Ambiente y sustentabilidad
Glifosato en la colmena
Un grupo de investigación de Exactas UBA pudo estudiar los efectos que provoca el glifosato cuando circula por el interior del nido de las abejas.
Por Redacción NexCiencia • 21/09/2023 00:00 • Tiempo estimado de lectura: 4 minutos
El glifosato se introdujo en el mercado hace medio siglo y se convirtió en el herbicida más utilizado en todo el mundo. Se lo usa en la agricultura para eliminar malezas, es decir, hierbas y arbustos que interfieren en el crecimiento de los cultivos.
En la Argentina, su aplicación abundante e indiscriminada ha llevado a que hoy pueda decirse sin errar demasiado que el glifosato “está por todos lados”. De hecho, se acumula en los suelos, en los cuerpos de agua, en las frutas, en las verduras y en los tejidos de los animales de los que nos alimentamos, entre otros lugares.
Catalogado como herbicida y microbicida, el glifosato mata plantas y, también, microorganismos. Además, numerosos estudios prueban que este agrotóxico es nocivo para los animales.
Debido a que las flores suelen estar contaminadas con el herbicida, cuando las abejas recolectan el polen y el néctar se llevan el tóxico a la colmena.
En el Laboratorio de Insectos Sociales (LIS) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA estudian desde hace años los efectos del glifosato sobre las colonias de la abeja doméstica (Apis mellifera), un insecto que es esencial para la polinización de gran parte de los cultivos de todo el planeta.
Debido a que las flores suelen estar contaminadas con el herbicida, cuando las abejas recolectan el polen y el néctar se llevan el tóxico a la colmena. De esta manera, se pueden acumular cantidades significativas de glifosato en el nido y, en consecuencia, las crías pueden ingerirlo con el alimento que les ofrecen las abejas nodrizas.
Está demostrado que el glifosato provoca alteraciones en el desarrollo de las larvas de las abejas, retrasando su crecimiento, alterando su morfología e, incluso, afectando su supervivencia. También, algunos estudios recientes muestran que –por su efecto microbicida– el glifosato altera la flora intestinal (microbiota) de las abejas adultas.
Lo que hasta ahora no se sabía era si el glifosato altera la microbiota de las larvas: “No había ninguna evidencia en la literatura”, consigna Walter Farina, investigador del CONICET en el LIS. “Nuestra hipótesis era que el glifosato modifica la microbiota intestinal de las larvas y que eso podría causar alteraciones metabólicas que afectan el desarrollo del insecto”, cuenta.
Las investigaciones destinadas a estudiar los efectos del glifosato sobre las larvas se suelen realizar en el laboratorio, es decir, con larvas criadas fuera de la colmena. “Las larvas criadas en el laboratorio no tienen microbiota intestinal, porque los microorganismos los adquieren cuando son alimentadas por las abejas nodrizas”, ilustra Farina. “Si queríamos evaluar los efectos del glifosato sobre la microbiota intestinal de las larvas teníamos que trabajar con larvas criadas en una colmena”, explica.
El grupo comprobó que el glifosato altera la composición microbiana del intestino de las larvas criadas en la colmena.
Fue así que diseñaron un experimento original en el que ofrecieron alimento contaminado con glifosato a las abejas obreras de una colmena. El alimento contenía concentraciones de glifosato equivalentes a las que los insectos encuentran en el campo cuando visitan una flor. Además, el alimento que les ofrecían a las abejas estaba teñido con una tintura que permitía hacer un seguimiento del herbicida dentro de la colmena.
“Comprobamos que, en condiciones bastante cercanas a las naturales, el glifosato altera la composición microbiana del intestino de las larvas criadas en la colmena. Es decir, hay un desbalance en la comunidad bacteriana de la larva, que es producto de haber ingerido alimento contaminado”, revela Farina. “Nosotros creemos que ese desbalance puede ser la causa de las alteraciones que se producen durante el desarrollo”.
Una prueba más de que el glifosato puede afectar indirectamente a organismos vivos que no constituyen su blanco primario.
El trabajo, que fue parte de la tesis doctoral de Diego Vázquez, fue publicado en la revista científica Environmental Pollution.
FUENTE: NexCiencia.