Géneros y Diversidades
Ser mujer y tener un trabajo informal aumenta fuertemente la posibilidad de ser pobre
La desigualdad es acumulativa: las condiciones de pobreza se reproducen entre generaciones. Pero hay factores que aumentan la probabilidad: ser mujer eleva 65% las chances y tener un empleo informal, 92%. Las causas profundas de la pobreza, en un estudio nacional del que participan especialistas de la UNC.
Por UnCiencia • 13/09/2023 10:47 • Tiempo estimado de lectura: 7 minutos
Pesa más la posición que se ocupa en la estructura social al momento de nacer que el esfuerzo que se haga durante toda la vida para ascender de clase social. Algo tan azaroso como el hogar de nacimiento, el género asignado al nacer o el color de piel tiene un peso determinante durante toda la vida de las personas.
Así se desprende de un estudio nacional realizado en más de 5.200 hogares del país en el marco del Programa de Investigación Regional Comparativa (PIRC), del que participaron investigadores e investigadoras de la UNC y de otras instituciones. El proyecto analiza cuáles son las causas estructurales que llevan a la reproducción intergeneracional de la pobreza en Argentina, y mide cuánto inciden diferentes variables (como clase social, género, etnia, formalidad e informalidad del trabajo y región de residencia) en la posibilidad de pertenecer al segmento menos favorecido económicamente.
Las conclusiones dan cuenta de determinados factores que aumentan o disminuyen la posibilidad de vivir en un hogar pobre. Muestran estadísticamente, por ejemplo, que una mujer afrodescendiente con un trabajo informal tiene muchas más chances de ser pobre que un varón con título universitario que vive en la región pampeana del país.
“La desigualdad es acumulativa porque las ventajas y desventajas de los orígenes de la clase social se acumulan en el tiempo a través de las generaciones”, señala Gonzalo Assusa, sociólogo y doctor en Antropología e investigador del Conicet, quien participó del proyecto de investigación.
Así, la posición que se ocupa en la estructura social al nacer es la que más incide en la posibilidad de vivir en un hogar pobre. Es decir, la clase social es el principal factor de desigualdad e impacta directamente sobre otras variables. Se incluyen aquí la clase obrera no calificada (34%) seguida por la calificada (27%), quienes conforman el segmento más asociado a la pobreza.
La desigualdad no sólo es acumulativa, sino también interseccional. “Porque la clase social se cruza con otros factores que son determinantes de la pobreza, como el género y el origen étnico, produciendo una desigualdad aun mayor”, agrega Assusa.
El fuerte efecto del género y del origen étnico en la reproducción de la pobreza se puede medir estadísticamente. Las mujeres tienen 65% más posibilidades de experimentar pobreza que los varones. Mientras que la población que se autoreconoce de pueblos originarios y afrodescendiente tiene 170% más de chances de ser pobre en comparación con las personas de origen étnico europeo.
Combinados, estos dos clivajes (mujeres mestizas y de pueblos originarios) acentúan las desventajas y muestran que, en determinados grupos sociales, operan mecanismos específicos de desigualdad, que se suman formando “capas solapadas” de desigualdad.
También las personas que trabajan en el sector laboral informal registran una propensión significativamente mayor (92%) a vivir en la pobreza que quienes lo hacen de manera formal. A ello se suma la zona de residencia: la población que habita principalmente en el conurbano bonaerense, Cuyo, NOA, y sobre todo, el NEA, se asocia más a la pobreza. La contracara son quienes viven en la región patagónica, centro y pampeana del país, evidenciando un desarrollo desigual en el país.
La clase social y la etnicidad son además los principales motivos de discriminación entre personas, y también es frecuente la discriminación por motivos físicos; particularmente, sobrepeso y obesidad.
El título universitario, todavía un medio de movilidad social
Al igual que las desventajas, también las ventajas de clase se acumulan en el tiempo, y hacen que una posición favorable en la escala social se vuelva un recurso para aumentar los beneficios de la propia clase en el futuro.
El barrio de socialización en la adolescencia, los vínculos y lazos sociales, o el nivel de educación recibida, por ejemplo, son recursos que aseguran ventajas acumuladas a determinados segmentos de la población.
