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El 20D de Milei: un déjà vu recargado
Más que reformas, lo anunciado por el presidente a 22 años del Argentinazo podría significar el fin del país tal como lo conocíamos.
Por Redacción La Tinta • 22/12/2023 04:22 • Tiempo estimado de lectura: 4 minutos
En aras de una supuesta modernización que situaría a la Argentina en el concierto de las potencias del mundo, lo que el presidente Javier Milei publicó en el Boletín Oficial en las últimas horas es un DNU que liquida a la Argentina que conocíamos. Si la dictadura genocida postulaba que “achicar el Estado es agrandar la Nación”, Milei es la dictadura; incluso a partir de la utilización de los mismos giros semánticos en un discurso de 16 minutos que, en forma y fondo, hizo recordar a la más oscura noche que hasta ahora atravesó el país.
Con el gabinete y el inefable Sturzenegger a su lado, en cadena nacional, el autodenominado “libertario” anunció menos del 10% de las medidas que, a la postre, serían publicadas en el Boletín Oficial. Que además son apenas la punta de lanza de lo que viene, recortes jubilatorios, revisión de ganancias y reforma política, por ejemplo.
Desglosar el DNU es tarea titánica, sin exagerar, podría puntualizarse que cada párrafo implica una cesión más y un derecho menos. Así, en la inolvidable noche de miércoles, talló fuerte la puerta abierta para la privatización de empresas públicas, el guiño a las prepagas, la liquidación de los jugadores medianos y chicos de lo que conocíamos como industria nacional, el golpe de nocaut a algunas economías regionales y la sepultura de la ley de alquileres.
En tren de elegir, destacan las modificaciones al Código Aduanero y el Código Civil y Comercial, y especialmente el misil sobre el ya deterioradísimo mercado laboral. Talibán del mercado, más CEO del Círculo Rojo que presidente en funciones, firmó Milei la cesión de derechos laborales conquistados a costa de sangre trabajadora derramada en el último siglo y un poco más. La extensión del período “de prueba”, el recorte de indemnizaciones y los avances sobre el derecho a la protesta es, ni más ni menos, lo que venían soñando los titiriteros del poder. Porque, a esta altura, a quién le cabe duda de que, diría Juan Grabois, a Milei lo están usando.
La exigua cadena nacional empalmó con aquella recordada puesta en escena inaugural de espaldas al Congreso y de frente a un grupo de adherentes que vivaban la falta de recursos y, en definitiva, de política pública en beneficio de ellos mismos, una situación tan inédita como bizarra.
Como el 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos que las políticas mileístas ya comenzaron a vulnerar, anoche, JM volvió a apelar a “la herencia” y a revolear índices económicos de dudosa comprobabilidad. Con Bullrich y Francos a su lado, por caso, la máxima autoridad del país hizo foco en criticar a la política y la remanida “casta”, un concepto de campaña que, en la asunción, había brillado por su ausencia.
El artilugio duró poco: más temprano que tarde, miles de argentinos, estadísticamente cinco de diez votantes de Milei, ya notaron que las medidas no afectan tanto a una clase política que hace años se escindió de la gente, sino que impacta de lleno en la diaria, en la mera perspectiva de supervivencia: está faltando el pan.
Es entonces cuando uno se asoma al balcón, escucha una cacerola tímida, mira el almanaque, siente el calor y piensa en el déjà vu. Otro diciembre caliente, ahora no con un presidente débil y en retirada, sino con un fundamentalista del mercado acondicionado a la época que tiene 14 millones de votos en sus espaldas y está dispuesto a ejecutar el plan anunciado en campaña. Radica allí una de las novedades: a diferencia de Menem, quien reconoció que, si en la campaña decía lo que iba a hacer, de ninguna manera llegaría a la Presidencia, Milei simplemente está cumpliendo lo que prometió.
Ahora viene el capítulo parlamentario, las probables judicializaciones, la duda de si habrá un rechazo masivo y canalizado por una oposición a la altura de las circunstancias, y la certeza de que la rifa del país no cierra sin represión. Cuánto aguantan los cuerpos, esa es la cuestión.
FUENTE: La Tinta. Por Adrián Camerano para La tinta / Imagen de portada: A/D.