Medio ambiente y sustentabilidad

Mariano y las ballenas, esencias del mar

Mariano Sironi es un cordobés Doctor en Biología, director científico y socio fundador del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) desde el año 1996.

Por Redacción Sala de Prensa Ambiental • 15/01/2022 19:00 • Tiempo estimado de lectura: 16 minutos

Este científico, es reconocido a nivel mundial como uno de los mayores especialistas en estudios de la Ballena Franca Austral y cuenta que “desde chico me gustaban dos cosas: el mar y los animales y a pesar de que vivía en Córdoba -o porque justamente era de una región mediterránea- sentía fascinación por la vida en todas sus formas y por los animales en particular”. Desde niño, al por entonces Marianito, estos gigantescos cetáceos siempre le llamaron la atención: “decía ¡Huau!, las ballenas son inmensas. Entonces, me decidí a estudiar Ciencias Biológicas sabiendo que quería aprender sobre estos mamíferos, los más grandes del mundo, porque para mí eran la esencia del mar”, señala el experto.

Mariano Sironi afirma que las ballenas son la esencia de los océanos “porque lo utilizan en toda su extensión: van desde la superficie hasta la grandes profundidades, algunas están en el mar abierto a grandes distancias del continente, otras aprovechan el plancton como alimento o se alimentan de grandes vertebrados y viven desde los Trópicos y el Ecuador hasta los Polos Norte y Sur, migrando a lo largo de miles de kilómetros cada año, es decir que su hogar es el mar entero y por eso, para mí, representan la esencia del mar.”

El primer avistaje

“En 1988, cuando ingresé en la carrera de Biología viajé a Puerto Madryn y a Península Valdés. Sabía que al fin vería una ballena por primera vez”, recuerda el especialista y comienza una vívida narración de su encuentro con ellas: “Mi primer contacto fue sonoro, sin que las viera porque mientras estábamos juntando caracolitos en la playa y mirando para abajo, de golpe escuchamos: ¡Pum!… ¡Pum!… ¡Pum!…un gran estruendo a la distancia sin saber de qué se trataba. Mirábamos al mar, porque de allí venía el sonido pero no veíamos nada, entonces seguíamos juntando cositas y de nuevo, esos estruendos y volvíamos a mirar pero nada se veía. La cuarta vez, alguien gritó: ¡Dos ballenas saltando! Ahí me di cuenta, recuerda Sironi, que el salto de estos gigantescos mamíferos marinos es uno de los comportamientos más espectaculares que uno puede ver: Salta la ballena, cae al agua y produce una gran batahola y aunque estés a una gran distancia escuchás ese ruido algunos segundos después. Cuando las vi dije: ¡Sí! A esto me quiero dedicar el resto de mi vida.”

Aquella vez, el encantamiento a primera vista reconfirmó ese amor y fue así que el Dr. Mariano Sironi comenzó un interminable camino de especialización en mamíferos marinos, formándose en diferentes Centros de Investigación del mundo.

El salto de la ballena

Acerca de la razón por la que las ballenas saltan, Sironi explica que “hay muchas hipótesis que buscan explicarlo y probablemente todas sean ciertas: comunicación acústica por el estruendo porque, aunque no viaja a grandes distancias, ese tipo de sonido recorre algunos kilómetros y la ballena que salta aquí puede ser escuchada por otra que está a 8 km de distancia. También, quizás sea una estrategia de dominancia entre animales o una manera de liberarse de parásitos llamados Ciámidos (piojos de las ballenas) que son los que les dan el color blanquecino a las callosidades de la cabeza de las Ballenas Francas. Además, saltar probablemente sea divertido y saltan porque es una manera de jugar como nosotros jugamos y hacemos cosas solamente porque nos divierten.”

El Dr. Sironi se formó en la Universidad Nacional de Córdoba y tras obtener su título de biólogo, se lanzó a viajar por el mundo recorriendo países para completar su formación: “En Canadá, conocí a Moira Brown que es una investigadora que trabaja con ballenas francas del Atlántico Norte”, refiere Sironi. Un año después, volvió a nuestro país y ocupó un cargo en una Cátedra de la carrera de Ciencias Biológicas al obtener el “Premio Universidad”, por haber conseguido el promedio más alto de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

A partir de recomendaciones de colegas, en 1995 comenzó a trabajar con ballenas. Mariano, empezaba a cumplir su sueño: tres años después, obtuvo una beca Fulbright para realizar su Doctorado en Estados Unidos estudiando las Ballenas Francas de Península Valdés. En 2004 volvió a la Argentina y, desde entonces, se desempeña como Director Científico del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB). “En el exterior muchas veces hay mejores ofertas para trabajar -dice Sironi- pero acá nací e hice toda mi vida, aquí está mi familia, mis amigos y si planeaba dedicarle décadas de trabajo a la conservación quería que fuera en mi país, por eso volví.”