“Es muy atípico que quienes nacen en hogares económicamente muy privilegiados retrocedan posiciones en la estructura social. Mientras un sector tiene atada una piedra en el tobillo, otro cuenta siempre con paracaídas”, grafica Assusa.
Pese a ello, en Argentina persisten factores que favorecen la movilidad social ascendente. Tener un título universitario, por ejemplo, disminuye un 73% las chances de vivir en un hogar pobre. La estadística obtenida a través del estudio indica, además, que la mayoría de quienes nacieron en hogares de clase alta terminaron el secundario (90%) y en menor medida la universidad (47%), mientras que son muchas menos las personas de clase baja que alcanzaron ese nivel de educación (41% y 11% respectivamente).
“Los datos recabados dan cuenta de la relevancia que aún tienen la educación y el título universitario como mecanismo de ascenso social, aplicable a toda la estructura social, desde las clases más precarizadas hacia arriba”, apunta.
El especialista en sociología de las desigualdades remarca en ese sentido que en el país sí existe movilidad social ascendente, pero se caracteriza por ser de tramos cortos. “La tendencia en términos de movilidad social es por desplazamientos de corta distancia. Por ejemplo, de clase obrera calificada a clase media, o de clase media alta a directivos empresariales. Pero son excepcionales los casos de salto de clase en los extremos de la pirámide social”.
Destaca además que no se puede analizar la pobreza como un problema aislado, sino sólo en relación con los procesos de producción y apropiación de la riqueza. Algo que marcan con claridad las investigaciones sobre estructura social: pobreza y riqueza no son fenómenos independientes, sino fuertemente asociados.
“Que sean tan pesados los efectos del hogar de nacimiento, la ocupación o el nivel educativo que tenían tus padres y madres significa que como sociedad tenemos serias dificultades para construir vidas más igualitarias y justas”, cierra.
Feminización de la pobreza
Algunas de las conclusiones que aporta el estudio dan cuenta de la feminización de la pobreza, es decir, el hecho de que en todo el mundo la pobreza afecta con más fuerza a las mujeres. Según la ONU, siete de cada 10 personas pobres en el mundo son mujeres, ellas tienen más probabilidades de trabajar en el sector de empleo informal que los varones (54% en América Latina), ganan menos que los hombres (entre el 40 y el 25% menos), tienen mayormente empleos vulnerables, de baja remuneración o subvalorados, y están más afectadas por la desocupación. Además, el origen étnico y el género interactúan para acentuar las diferencias salariales, particularmente entre las mujeres que integran algún tipo de minoría.
Las cifras coinciden con las registradas a nivel nacional en el Informe sobre la participación de las mujeres en el trabajo, el ingreso y la producción (2022).
La especialista en estudios de género y pobreza, e investigadora de la UNC y del Conicet, Paola Bonavitta, advierte que, pese a que la estadística evidencia la concentración de la pobreza existente entre las mujeres, los Estados en general no tienen en cuenta la perspectiva de género al cuantificar la pobreza. “Miden igualmente varones y mujeres, y mucho menos consideran otras identidades sexo-genéricas. No las tienen en cuenta para cuantificar la pobreza, ni para el diseño de políticas públicas”, apunta.
Y remarca que, aunque desde hace unos años Argentina mide la pobreza en términos de género, ello no implica que se tomen medidas que incluyan esa perspectiva. “Por ejemplo, los créditos bancarios no diferencian entre un crédito otorgado a un varón o a una mujer, pese a que los salarios que perciben las mujeres son comparativamente inferiores a los de los varones. Eso, entre muchas otras medidas que deberían incorporar la perspectiva de género y considerar la feminización de la pobreza”, grafica Bonavitta.
FUENTE: UnCiencia. Por Candela Ahumada
Sobre el proyecto de investigación
Muestra: se utilizan datos propios, recabados en el marco de la Encuesta Nacional sobre la Estructura Social de Argentina y Políticas Públicas durante la Pandemia por COVID-19 (ESAyPP/Pisac-Covid-19), relevada en las zonas urbanas del país en 2021. Se complementa con datos de la última EPH (Indec).
Tamaño: 5.239 hogares y personas adultas residentes en localidades de Argentina mayores a 50 mil habitantes. Tipo: probabilística, estratificada y por conglomerados, lo que permite hacer estimaciones en tres niveles: nacional, por regiones, y por tamaño de aglomerados.