Derechos Humanos
Por quien merece amor
Por Jaschele Burijovich (*) • 30/01/2022 07:00 • Tiempo estimado de lectura: 3 minutos
(*) Vice decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC
En homenaje a mi abuela, mi babe Blime
¿Cómo salir de una nota convencional cuando se trata de hablar de la Shoá? ¿Qué significación adquiere cuando pensamos la Argentina del terrorismo de Estado? ¿Podemos los/as judíos conservar la memoria de ese accionar siniestro e inenarrable restringiéndolo solo a nuestra propia historia?
Los/as niños/as judíos crecen entre las huellas del Holocausto, un imperativo de recordar atraviesan a sus familias. Un estado de alerta universal y de cuidado.
La memoria individual, la vivencia personal se nutre de ese suceso colectivo que se elabora subjetivamente en cada uno/a. Narrar historias individuales que construyen una “comunidad de interpretación”.
Mi abuela materna, mi babe Blime, vino a la Argentina desde Polonia con sus padres y hermanos escapando del nazismo y de la guerra. A su madre no la dejaron entrar porque tenía una enfermedad en los ojos. Los jóvenes se quedan y los padres regresan y sus vidas se pierden en las atrocidades cometidas. Si hiciéramos un minuto de silencio por cada judío asesinado en el Holocausto permaneceríamos callados por más de 11 años, 2 minutos de silencio eterno por mis bisabuelos asesinados.
Mi babe tenía unos hermosos ojos verdes, ojos “color del tiempo” que yo ya conocí empañados de tristeza. Nos cuidó siempre y amorosamente cuando mi madre enfermó. Recuerdo que todas las noches se llevaba un pan que guardaba bajo la almohada como un raro conjuro contra el hambre padecido en su infancia. A pesar de su poca instrucción, nos transmitió el amor por la lectura. Mi historia familiar en la historia universal.
También mi historia familiar transcurre con cuentos de abuelos rusos y rumanos que no conocí, música en idisch y en hebreo, tradiciones, Pesaj, Jánuca y Yom Kippur, Freud, Marx y Einstein en el relato de mi padre y libros, muchos libros. De las lecturas que me acompañaron recupero el libro “Mis gloriosos hermanos” de Howard Fast que narra la historia de los Macabeos y que empieza con esta dedicatoria: «A todos los hombres, judíos y gentiles, que dieron la vida en la antigua e inacabable lucha por la libertad y la dignidad humana».
Será por todo esto que mi corazón quiere recordar de la Shoá la historia de Mordechai Anilevich y el levantamiento del Gueto de Varsovia símbolo de la resistencia final en Polonia (la de mi abuela) donde un puñado de hombres ofrecieron al mundo un ejemplo de rebeldía extrema. Y también el coraje de los “Justos entre las Naciones” personas que desafiaron la tendencia generalizada y protegieron a los judíos de la deportación y la muerte que en palabras de Primo Levi cuando hablaba de Lorenzo Perrone, su benefactor en Auschwitz, que «constantemente [le] recordaba con su presencia… que todavía existía un mundo justo afuera del nuestro, algo y alguien todavía puro y completo… por el cual valía la pena sobrevivir» (Yad Vashem). Símbolos de la resistencia contra la más horrenda barbarie, como nuestros organismos de Derechos Humanos, como nuestras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.