Un coro de ensueño bajo el mar

¿Por qué hay que conservar las ballenas?

“Motivos sobran. Hay razones ecológicas y científicas de por qué hay que conservarlas: su rol es muy importante en los ecosistemas marinos ya que éstos dependen en buena medida de los nutrientes que las ballenas producen. Migran todos los años hacia las zonas de alimentación y las Ballenas Francas, por ejemplo, se trasladan desde las islas Georgias del Sur, donde se alimentan en el verano, a Península Valdés donde se reproducen en invierno. Las madres alimentan a sus crías con leche y las crías también defecan. Si multiplicamos las heces de cada individuo por la cantidad de ballenas que vienen a Península Valdés, entonces estamos hablando de toneladas de nutrientes que estos mamíferos marinos transportan desde las Georgias hacia esta área de cría. También, cuando mueren, los cuerpos aportan cantidades tremendas de alimento para muchas especies marinas, incluyendo peces, aves, e invertebrados.

«Existen razones ecológicas y científicas de por qué hay que conservar a las ballenas: su rol es muy importante en los ecosistemas marinos ya que éstos dependen en buena medida de los nutrientes que las ballenas producen»

Las ballenas son la especie animal más grande del universo conocido, razón suficiente para decir que vale la pena conservarlas y protegerlas. Son mamíferos excepcionales: las Ballenas Jorobadas producen los cantos más largos que existen en la naturaleza, que pueden durar hasta 25 minutos, y son verdaderas canciones: tienen un comienzo, una parte intermedia, un final y muchas poseen rima. Si se quiere, ésta es otra buena razón para protegerlas, simplemente porque cantan y nos llenan el espíritu de cosas hermosas cuando las escuchamos cantar”

Las ballenas, como otros mamíferos, deben estar cerca de la superficie para respirar. Muchos cetáceos se alimentan a 2000 o 3000 metros de profundidad: especies como el Zifio de Cuvier o los Cachalotes bajan a esas profundidades para alimentarse de calamares y otros invertebrados y luego suben a la superficie donde respiran y pasan la mayor parte del tiempo. Así, aportan materia orgánica, con elementos como el hierro, que combinado con la luz del sol, generan una productividad en la superficie marina que de otra manera no ocurriría si no existieran. De esa manera, favorecen el desarrollo del fitoplancton que luego es aprovechado por el zooplancton como el kril, pequeños crustáceos y muchos otros que son el alimento de los cetáceos, los peces, las aves y muchos otros animales de la cadena alimentaria.

«Las Ballenas Jorobadas producen los cantos más largos que existen en la naturaleza, que pueden durar hasta 25 minutos, y son verdaderas canciones»

Mientras más ballenas hay, más productivo es el mar. Por eso es importante conservarlas, pero también es substancial por cuestiones culturales, espirituales y por su valor intrínseco como forma de vida excepcional”.

¿Cuántas ballenas van a la Patagonia?

“La población de ballenas oscila entre 5000 y 6000 ejemplares. Cada año, aproximadamente un tercio de esa población migra hacia Península Valdés y el resto se queda en diferentes zonas de alimentación del Atlántico Sur. Las que migran son, especialmente, hembras preñadas que vienen a tener sus crías en los golfos protegidos de la Península. En promedio, tienen una cría cada 3 años”.

¿Cómo es su ciclo de vida?

“A partir de que una hembra da a luz a su cría, esta permanece con su madre durante todo un año, lo amamantará durante ese tiempo para luego destetarlo y allí comienza la vida independiente de esa ballenita. La mamá ballena, pasará un nuevo año recuperando reservas de grasa, alimentándose y recobrándose de la lactancia que es muy costosa en términos de energía. El ballenato va a aumentar miles de kilos a expensas de la grasa de su madre transformada en leche. La hembra, luego de ese año de recuperación estará lista para copular nuevamente y quedar preñada y, al final del tercer año, volverá a tener una cría.”

¿Cuántos años vive una ballena?

“ La Ballena Franca más longeva tenía 70 años por lo menos, y habitaba el Atlántico Norte. Ese registro se logra con una buena fotografía con la que se puede identificar a cada individuo, y se encontraron fotos históricas de esa ballena en particular. Esa es la base de nuestro programa de investigación, en el cual a través de fotografías de las cabezas o de manchas particulares, identificamos individuos a lo largo de sus vidas. Conocemos algunas ballenas de Península de Valdés desde 1970, y continuamos viéndolas en la actualidad.”

