Elecciones

Pocas novedades en el primer round del debate presidencial 

En el primer tramo del debate, que tendrá su segunda y última edición el próximo domingo, predominó la decisión de reafirmar los ejes de campaña. El bajo nivel de riesgo, sin embargo, no evitó pasajes dignos de memes: el nuevo terror de los candidatos. 

Por Redacción La Tinta • 03/10/2023 00:33 • Tiempo estimado de lectura: 10 minutos

Comencemos por el formato: la estructura del debate expone la pobreza discursiva. Un bajo nivel de sustancia que cabe perfecto en pastillas de dos minutos y respuestas de 45 segundos. La política, por defectos propios y no sólo como resultado del contexto tecnológico, sigue a rajatabla los pasos reduccionistas de la comunicación: discursos coacheados y recortados para encajar en las historias y los reels de las redes sociales.

Si bien el evento pareció mejor organizado que en otras oportunidades, la compartimentación de las exposiciones restó espontaneidad y profundidad. Ello debido a que evita los intercambios y el debate de ideas en sentido estricto, para lo cual se necesitaría, entre otras cosas, mayor margen de tiempo y predisposición para discutir en una lógica distinta al panelismo tribunero de “cuatro gordos hablando de fútbol”, donde los gritos y las chicanas reemplazan al contenido.

Recordemos que el debate se organizó en seis secciones divididas en tres bloques. Una sección de presentación; otras tres relativas a economía, educación y derechos humanos (tema elegido por votación de la ciudadanía); una sección de preguntas cruzadas y una última de cierre o síntesis final de las exposiciones. Así, en las tres secciones temáticas, cada candidato contó con dos minutos para exponer su programa de gobierno y con cinco repreguntas para realizar a sus contrincantes.

El formato breve, por lo tanto, encaja a la perfección con el microrrelato de consignas al que se ha reducido la política argentina fundamentalmente en la última década. 

De modo que, con los discursos organizados en función de su circulación virtual, se vuelve inevitable la pregunta contrafáctica: si pudiéramos asistir a verdaderas exposiciones e intercambios entre los candidatos, ¿con qué nos encontraríamos? ¿Cuáles serían sus propuestas y cuál el nivel de solidez o de debilidad tanto de sus discursos como de sus programas de gobierno?

En momentos en que nuestro viaje del salmón nos sitúa, de nuevo, en circunstancias parecidas a las de 2001, ese desconocimiento sobre la verdadera solidez y la verdadera fortaleza de los candidatos, ¿en qué medida previene y en qué medida incrementa nuestros niveles de frustración, bronca e impotencia?

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Imagen: Argentina debate

Hacerlo Massa

Aquí también predominó la lógica: todos apuntaron contra Sergio Massa. Un detalle previsible debido a que, con el primer lugar probablemente reservado para Javier Milei, la madre de las peleas pasa por definir quién ingresa al ballotage como segunda opción.

De esta manera, las críticas a Massa hicieron foco en su desempeño como ministro de un gobierno calamitoso. Un desempeño que no hizo más que empeorar todos los indicadores económicos y sociales que dejó la gestión de su antecesor, el exministro Martín Guzmán. “¿A ustedes les mejoró la vida desde que Massa es ministro?”, preguntó Schiaretti. “Dejate de chicanas y dedicate a resolver la inflación y a terminar el gobierno de manera decorosa”, retrucó Milei. 

Sorprendió, sin embargo, la falta de énfasis en el episodio Martín Insaurralde. El escandaloso viaje a Marbella del ahora exjefe de gabinete del gobierno de la provincia de Buenos Aires apenas fue mencionado por la candidata del FIT, Myriam Bregman, y por la presidenciable de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich. Pese a las referencias en sus exposiciones, ninguna aprovechó la oportunidad para plantear preguntas puntuales a Massa, que se ahorró la incomodidad de hacer frente a otro episodio que desdice el ya malogrado discurso progresista del espacio que representa (tema para otra nota: ¿cuántos Insaurraldes ya lleva anotados el kirchnerismo, para horror y desilusión tanto de sus votantes como de su propia militancia?).

Massa respondió como pudo. En sus momentos menos lúcidos, culpó al FMI y a la deuda heredada de la gestión del expresidente Mauricio Macri: excusas de rigor que pueden ser atendibles, pero que lo colocan exclusivamente a la defensiva. De ahí que, en sus momentos de mayor lucidez, optara por la vía propositiva: la creación de una moneda digital y el incremento del presupuesto en educación son algunos de los ejemplos más destacados.

Junto con esto, el candidato oficialista intentó mostrarse como un político profesional que promete gobernabilidad a partir de una propuesta de gestión, digamos, colegiada, con integrantes de las distintas fuerzas políticas en su plantilla de ministros. 

Firmeza, compostura, control de la protesta social, republicanismo y orden son los ejes de la propuesta de centroderecha en la que Massa busca solidez. Su desafío es romper el techo del 30% y lograr transversalizar el voto. Su apuesta es que las medidas tomadas luego de la devaluación lo muestren “en el hacer, más que en el decir”, según le reprochó en uno de sus mejores pasajes tanto a Bullrich como a Milei. 

Su problema, además del lastre de la gestión, es que la promesa de un gobierno de unidad sea interpretada -sobre todo por los votantes encantados con Milei- como continuidad de lo mismo: la unidad como repliegue de la casta o, en todo caso, como persistencia de los yates y los viajes de lujo.

