Género y Diversidad
Nuevas masculinidades, una biblioteca para desandar mandatos desde las primeras lecturas
La búsqueda de nuevos relatos, desde lo literario, o al menos desde los libros, se vuelve un desafío refrescante que encara a quienes lo emprenden con un debate exigente y arduo, porque, tal como muestra Demarco, son muchos los puntos ciegos que guardan las narrativas históricas.
Por Redacción Centro de Documentación Juan Carlos Garat • 04/12/2021 19:00 • Tiempo estimado de lectura: 7 minutos
La problemática de las violencias contra las mujeres se arraiga en una trama de género desigual que también pone en cuestión la construcción de nuevas masculinidades que no estén fundadas en la violencia y que se desmarquen de un sistema que convierte en víctimas tanto a varones como a mujeres: sobre esto y sobre la construcción de una biblioteca para jóvenes hablaron, con la agencia de noticias Télam, el antropólogo Matías de Stéfano Barbero y la escritora Magela Demarco.
Construidas sobre mandatos sociales y un imaginario colectivo muchas veces prejuicioso y desacertado, esas masculinidades se transmiten en cada juego, cada chiste, cada reto, en las arengas espontáneas y a través de una producción cultural de películas, libros y canciones donde a los varones se los llama hombres y donde se dice que los hombres, por ejemplo, no lloran.
En este contexto, la búsqueda de nuevos relatos, desde lo literario, o al menos desde los libros, se vuelve un desafío refrescante que encara a quienes lo emprenden con un debate exigente y arduo, porque, tal como muestra Demarco, son muchos los puntos ciegos que guardan las narrativas históricas.
«Sola en el bosque», el abuso sexual en la infancia
Ella es autora de «Sola en el bosque», un cuento infantil sobre el abuso sexual en la infancia, ilustrado por Caru Grossi. Esos dibujos son una herramienta potenciadora de todo el impacto que pueda generar el texto en los lectores y eso abre las preguntas: ¿por qué una niña como protagonista y no un niño?, ¿fue una decisión vinculada a una cuestión estadística?, ¿tiene que ver con estereotipos?, ¿un imaginario relacionado con el cuento de «Caperucita roja»?
«La decisión de que la protagonista de la historia fuera una nena y no un nene tuvo que ver más con que, tanto Caru como yo, pasamos en primera persona por esta situación, y por el otro, con que el por porcentaje es mayor en niñas que en niños: una de cada cinco niñas y uno de cada 13 niños es abusad@ antes de cumplir los 18 años», responde Demarco.
Es un tema muy complejo y poco visitado desde la bibliografía infantil, por lo que la potencia de ese trabajo se refuerza ante esa realidad escasa: «Luego de publicado el libro también nos quedamos pensando que si el personaje hubiese sido un varón nos hubiera costado más encontrar editorial, justamente porque, aunque hubo avances, seguimos viviendo en una sociedad patriarcal donde a un varón abusado se le hace mucho más difícil aún poder contarlo, por estas cuestiones vetustas, represoras y equivocadas que aún siguen dando sus últimos manotazos de ahogado, quiero creer, y que tienen que ver con que el hombre no tiene habilitado el mostrarse vulnerable, débil, sensible, etcétera», explica Demarco.
Ese lobo, remarca la autora, significa cosas distintas según quién lea: «la mamá de una niña trans nos contó que cuando le preguntó a su hija de 12 años qué significaba el lobo, la niña le contestó ‘el patriarcado’, porque claramente no respeta su identidad, no la deja ser».
«Tengo un cuento escrito sobre un niño varón que es abusado, pero es verdad que no tengo uno sobre una niña trans -reflexiona la escritora-. Lo que me contó la mamá de esta niña trans sobre el lobo me dejó pensando… Hay mucho para seguir trabajando, hay que seguir abriendo la mirada, hay que seguir luchando y creando un mundo que n@s incluya a tod@s».
Masculinidades (im)posibles. Violencia y género, entre el poder y la vulnerabilidad
De Stéfano Barbero es antropólogo, miembro del Instituto de Masculinidades y Cambio Social y de la Asociación Pablo Besson, donde trabajó con varones que ejercieron violencia, no sólo con quienes quisieron revertir su comportamiento, también con varones enviados por orden judicial. La investigación se publicó en el libro «Masculinidades (im)posibles. Violencia y género, entre el poder y la vulnerabilidad» (Galerna).