Las ballenas y el cambio climático

¿El cambio climático afecta a la población de estos cetáceos?

“Sí, definitivamente. En la población de ballenas de Argentina se encontró la primera evidencia clara de los efectos del calentamiento global en la tasa reproductiva de los cetáceos. En el marco de uno de nuestros programas de investigación tenemos registrados datos poblacionales de los últimos 50 años. Un análisis de los datos de los primeros 30 años determinó cómo las oscilaciones del fenómeno climático de “El Niño” afectan el éxito reproductivo de las ballenas.

“El Niño” genera un aumento de la temperatura superficial del mar en el hemisferio sur. Ese aumento se puede considerar un ensayo a gran escala de lo que produce el calentamiento global. Analizando tres oscilaciones de este fenómeno climático que se produjeron entre 1971 y 2000 pudimos correlacionar cambios de temperatura con el éxito reproductivo de las ballenas de Península Valdés: en los años que siguieron a estas fuertes oscilaciones bajó la tasa de natalidad. Interpretamos que sucedió porque hubo una baja en la productividad de kril, que hiberna debajo del hielo antártico. Entonces, las ballenas, las focas, los lobos marinos, los pingüinos, los petreles y los albatros, tienen baja productividad en los nacimientos y más muertes debido a la reducción de la disponibilidad de alimentos. Ese es un efecto directo del cambio climático.”

¿Cuáles son las líneas de Investigación del ICB, hoy?

“Trabajamos en múltiples proyectos, entre ellos, la dinámica poblacional, es decir, saber cuántas ballenas hay, si la población aumenta o disminuye y en dónde están, junto a otras variables. Para eso, cada año en septiembre hacemos un relevamiento aéreo actualizando nuestro catálogo de foto-identificación y la base de datos asociadas. También, realizamos estudios científicos sobre genética, comportamiento, nutrición, estado sanitario, contaminantes y migración.”

¿Cómo desarrollan esas tareas de seguimiento?

“Gracias al aporte de quienes hacen donaciones para nuestro trabajo tenemos un bote semi-rígido que nos permite acercarnos a las ballenas para obtener pequeñas muestras de piel y grasa que luego derivamos a laboratorios para diferentes estudios. Sobrevolamos toda la costa de la península para tomar fotografías para la fotoidentificación. También, seguimos la ruta migratoria mediante dispositivos satelitales en colaboración con varias instituciones y hacemos observaciones desde la costa, sentados sobre los acantilados con un telescopio apoyado en un trípode, mirando lo que hacen las ballenas y registrando su comportamiento.”

El Arpón sangriento de Japón

Todos los años se reúne en distintos países el Comité Científico de la Comisión Ballenera Internacional (C.B.I), al cual Sironi asiste anualmente. Allí, investigadores conservacionistas buscan desarrollar políticas globales de protección de las ballenas. Por ejemplo, trabajan en conjunto en contra de la cacería comercial -bajo la excusa de investigación científica- que lleva adelante Japón, o la cacería comercial de Noruega, países que las cazan a gran escala. Al respecto, el Dr. Sironi es tajante: “En términos de conservación marina el rol de Japón es horrible y vergonzoso.”

Muchas veces escuchamos como una de las justificaciones que la matanza de ballenas por parte de Japón es una cuestión cultural…

“Podemos seguir diciendo en el siglo XXI que es una cuestión cultural si queremos hacerlo. También podemos decir que es una cuestión cultural la esclavitud. Bueno, cambiemos la cultura. Lo de estos países es solo interés lucrativo, practican una cacería comercial disfrazada de ciencia y ese es el discurso oficial de Japón hoy, que tiene que ver con la apropiación de los recursos marinos, no solo matando ballenas, sino manteniendo una presencia constante de su flota explotadora de recursos marinos en el Mar Austral.

Este es un tema muy complejo. Por ejemplo, dentro del Mar Argentino no cazan, pero sí lo hacen en los Santuarios de Ballenas, que son áreas del Mar Austral protegidas por la C.B.I de la cual Japón es miembro. Se declaran determinadas áreas de los océanos en donde no se puede cazar con ningún fin, bajo ninguna excusa. Sin embargo, Japón realiza cacerías dentro de los santuarios también.

