Ciencia y Tecnología
Detector de mentiras
Un grupo de investigación argentino desarrolló una herramienta que permite determinar si una afirmación efectuada por un político es verdadera o es falsa. Se trata de un método que puede replicar con un alto grado de eficacia y de manera más rápida el trabajo de las agencias de chequeo de información.
Por Redacción NexCiencia • 15/11/2023 00:49 • Tiempo estimado de lectura: 9 minutos
Se escucha decir que las vacunas provocan autismo o, también, que pueden contener un chip rastreador o, incluso, un veneno que acabará con nuestras vidas; hay quien declara que el Covid-19 es una gripecita; está el que asegura que el calentamiento del planeta no tiene nada que ver con la actividad humana… la lista de afirmaciones inconsistentes que se hacen públicas es infinita.
A través de noticias falsas (fake news) y de declaraciones políticas de personalidades, candidatos y funcionarios circulan discursos que ponen en riesgo la salud pública, la lucha contra el cambio climático o, inclusive, la vida democrática.
Contar con información confiable es crucial para la toma de decisiones de los ciudadanos y de los gobiernos. Por eso, la diseminación de información falsa es una preocupación creciente en todo el mundo. De hecho, ha dado lugar a la proliferación de agencias de chequeo de información. En la Argentina, Chequeado se propone cumplir esa función.
Contar con información confiable es crucial para la toma de decisiones de los ciudadanos y de los gobiernos.
“El problema es que los discursos desinformantes se generan a una tasa tan alta que estas agencias no dan abasto para verificar, con protocolos estrictos, todo lo que sería necesario”, señala Gullermo Solovey, investigador del CONICET en el Instituto de Cálculo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. “Frente a esto, decidimos poner a prueba una idea que se conoce empíricamente desde hace mucho tiempo”, comenta, y explica: “La idea es que la decisión colectiva de un grupo de personas sin entrenamiento específico puede ser tan precisa como la de un experto que invierte tiempo y esfuerzo”.
Sabiduría popular
Según cuenta una anécdota, en 1906 el inglés Francis Galton -uno de los estadísticos más importantes de la historia- caminaba por una feria de ganado cuando, de pronto, llamó su atención el bullicio causado por una multitud. Se trataba de una competición en la que cerca de 800 personas intentaban ganar un premio tratando de adivinar el peso de un buey. Cada individuo escribía su predicción en un papel. Galton recopiló todos esos datos, los analizó estadísticamente y descubrió que el promedio de las estimaciones de todos los participantes estaba sorprendentemente cerca del peso real del buey. Además, observó que esta estimación promedio era mejor que la del ganador individual de la competición y, también, que era más precisa que las cifras que habían dado varios expertos.
Actualmente, el fenómeno es conocido popularmente como “sabiduría colectiva” o “sabiduría de las masas” (del inglés wisdom of crowds). “Es uno de los temas de investigación en nuestro laboratorio”, cuenta Joaquín Navajas, investigador del CONICET y director del Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Torcuato Di Tella.
En 2018, Navajas y su grupo de investigación publicaron un paper con los resultados de un experimento en el que a miles de individuos les hicieron preguntas de cultura general. Por ejemplo, cuál es la altura de la Torre Eiffel. “De acuerdo con lo esperado para el fenómeno de wisdom of crowds, encontramos que el promedio de las respuestas de muchos individuos daba una respuesta cercana a la respuesta correcta”.
En aquel trabajo de 2018 dieron un paso más, que fue clave: “Después de que los individuos nos dieron su respuesta individual, los pusimos a deliberar entre ellos, a discutir en pequeños grupitos, para que revisen su estimación. Y vimos que eso mejoraba notablemente la precisión de sus respuestas”, destaca Navajas.
Un estudio norteamericano mostró que el fenómeno “wisdom of crowds” puede utilizarse para chequear con suficiente precisión si una noticia es verdadera o falsa.
En 2021, un estudio norteamericano mostró que la sabiduría de las masas puede utilizarse para chequear con suficiente precisión si una noticia es verdadera o falsa. Fue un resultado que permitió pensar en utilizar wisdom of crowds como una herramienta para acelerar el chequeo de información.
“Con estos dos trabajos como antecedente, decidimos investigar qué sucede cuando multitudes chequean otro tipo de desinformación, que no había sido estudiada hasta el momento, diferente a las noticias falsas, que es la desinformación que está contenida en el discurso de los políticos, que es otro tipo de desinformación que chequean estas agencias”.
Deliberar con los diferentes
Los recientes debates presidenciales efectuados en la Argentina expusieron la dificultad que tienen las agencias de verificación de la información para dar abasto con su función. Casi 48 horas después del intercambio discursivo entre los candidatos todavía quedaban afirmaciones de los políticos sin chequear.