Empezó con este tema a partir una investigación que mostró que la mayoría de quienes sufrían y ejercían violencia en la escuela eran estudiantes atravesados por la idea de cómo «hacerse hombre en el aula«, y remarca que «existe una Ley de Educación Sexual Integral que no se aplica en todos los espacios educativos del país y que debería incluir las formas de construcción de la masculinidad y su relación con la violencia y la vulnerabilidad masculina como parte de las relaciones de género».
El autor también considera que «sería interesante transversalizar las políticas contra la violencia, porque las diferentes formas de violencia están vinculadas entre sí: contra la infancia, escolar, homofóbica, contra las mujeres, el clasismo y el racismo».
¿Existe alguna genealogía literaria (ficción y no ficción) que se refiera a esa problemática y que pudiera integrar la biblioteca de consulta de un/una adolescente o es una perspectiva demasiado novedosa como para poder hablar de títulos y autores? «Si bien podemos decir que es una perspectiva novedosa, existen cada vez más materiales interesantes dirigidos a adolescentes y jóvenes», señala De Stéfano Barbero.
El Instituto elaboró un kit pedagógico con actividades, videos y bibliografía, «Varones y masculinidad(es). Herramientas pedagógicas para facilitar talleres con adolescentes y jóvenes«.
Desde el espacio Privilegiados, que tiene página web y cuenta en Youtube e Instagram, elaboran videos y campañas dirigidas a adolescentes y jóvenes, «donde reflexionan sobre cuestiones como el consentimiento, la sexualidad, las emociones, la violencia, los cuidados la paternidad» señala el antropólogo.
Y también está el podcast «Masculinidades Igualitarias«, de Sebastián Fonseca, con «entrevistas vinculadas a las masculinidades, en un lenguaje ameno y cercano».
Si hablamos de libros, la opciones que ofrece De Stéfano Barbero son «La masculinidad incomodada» (HomoSapiens y Universidad Nacional de Rosario) y «La ilusión masculina» (Chirimbote), de Fonseca.
Entre los cuentos infantiles postuló a «La fuerza de papá«, de Aixalá y Torena, coeditado por Unicef; así como «La mitad de Juan«, de Gemma Lineas y África Fanlo; y «Tipos duros también tienen sentimientos» (Impedimenta), de Keith Negley.
Los desafíos, a la hora de transformar nuestros sentidos sobre la masculinidad, comienzan por «reconocer en nuestras propias vidas cómo ha sido el proceso de ‘hacerse hombre’ -señala el autor-. Ningún pibe nace macho, se hace a partir de la violencia, el sufrimiento y de una promesa que nos hace el patriarcado: si formamos parte su lógica jerárquica, podremos sufrir menos, siempre que paguemos el precio de insensibilizarnos y de ejercer violencia sobre otras personas, especialmente sobre las mujeres y disidencias».
A su entender «es importante que el cambio social sobre la cuestión de las masculinidades y la desigualdad de género no se transforme en una lógica (también patriarcal) de señalamiento y exclusión de los otros, sino de reflexión y acompañamiento. En ese sentido, la creación de esta biblioteca es un paso fundamental. Pero nuestro compromiso no implica sólo un cambio personal, sino también político. Muchas de nuestras leyes e instituciones sostienen todavía lógicas que contribuyen al patriarcado y depende también de nosotros trabajar para transformarlas».
«Es fundamental que abordemos estos temas desde la infancia -indica- momento crucial donde los niños empiezan a sufrir las consecuencias de lo que supone ‘hacerse hombre’ en nuestra sociedad vinculados a la censura de la ternura o la vulnerabilidad, por ejemplo»
Y en este camino «la literatura puede ayudar a identificarnos, a reconocer experiencias y situaciones sobre las que los varones no solemos reflexionar, mostrarnos aspectos de la vida que generalmente nos han sido velados y conectarnos con las emociones detrás de un sinfín de experiencias que suponen cierto grado de vulnerabilidad, una posición que los varones solemos esconder por temor a poner en riesgo nuestra masculinidad», concluye.