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Imagen: Tomás Cuesta / Pool vía Reuters

Milei con el león domado

Otra de las novedades fue la relativa desaceleración de Milei que, en términos futbolísticos, apostó a la estrategia de quien tiene la ventaja: controlar la pelota para evitar riesgos y, llegado el caso, revolearla a la tribuna.

Desaceleración porque el candidato de La Libertad Avanza buscó tender puentes con el presidenciable de la isla paradisíaca del medio centro, el gobernador cordobés Juan Schiaretti, que le prometió el compromiso con la gobernabilidad que su espacio ya prestó a las gestiones de Macri y de Alberto Fernández. 

Desaceleración, también, porque Milei evitó referirse a la dolarización y, aunque algo menos, a la comercialización de la educación pública, temas que o bien omitió o bien trató de soslayo. En ese sentido, en líneas generales, el economista mantuvo la compostura y no se despachó con sus habituales arrebatos de furia: punto negativo para sus adversarios, que no lograron despertar al león.

En sus momentos más radicalizados, Milei planteó dos ejes para las dos corrientes de votantes en las que se hace fuerte su candidatura. Para los indignados con la malaria económica, reiteró la “exterminación” por partida doble: del Banco Central y de la inflación. En esos pasajes en los que volvió a presentarse como una suerte de fumigador profesional, a partir del peligroso concepto del exterminio, Milei abundó en tecnicismos por momentos difíciles de seguir, pero que quizás lo muestran como lo contrario de Bullrich: alguien que sabe qué hacer con el descalabro económico, la madre de todos los problemas para el electorado.

En otro orden, para el voto lesa humanidad, Milei reiteró las consignas con las que su espacio político avala la violencia genocida de la última dictadura; otra marca de un preocupante empobrecimiento del debate público que trasciende su figura y que, en buena medida, es responsabilidad de las tres gestiones que preceden la actual competencia electoral.

Es ese pasado el que le permite presentar como novedosas y exitosas cada una de las recetas del menemismo: privatizaciones, recorte del gasto público, liberalización económica, etcétera.

Su momento de mayor incomodidad fue cuando Massa le preguntó por sus insultos al papa. Milei dijo que se había arrepentido públicamente, algo que no consta. En ese sentido, la mención de cifras incomprobables sobre la situación económica, sumadas a sus disculpas inexistentes, constituyen signos de un debate público en el que importa poco lo fáctico y mucho el golpe de efecto. 

La frutilla de sus exposiciones fue la referencia al gastado mito del pez y la caña de pescar, mención que mereció memes en las redes sociales: Milei te enseña a pescar, pero primero te privatiza el río y las empresas que te venden la caña.

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Imagen: Reuters

De Bullrich a Bregman

La candidata de Juntos quizás sea la gran derrotada. Por momentos, sobre todo en la sección económica, Patricia Bullrich se mostró dubitativa y con dificultades para hilvanar exposiciones precisas. En líneas generales, no logró responder las consultas puntuales que Massa y, sobre todo, Milei le realizaron sobre sus propuestas para bajar la inflación y para lidiar con la crisis económica. Si bien logró mostrarse un poco más segura en su desempeño en las temáticas vinculadas con la seguridad y la convivencia democrática, a merced de su discurso de orden y sus promesas represivas, la duda previsible estuvo en su -vaya paradoja- inseguridad expresiva. El resultado parece confirmar el análisis previo: Patricia se afirma en el tercer lugar y su desempeño en lo que queda definirá si sus votos permiten que Milei y Massa vayan a ballotage, o si acaso habrá victoria libertaria en primera vuelta. 

Con respecto a Schiaretti, el gobernador enfatizó su capacidad de diálogo, su republicanismo y las críticas históricas del interior al centralismo porteño. Su propuesta, sin embargo, se empantanó en un provincianismo que fue otro de los focos de los memes. Por decirlo de una manera, una pena que el resto de los argentinos aún no hayan descubierto el paraíso cordobés en el que todo funciona con prolijidad de reloj suizo. Una pena: se pierden la metáfora del lago San Roque y sus aguas caribeñas. 

Por último, Bregman fue quizás la candidata de mayor solvencia. Se sabe que es una gran oradora y, además, la representante del único espacio político que no tiene Insaurraldes en su historial, lo cual no constituye un detalle menor y, quizás, muestra la relativa importancia que el electorado le asigna a la corrupción política como problemática.

Bregman hizo valer su condición de única y real alternativa a una nómina de candidatos inclinada del centro a la derecha. La única que puede reprochar las políticas de ajuste y el dictado del FMI. Tal vez por ese motivo, pudo mostrarse espontánea y menos guionada y acartonada que sus adversarios. 

En sus mejores pasajes, incluso, la candidata del FIT dejó títulos propios del lenguaje en el que las derechas se hicieron fuertes en los últimos años. Sus referencias a Milei como “gatito mimoso del poder económico” y sus críticas al economista libertario y a Bullrich por plantear cuestionamientos a la izquierda “tomados de El rincón del vago” al menos introdujeron en el centro del debate el empobrecimiento del discurso político: la banalidad sin luces que nos lleva, en plena tormenta, sabemos muy bien hacia dónde, aunque aún no podamos anticipar la gravedad de los resultados.

FUENTE: La tinta. Por Gabriel Montali / Imagen de portada: A/D.