“Está demostrado que el discurso de los políticos es mucho más influyente que las noticias falsas en el comportamiento de la población”, acota Navajas. “Quisimos abordar este problema y ver si podíamos desarrollar una herramienta que pudieran utilizar las agencias de chequeo para agilizar la verificación del discurso de los políticos”.
Fue así que, a mediados de 2021, hicieron un experimento en el que participaron individuos adultos de la Argentina que apoyaban al oficialismo y a la oposición en cantidades similares. A estas personas, se les presentaron 20 frases de políticos argentinos que habían sido pronunciadas recientemente y categorizadas por Chequeado como verdaderas o falsas. Eran 5 frases verdaderas y 5 frases falsas de políticos del oficialismo y 5 frases verdaderas y 5 frases falsas de políticos de la oposición. Se les mostraba la frase, quién la había dicho y en qué momento la había dicho.
“Observamos que tenían un desempeño de alrededor del 60% de performance en la frase, es decir, que más o menos 12 de las 20 frases las clasificaban correctamente, las otras ocho las clasificaban incorrectamente. Y lo otro que observamos era que mostraban cierto tipo de sesgo ideológico, o sea, las personas que eran votantes de la oposición tendían a decir que las cosas que decían los políticos de la oposición eran más verdaderas que las cosas que decían los políticos del otro partido y viceversa”.
Esta herramienta puede, en pocos minutos y con bajo costo, replicar en un 90% la respuesta a la que llega trabajosamente una agencia de chequeo de información.
A partir de los resultados que habían obtenido en el trabajo de 2018, que mostraba que discutir en grupos mejora la sabiduría colectiva, decidieron implementar una segunda instancia experimental: a los mismos individuos del experimento anterior, los asignaron al azar a conversar con una persona que era del mismo partido o con una persona que era del otro partido. Estas parejas conversaban entre sí sobre las frases en las cuales estaban en desacuerdo y luego volvían a emitir decisiones individuales.
“El resultado clave de nuestro estudio es que solamente las parejas heterogéneas, es decir, las parejas que estaban formadas por votantes de distintos partidos, lograban mejorar su desempeño luego de haber discutido”, revela Navajas. “Por otro lado, quienes conversaban con alguien del mismo partido no mostraban mejoría o, incluso, mostraban una leve desmejora en su desempeño”, añade, y concluye: “Esto nos dice que conversar con alguien que piensa distinto nos ayuda a identificar si lo que dicen los políticos, tanto de mi partido como del partido opuesto, es verdadero o es falso”.
Luego, en una etapa subsiguiente, sumaron los resultados individuales para ver cómo esto se manifiesta a nivel colectivo: “A nivel agregación o wisdom of crowds de las decisiones de estos individuos vimos que lo mejor de todo era considerar las decisiones de quienes habían conversado en grupos heterogéneos. O sea, individuos de la última etapa del experimento, que habían pasado por una conversación con alguien del otro partido”.
Finalmente, hicieron un nuevo experimento en el que a nuevos participantes les mostraban la decisión mayoritaria de personas de su mismo partido o de personas del partido opuesto del experimento anterior: “Y ahí otra vez volvimos a observar lo mismo: solo las personas que observaban las decisiones de un grupo de personas del partido opuesto, eran las que lograban mejorar su desempeño en esta tarea”.
Asistir es la tarea
Todos los experimentos mostraron que la interacción social heterogénea (entre personas de ideologías distintas) permite reducir el sesgo partidario y, en consecuencia, aumentar la precisión con la que se verifican las afirmaciones de los políticos.
“El método funciona”, remarca Guillermo Solovey, y justifica: “Comprobamos que las decisiones agregadas de un grupo de personas puestas a decidir rápidamente si ciertas frases decían algo cierto o falso resultaron muy similares a las de un verificador del discurso que presumiblemente invirtió mucho más tiempo”.
“Sabemos que esta herramienta puede, en pocos minutos y con bajo costo, replicar en un 90 por ciento la respuesta a la que llega trabajosamente una agencia de chequeo”, concuerda Navajas, e inmediatamente aclara: “No estamos diciendo que este método sirva para reemplazar el chequeo minucioso que realiza la agencia. Pero sí puede ser útil para asistirla en esa tarea, o para darle al público una respuesta provisional mientras se realiza la verificación más rigurosa”.
Ambos investigadores coinciden en resaltar como un aporte significativo del estudio haber podido mostrar “el efecto beneficioso de hablar con personas que votan distinto para identificar contenido falso con mayor precisión”.
“Las diferencias los llevaron a revisar sus propias creencias y a mejorar sus propias valoraciones sobre la presencia de contenido falso en las frases de los políticos”, ilustra Solovey.
El trabajo, que acaba de publicarse en la revista científica Journal of Experimental Psychology: Applied, lleva la firma de Santos Espina Mairal, Florencia Bustos, Guillermo Solovey y Joaquín Navajas.
FUENTE: NexCiencia.