Elecciones

Milei presidente: ¿y ahora qué?

La campaña sí estuvo a la altura del riesgo. La militancia salió a las calles y también dio batalla en el terreno más hostil: las redes sociales. Puso el cuerpo, la paciencia, el tiempo y entendió que esto se ganaba si se le daba racionalidad a lo que estaba por venir.

Por Redacción Feminacida • 22/11/2023 01:10 • Tiempo estimado de lectura: 7 minutos

Javier Milei es el presidente electo de la Argentina con el 55,69% de los votos, tras haberle ganado el ballotage a Sergio Massa. Una nueva etapa se avecina en el país que supo ser la excepcionalidad de una región desigual: el país de la ampliación de derechos, el de los pañuelos blancos y verdes, el de la educación pública y gratuita, el de la puja distributiva a favor de los asalariados. La patria transformada por el peronismo y organizada, para siempre, a partir de esa frontera: nosotros y ellos. 

El ascenso de las derechas radicalizadas es un fenómeno mundial. Ya vimos esta película con Trump y Bolsonaro. Creíamos que la tradición argentina de movilización y organización podía ser el dique que contuviera esa ola. Nos equivocamos. Sobran los diagnósticos: un gobierno con 140% de inflación anual, el empobrecimiento de la clase media, el crecimiento del trabajo informal, la pandemia como caldo de cultivo para la expansión de discursos libertarios en redes sociales y la producción de subjetividades cada vez más individualistas, una nueva coyuntura marcada por un fuerte autoritarismo social y rechazo hacia la política. Y una dirigencia que dejó mucho que desear, claro. 

La campaña sí estuvo a la altura del riesgo. La militancia salió a las calles y también dio batalla en el terreno más hostil: las redes sociales. Puso el cuerpo, la paciencia, el tiempo y entendió que esto se ganaba si se le daba racionalidad a lo que estaba por venir. Se construyó un discurso basado en una sensibilidad nacionalista que apeló tanto a la propositiva como a la exhibición del peligro de Milei en el gobierno. No fue campaña del miedo, insistimos, se trató de mostrar su plataforma electoral. Sergio Massa maniobró con destreza en ambos frentes. No alcanzó: en cinco meses no se revierten los errores de cuatro años de gestión ni los problemas que nos dejó el gobierno de Mauricio Macri, empezando por el endeudamiento más grande de la historia con el FMI (por 45 mil millones de dólares). Tampoco la desconexión del gobierno con algunos sectores fundamentales para la sostenibilidad económica. 

Feministas en resistencia

La Libertad Avanza tiene una agenda profundamente anti-feminista por donde se la mire. La dupla Milei-Villarruel retoma la agenda de la dictadura del 76 en todos los sentidos: su programa económico, que tanto daño le hizo a nuestro pueblo, sus slogans conservadores, binarios y heteronormativos, y su reivindicación del terrorismo de Estado. También peligran las conquistas del presente: LLA plantea eliminar las leyes de la IVE y la ESI —algo que no pueden hacer sin el aval del Congreso—. Pero no se trata solo de políticas, sino de un marco de ideas. Para ser gráficas: en 2018, cuando un adolescente interpelado por sus compañeras buscaba “¿Qué es el feminismo?” en YouTube, se encontraba con videos de libertarios diciéndole que es lo peor que le pudo haber pasado en la vida y que no tiene nada que replantearse en torno a su masculinidad. Obviamente, la culpa de todo la tenían “las locas de las feministas”.

El fenómeno libertario fue —entre muchas otras cosas— una reacción al avance de los feminismos en un proceso dialéctico que sedimenta posiciones, sujetos políticos, culturales y comunicacionales. Lo dijimos muchas veces: esto no nos hace culpables del presente, pero sí nos otorga una perspectiva necesaria para no realizar análisis estáticos de la historia. Ninguna conquista se escribe sobre piedra y bastará que haya una crisis para venir a poner en tela de discusión si ciertos derechos son justos o no. Y precisamente por esto y por el dinamismo de estos ciclos es que nuestro lugar va a ser imprescindible de cara a lo que se viene. Los feminismos tenemos una larga trayectoria de resistencia y su institucionalización en políticas de Estado es solo una parte. 

Milei no llegó para quedarse. Así como las feministas tuvieron un papel clave en Brasil para hacerle frente al ex presidente Jair Bolsonaro, nuestro movimiento estará en la primera línea de batalla contra el gobierno que comienza el próximo 10 de diciembre. Uno de los primeros desafíos será terminar con la fragmentación de los últimos años y aglutinarnos frente al adversario con una narrativa que vuelva a interpelar a grandes mayorías.

Los próximos cuatro años, no tenemos dudas, serán muy complejos: la retórica déspota de aquellos que no tienen nada en riesgo será inteligente para arrebatarnos todo lo que puedan en el camino. “Los primeros 6 meses serán durísimos”, advirtió el ex presidente Mauricio Macri, quien se encuentra en las sombras de una estrategia que tendrá a la doctrina del shock como su mayor aliado. Tendremos que redoblar esfuerzos para contrarrestar. Ya tuvieron una experiencia en 2015 que no salió como esperaban y aún así nos llevó puestos con un gobierno que nos endeudó por décadas. Debemos ser un poco más audaces, una propuesta que desde hace tiempo la dirigencia no está pudiendo conducir. 

Periodismo al servicio del pueblo

La democratización de la comunicación es una demanda histórica de los medios autogestivos, pero hay contextos que la vuelven a poner sobre la mesa. Éste es uno de ellos. El periodismo tendrá un rol importantísimo en un gobierno con fuertes rasgos autoritarios y antidemocráticos. Periodismo de calidad, para desmentir las fake news, fieles aliadas de los libertarios, y para discernir la información del ruido. Periodismo feminista y popular, para visibilizar el impacto de cada política pública, el atropello de los derechos, los entramados de poder. Periodismo con protagonismo de las audiencias, para contener, fomentar espacios de escucha, diálogo y activismo. Periodismo a la altura de este tiempo, como nos enseñó Rodolfo Walsh. 

Pero sabemos que será una tarea difícil, empezando por los medios públicos. Una de las primeras declaraciones del mandatario electo, justo en el Día de la Soberanía Nacional, es que va a privatizar la TV Pública, Radio Nacional y la Agencia Télam. Esto no solo traerá la pérdida de miles de puestos de trabajo, es una renuncia a la figura del Estado interventor para garantizar el derecho a la comunicación. Si lo único que prima es la lógica de mercado, del clickbait, pierde la diversidad cultural, pierde la ciudadanía y ganan los intereses concentrados, el universo pequeño y homogéneo de voces que tienden a reproducir el status quo.  

El panorama no es más promisorio para los medios opositores o autogestivos. Cuando el apoyo estatal se retira, lo que queda como sostén son las comunidades; los espacios que supimos construir aún en los años que se fueron: por ejemplo, la primera Federación de Medios Digitales de Latinoamérica, que hoy integra al menos 80 medios de todo el país y de la que Feminacida es parte. Si antes el aporte del Estado era fundamental, pronto será condición sine qua non el apoyo de las audiencias a medios como el nuestro. Porque sin voces disidentes no se puede dar la batalla simbólica.

FUENTE: Feminacida. Nota completa aquí.