Salud

Chano, lo sanitario y lo policial

Por Mario Burgos (*) • 31/07/2021 12:00 • Tiempo estimado de lectura: 3 minutos

La atención de una persona en crisis, con hiperactividad y agresividad es una intervención sanitaria. En la medida que hay una persona descontrolada, es necesaria una custodia policial, pero el responsable de la intervención es el profesional de salud a cargo. En tanto todas las personas que podían correr peligro lograron salir de la casa es de considerar:

1. Que el profesional a cargo decidió que  por el momento lo mejor era estar afuera, en el parque. 

2. Bastaba entonces con aislar momentáneamente a la persona cerrando la puerta y a partir de eso hablarle buscando neutralizar su agresividad, sea generando empatía, sea por el desgaste propio del paso del tiempo o ambas.

3. Entonces: ¿por qué el profesional responsable de la intervención habilitó la entrada de la policía al lugar de donde salió?

4. Ya en la casa de Chano y con los polícías, esa decisión del profesional convierte el hecho sanitario en hecho policial. Por tanto queda habilitada la acción de buscar reducir físicamente a la persona. Esto sería lo único que explicaría que el agente haya quedado antes imposibilitado de acceder a la puerta y salir. Bastaba con que hablara desde la puerta, pero del lado exterior.

5. ¿Qué podía pasar con Chano imposibilitado de ir contra familiares, policías o personal de salud?

A. Que pase un tiempo, horas, minutos hasta que cese su hiperactividad, sea por agotamiento, sea por la acción verbal del personal de salud. En estos casos no hay apuro comparable al riesgo de vida, por lo que el procedimiento debe continuar lo que sea necesario.

B. Que antes de cesar su crisis se autoagrediera. Cuchillo en mano, pistola nueve milímetros, es fácil considerar qué es de mayor peligro para él.

C. Incluyo la posibilidad que esa autoagresión pusiera en peligro su vida. Pues bien, el personal de apoyo no necesita ni arma de fuego ni taser: simplemente arrojando una red se resolvería la situación sin riesgo de vida.

 Me adelanto a cuestionamientos acerca de «la teoría y la práctica». En 35 años de equipo de salud en la Provincia de Buenos Aires he participado de varias situaciones de este tipo.

En particular, en Barrio Máximo, Cuartel V, Moreno, un joven en situación crítica revoleando un cuchillo en la cocina con su madre cerca. Nos avisa una vecina. Concurrimos con la trabajadora social de la US Anderson. Entramos a la casa, verificamos que la madre estuviera fuera de peligro y comenzamos a hablarle al joven, buscando aquello que le interesara y sobre todo lo distanciara de aquello que lo ponía en esa actitud.  ¿Qué era? no lo sabíamos ni lo supimos después. Tampoco podemos decir que alguno de los temas de conversación haya roto la escena y habilitado de deje el cuchillo en la pileta de la cocina y vaya a abrazarse con su madre. pudo haber sido eso o simplemente el hecho de que dos personas, profesionales de la salud lo situaran en la palabra y estuvieran pendientes de él durante 3 horas y media. ¿Qué es mucho? Menos que el riesgo de vida para esa persona, el sujeto de nuestra asistencia-

Párrafo aparte: Esto no sucedió por «culpa» de la Ley de Salud Mental sino porque no se cumplió con sus disposiciones y principios. Los cuatro años del gobierno anterior hicieron retroceder todos los avances que la ley posibilitó. Estamos en proceso de recuperarlos. 
Mientras tanto tenemos un tendal de víctimas de esa negación de la ley: Chano, su familia, los agentes, los profesionales de salud, la sociedad hoy bombardeada desde los medios para tratar el padecimiento mental con encierro y punición.

(*)Psicólogo en Atención Primaria de la Salud