucho tiempo y se vuelve un río marrón que inunda las calles y el centro.
Ensenada y Cabana, los dos arroyos que se unen justo ahí, a la vuelta de la Municipalidad, chocan con violencia y llenan el cauce donde antes estaban agrupadas las personas que conmemoraban el 15F.
El corazón aprieta un poco. Esa Doble Avenida, la San Martín, hace 6 años se llenó de barro, basura y tristeza. Los corsos no pudieron terminarse, porque la lluvia se llevó todo.
Hubo que poner las manos a trabajar para ayudar a casi 60 familias que perdieron sus hogares, para limpiar el barro, encontrar personas, preparar comida, acompañar a familias que perdieron a alguien.
Desde los centros culturales, hasta las salitas de asistencia de salud, desde las agrupaciones religiosas a las políticas, todas las vecinas y vecinos salieron a ayudar.
Y este 15F, por suerte, no se parece al 15F del pasado.
San Martín se inunda. Los vados se cierran. Pero la gente respira cuando amaina un poco la lluvia.
Del encuentro y conmemoración no queda mucho más que parte del mural que no se terminó.
Pero también queda la memoria colectiva, la gente que se organiza, se agrupa, se acompaña y que exige que paren los desmontes, que haya políticas públicas ecológicas.
Y queda el Agua que también recuerda, que tiene memoria, cuando los gobiernos siguen pasando de largo y parecen no mirar los ríos marrones que se forman en sus calles, a pocos metros de donde gobiernan.