Nuestro país tiene un rol destacado en políticas de conservación de ballenas, como política de Estado junto a muchos países latinoamericanos que integran un bloque de naciones conservacionistas llamado “Grupo de Buenos Aires”. Por ejemplo, Brasil, Uruguay, Argentina y también Sudáfrica están proponiendo la creación de un nuevo santuario en el Atlántico Sur. Son países con un rol muy activo y claro para la conservación”.

¿Qué es lo más gratifiticante de su trabajo?

“El reencuentro. Haber hecho observaciones de alguna ballenita cuando era cría y volver a verla, años después, llegando al mismo sitio pero esta vez como mamá.

Recuerdo haber estado solo en un acantilado con el ojo puesto en el telescopio mirando grupos de ballenas y tomando notas, cuando de golpe aparecían “Mochita”, “Hueso” o alguna que conocía desde que eran bebés. Verlas otra vez ahí, es realmente saltar en una pata a los gritos, solo y corriendo por la estepa patagónica a través del acantilado para mirarlas de cerca. Eso me llena de felicidad porque pensás: ¡Están acá de nuevo!, es como reencontrarse con un amigo después de años sin saber si ibas a volver a verlo alguna vez, en ese paisaje en el medio de la nada.  Es hermosa esa conexión que se reitera cuando aparece una ballena que no volviste a ver más y, 18 años después,  aparece y decís. ¡No se murió, acá está! Y la ves llegando a la costa acompañada por una cría.

El misterio del 2012

En el año 2012, murieron 116 ballenas, de las cuales 113 fueron crías: «Un récord de mortandad y nosotros decíamos ¿Qué está pasando acá? y nos encontrábamos una ballena muerta y otra, y recibíamos reportes de más muertes sin poder saber sus causas», indica Sironi y agrega que «en cada salida encontrábamos otra muerta sin saber qué estaba pasando y no podíamos imaginar hasta cuándo iba a seguir esa secuencia tan horrenda. Aun sigue siendo difícil porque no hay evidencias claras que expliquen lo que sucedió ese año, a pesar de todos los esfuerzos puestos en hipótesis que puedan explicarlo. No sabés qué pasa, ni qué hacer. Da mucha tristeza ver las crías picoteadas por las gaviotas cuando están moribundas. Si uno se desprende de lo sentimental puede decir bueno, es natural que un animal muera, entendiendo que es un ciclo natural. Pero por otro lado, es inevitable la pena que produce ver a un ballenato que aun está vivo en la costa y que no puede siquiera sumergirse porque no tiene fuerzas para hacerlo siendo comido vivo, es horrible y no hay nada que se pueda hacer.”

¿Por qué a la señora de Córdoba que camina por la peatonal le tienen que importar las ballenas?

“Por el rol que tienen en el ecosistema marino. Podemos imaginar que esa señora que está caminando por la peatonal probablemente esté yendo a comprar merluza para hacerse unas empanadas de pescado. Si el mar no estuviera sano no habría pescaderías. Poblaciones de ballenas sanas son indicadores de un mar saludable. Podemos verlo desde el punto de vista netamente egoísta y no me molesta, si es que solo miran su propio ombligo. Podemos seguir siendo egoístas si eso genera que el mar esté sano y podamos continuar comiendo pescado. Pero yo prefiero que todos hagamos algo para mejorar la situación con cambios de actitud positiva.

El mar es un regulador del clima del planeta también, si está sano colabora para reducir el problema del calentamiento global. Y además, las ballenas son fuente de trabajo para millones de personas que se benefician con el avistaje: circuitos turísticos, hoteleros, remiseros y casas de artesanías en todo el mundo se benefician porque hay ballenas vivas y sanas en sus costas».

¿Cuál es la mayor amenaza para las ballenas?

«Son muchas, algunas a mediano plazo como el calentamiento global, que tiene una incidencia directa sobre el alimento. Es grave. Otros problemas puntuales se pueden solucionar rápidamente, como la contaminación acústica. Un estruendo puede matar a una ballena ya que el ruido marino es terrible para los cetáceos que se comunican a través de los sonidos y que tienen que vivir en un mundo ruidoso producido por buques, pruebas militares, explotaciones petroleras y gasíferas que generan ruidos oceánicos. Esos sonidos pueden ser tan intensos que impiden a las ballenas comunicarse y escucharse para encontrarse y reproducirse. Un ruido puede ser letal porque daña los órganos internos de una ballena. Pero también, existen otras amenazas como la contaminación química: un derrame de petróleo o de otros contaminantes es un problema que lleva décadas solucionarlo», concluye el especialista.

Fuente: Sala de Prensa Ambiental