Ciencia y Tecnología
El peso de las frases hechas
¿Qué nos pasa en la cabeza cuando leemos proverbios, refranes o ideas conocidas? ¿La reacción es la misma que ante textos no tan fáciles de predecir? Mediante el registro de los movimientos oculares y los potenciales eléctricos del cerebro, un equipo de investigación consiguió detalles que permiten un acercamiento hacia una respuesta.
Por Redacción NexCiencia • 12/05/2023 09:09 • Tiempo estimado de lectura: 6 minutos
íganme, no los voy a defraudar”, “Como te ven te tratan, y si te ven mal, te maltratan”, “A caballo regalado, no se le miran los dientes”. Seguramente, gran parte de estas oraciones podrían completarse si faltaran algunas de las palabras. Son conocidas, han sido repetidas mil y una veces, y ya forman parte del archivo de frases hechas. Pero, el cerebro al leerlas ¿responde igual que cuando se enfrenta a textos no tan fáciles de predecir? Para dilucidar la respuesta, el equipo del Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA se animó con un experimento poco habitual en el mundo, y que, por primera vez, se realiza en la Argentina.
“Estos trabajos no se hacen mucho porque son difíciles de analizar, y nadie lo había realizado antes en el país”, indica el doctor en biología Bruno Bianchi. “No sólo la técnica era relevante sino también la pregunta inicial acerca de qué pasa en el cerebro cuando leemos una oración que conocemos, versus otra desconocida”, agrega el primer autor del reciente estudio publicado en Neuroscience.
Los resultados mostraron que no ocurría lo mismo cuando se leía una frase hecha en comparación con otra no vista antes.
Una especie de gorro con cables a la vista conectados a un encefalógrafo, una cámara que filma todos los movimientos del ojo y un monitor con oraciones escogidas tras un arduo trabajo de investigación, formaban parte de la escena que se registraba en detalle en el Instituto de Ciencias de la Computación (UBA – CONICET).
Los resultados mostraron que no ocurría lo mismo cuando se leía una frase hecha, o un proverbio, en comparación con otra no vista antes. “Sorprendentemente, se observan diferencias después de que el lector reconoce la oración”, indica una de las conclusiones del trabajo.
Cómo leemos
A la hora de descifrar un texto, ¿qué hacemos? “La sensación, en general, es que movemos los ojos de modo continuo, y no es así. Leemos en saltos”, describe Bianchi. “Cuando leemos moviendo los ojos, estos se frenan durante un cuarto de segundo (unos 250 milisegundos) arriba de una palabra. Están quietos y luego pasan hacia la próxima, donde permanecerán un tiempo, hasta seguir a la siguiente. Leemos de a una palabra a la vez”, precisa.
La sensación, en general, es que cuando leemos movemos los ojos de modo continuo, pero no es así, leemos en saltos.
En esta ocasión, por primera vez, el equipo integrado por científicas y científicos de distintos centros de Alemania y la Argentina (ver recuadro), apuntó a oraciones para ser leídas como ocurre de modo natural. Antes, Bianchi junto con colegas habían realizado un estudio parecido, pero sólo se mostraban términos sueltos. “No es lo mismo analizar el electroencefalograma de una palabra por vez, que el de una frase. Ese movimiento de ojo para leer la oración genera electricidad que interfiere con la electricidad que queremos medir en el encefalograma. Para aprender a analizar estos datos hice una pasantía en Alemania”, señala Bianchi.
Pero, aquella no fue la única dificultad técnica superada. “Antes, estos estudios no se hacían porque eran muy difíciles de realizar por su complejidad pero hoy, con las actuales computadoras, mucho más potentes, es posible llevarlos a cabo”, compara.
Un total de 28 personas, entre 18 y 38 años, pasó por el experimento que ya había tenido otro trabajo previo de selección de frases ante una audiencia de más de un centenar de lectoras y lectoras de distintas edades. Era necesario asegurar que las oraciones o proverbios elegidos fueran mayormente conocidos.
Potencial N400
“Cuando estamos frente a palabras menos frecuentes, nos frenamos más tiempo en ellas”, señala Bianchi. Otro tanto ocurre cuando se colocan expresiones que generan un efecto raro. “Por ejemplo, no llama la atención si digo que tomo café con leche todas las mañanas; en tanto, si digo café con miel, es menos predecible; pero, si digo café con tierra, allí es sorprendente. Si digo leche pasan ciertos procesos en el cerebro; si digo miel esos procesos se acentúan según detectan los dos aparatos porque es menos habitual. Ante las palabras menos predecibles, el ojo se queda quieto más tiempo”.
Cuando se lee una palabra menos predecible, aparece un marcador o potencial negativo, 400 milisegundos después de que uno lee la palabra.
Esta dificultad que enfrenta el cerebro al procesar estas frases con términos como tierra, tiene un correlato en los encefalogramas. “Cuando se lee -dice- una palabra menos predecible, aparece un marcador o potencial negativo, 400 milisegundos después de que uno lee la palabra”. Lo que indica este marcador conocido como N400 es, en realidad, tema de debate en el mundo científico. “Hay distintas ideas. Algunos proponen que marca el esfuerzo en integrar la palabra con el contexto. Otros dicen que señala la dificultad de acceder al significado. Si bien hay diferentes posturas al respecto marca, claramente, que esa palabra es menos predecible”, observa.
Pero, qué sucede cuando estamos frente a frases hechas o conocidas. “El principal resultado de este trabajo es que ese marcador N400 no está presente cuando se procesan oraciones ya sabidas. Por más que no todo el mundo las conoce del mismo modo, lo cual le da menos predictibilidad. Aún con eso, -subraya- la N400 no aparece”.
Si ante oraciones desconocidas la N400 asoma con mayor o menor magnitud, según la dificultad de las palabras, ante una frase hecha desaparece del horizonte que marca el encefalograma. “Ese procesamiento que hace el cerebro parecería estar por el momento suprimido, cuando se está leyendo una oración que ya se conoce. Es como si el cerebro dijera: ‘Esto ya lo conozco, no necesito procesar tanto’”, destaca sobre este estudio también curioso, porque “solo un puñado de grupos nos dedicamos a esta temática”.
El equipo
Además de Bruno Bianchi participaron de este trabajo publicado en Neuroscience, Rodrigo Loredo, María da Fonseca, Julia Carden, Virginia Jaichenco, Titus von der Malsburg, Diego Shalom y Juan Kamienkowski. El equipo pertenece a distintos centros de investigación: Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada, Departamento de Computación/Instituto de Ciencias de la Computación (UBA-CONICET); Instituto de Lingüística, Facultad de Filosofía y Letras (UBA); Universidad Nacional de Río Negro, Argentina; Instituto de Lingüística de la Universidad de Stuttgart, Alemania; Instituto de Física de Buenos Aires (UBA-CONICET); Laboratorio de Neurociencia, Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires, y la Maestría en Exploración de Datos y Descubrimiento del Conocimiento (Exactas UBA).
FUENTE: NexCiencia. Por Cecilia Draghi.