Ambiente y sustentabilidad
La historia y el conflicto por el agua en Carlos Paz
Por Fabián García • 08/02/2021 14:00 • Tiempo estimado de lectura: 6 minutos
La “respuesta” de Schiaretti a Fernández fue la detención de un sindicalista.
Carlos Paz es más que una ciudad turística. La eligen miles de argentinos para descansar y buena parte de las figuras del espectáculo argentino para montar sus obras teatrales todos los veranos. Al menos, hasta que llegó la pandemia de coronavirus. En Carlos Paz todo puede pasar. Y pasa.
José Manuel De la Sota supo vivir a la vera del lago San Roque cuando llegó al poder en Córdoba en 1999, iniciando un ciclo ininterrumpido para el peronismo que ya cumplió 21 años. Aquí vive el senador nacional peronista, Carlos Caserio, principal referente y “armador” del presidente Alberto Fernández y el peronismo nacional en Córdoba.
Siempre suele haber “peleas” de pago chico dentro de disputas mayores. Desde que Caserio decidió saltar del PJ cordobés al PJ del Frente de Todos, comenzó una disputa “bajo el agua” entre el gobernador Juan Schiaretti y el senador.
Dentro de ese cuadro, todo lo que parece irrisorio o menor o aparentemente ajeno, puede adquirir una valía o un brillo particular.
Así, apenas Caserio armó sus valijas en 2019 y partió con el frente peronista, formalmente no se rompió nada, pero informalmente mucho.
No hay que olvidar que mientras estuvo vivo De la Sota, junto a Schiaretti y Caserio conformaban el triángulo de poder del PJ provincial. Todo lo que sucedía o dejaba de suceder dependía de ellos.
En una ciudad con fuerte historia anti-peronista (el PJ sólo ganó una vez, en 1999, con Gustavo Dellamagiore), el oficialismo provincial, a fuerza de recursos, construyó “puentes de plata” y dirigentes casi-propios con los distintos intendentes que se sucedieron desde 2003, tanto el radical Carlos Felpetto (hasta 2011), como el vecinalista Esteban Aviles (desde 2011) o su delfín Daniel Gómez Gesteira (a partir de 2019).
Aviles tendría además un papel destacado en la primera respuesta a Caserio apenas se manifestó como impulsor de Alberto Fernández como candidato a presidente: Schiaretti lo convirtió en referente de un grupo que impulsaba a Mauricio Macri dentro de Hacemos por Córdoba dentro de la estrategia de la “libertad de acción” que motorizó el primer mandatario para los comicios presidenciales de 2019. Una forma de ensombrecer el poder local de Caserio y de “decirle” al senador albertista que ya no es su hombre de confianza allí.
Luego, Aviles desembarcaría luego como presidente de la Agencia Córdoba Turismo y su sucesor, Gómez Gesteira seguiría con el acoso a la COOPI. Como la máxima del poder es que “el amigo de mi enemigo, es mi enemigo”, Aviles y Caserio quedaron enfrentados.
No se trata de un movimiento casual. Las cooperativas suelen ser, en muchos pueblos y ciudades, un lugar de disputa política que, por lo general, es conducido por opositores a los gobiernos de turno. Es una especie de equilibrador o dosificador del poder político a partir de reunir capital social, económico y simbólico. Sucede, que la mayoría de las cooperativas nacieron para dar solución a problemas graves de sus comunidades, de manera solidaria, frente a la incapacidad del Estado o las empresas locales o regionales de hacerlo. Por lo tanto su valor real excede el simple rol económico.
Tanto Aviles como Schiaretti tienden a hacerse con el poder total o, al menos, lo intentan. Por eso, por ejemplo, el gobernador sacó a los trabajadores de Luz y Fuerza Córdoba de los lugares de dirección intermedia de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC) o aprovechando la pandemia, a través del intendente Martín Llaryora avanzó en la rebaja de sueldos a los municipales de la ciudad de Córdoba sacándoles una hora de trabajo. Lo que sucede con Aviles y la COOPI también responde a esa matriz.
Hay un dato adicional: es difícil que en caso de municipalizarla pueda administrarla la propia comuna, dado que no posee cuadros técnicos, ni escala económica, ni estructura organizacional para brindar semejante servicio. Lo probable es que, más tarde o más temprano, termine siendo una especie de pasamanos hacia alguna corporación privada teniendo en cuenta la dimensión de la ciudad.
Cuando el presidente Alberto Fernández recibió al directorio de la COOPI en Buenos Aires, emitió un tuit mostrando su apoyo, pero evitando involucrarse de modo directo. En cambio, le pidió a Schciaretti que busque una solución al problema, reclamó diálogo a las partes, y solicitó que se defienda “la paz social”.
“Ayer recibí a representantes y trabajadores de la COOPI. Me preocupa la situación que enfrentan. Confío en que junto al gobierno municipal y provincial encuentren una solución. En pandemia, debemos preservar el buen servicio tanto como la continuidad de cada puesto de trabajo”, escribió el presidente.
El senador Caserio también se expresó en la misma línea:
La “respuesta” política de Schieratti, el pasado viernes 5 de febrero, 24 horas después de ese tuit presidencial, fue la “detención” por algunas horas del secretario General del Sindicato del Personal de Obras Sanitarias (SIPOS), Gustavo Valdez, durante una manifestación en defensa de las fuentes de trabajo.
Es evidente, que detrás del conflicto por el agua, aparece una alianza Schiaretti-Aviles que no se podrá deshacer fácilmente. Al menos, sólo con palabras. Está claro, que para que el gobernador busque una solución diferente al embate de Aviles contra la COOPI, Fernández deberá involucrarse con alguien diferente a Caserio o “tensar” aún más la cuerda para fortalecer a su “alfil” cordobés. También es notorio, que Schiaretti es un negociador «duro» y ha mantenido una distancia calculada con el Frente de Todos, que ahora a las distintas temáticas de gestión agrega la próxima «negociación» por las listas de candidatos legislativos para las elecciones de fin de año. A su vez, dentro de la lógica con la que funciona el poder, el que decide cuestionar el poder del “Príncipe” cae en desgracia y busca ser empujado por este, fuera de la geografía “del reino”. Es lo que intenta hacer Schiaretti con Caserio.
No son confrontaciones abiertas, ni totales; por ahora suceden debajo de la superficie y son localizadas. Lo que está claro, es que sin el ingreso de Caserio y Fernández en el escenario, la balanza era desfavorable a la institución cooperativa. El conflicto del agua y el futuro de la COOPI se encuentran atados, en una buena parte, a esta dinámica.